30 abril 2008



El adiós de Zaplana

Santiago González

Eduardo Zaplana ha hecho un mutis difícilmente reversible en la escena política nacional y esto, que es buena y mala noticia al mismo tiempo, -la risa va por barrios- constituye, de momento, el último episodio de la desaceleración política que tan intensamente está viviendo el partido de la oposición.

Zaplana ha fichado por Telefónica a los 52 años, que es la edad a la que han adelantado las jubilaciones de sus trabajadores muchas empresas públicas y algunas privadas, como la propia Telefónica, que las pagan con dinero público, ese bien mostrenco, en gran definición implícita de Carmen Calvo. El portavoz del grupo Popular en el Congreso durante la pasada legislatura ha sido nombrado delegado de Telefónica para Europa, lo que viene a hacer venturosa realidad la jaculatoria que recitan con gran fervor los cincuentones: “hay vida después de los cincuenta”.

Ha tenido mucha suerte. Si en vez de ser diputado y portavoz de los suyos, hubiera sido, un suponer, periodista de Radio Nacional o Televisión Española, lo habrían enviado a casa con el 90% del sueldo hasta la edad reglamentaria de ir al parque como jubilado de pleno derecho. O los políticos son especie más longeva que los periodistas, o aprenden cosas de más fundamento mientras ejercen su oficio: puede que resulten más provechosos para la sociedad o, simplemente, que sean más aptos para la supervivencia.

Eduardo Zaplana puede explicar lo suyo con un par de versos de la Elegía que su casi paisano, Miguel Hernández, dedicó a Ramón Sijé: “y sin calor de nadie y sin consuelo,/ voy de mi corazón a mis asuntos”. Es de suponer que Manuel Pizarro, que ha hecho justo el viaje contrario, del Consejo de Telefónica a diputado sin graduación, verá su ida con algo de melancolía. Eso sí que es viajar sin calor y sin consuelo y perder un pastón por el camino.

Este hombre ha sido acusado en varias ocasiones de corrupción y de financiación ilegal de su partido, aunque ha salido bien librado de todas ellas. Alfonso Guerra, el decano de los diputados, le ha hecho una crítica generalizadora: "los dirigentes conservadores quieren esto como una forma de tener estatus o prestigio social. Una vez que dentro de su grupo no están donde ellos creen que deben estar pues tienen otro camino, el camino de hacer dinero". No como los dirigentes progresistas, que hacen de su cargo plataforma de altruismo y servicio a los demás, si bien es verdad que algunos de entre ellos hacen transitar este sacerdocio por el camino de hacer dinero”. ¿Porque no tienen otro camino después o por un compromiso con el trabajo que les lleva a elegir como divisa “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”? No hay manera de saberlo. Misterios insondables del alma humana.

En la crisis del PP, el antiguo portavoz era un valor ya amortizado, tal como demuestran los elogios fúnebres que le dedican los propios, entre el responso de oficio de Rajoy: ha sido “un portavoz extraordinario”, y la “muy mala noticia” que supone para Esperanza Aguirre el adiós de Zaplana a la vida política. Él no era un hombre que pudiese aspirar al liderazgo en su partido. Marcado por el pasado y cercado por el presente, ni siquiera pudo conseguir que Camps le ofreciese una candidatura por Valencia, tierra que él había conquistado a la izquierda para el PP. Su única posibilidad de sobrevivir era impulsar candidatura ajena y alternativa a la de Rajoy. Un portavoz extraordinario. Muy mala noticia. Este cruce de epitafios ha dejado sentenciada la crisis popular, aunque sólo por ahora, hasta el congreso de Valencia.


28 abril 2008




Un rescate mercedario


Santiago González

El secuestro del atunero Playa de Bakio concluyó sin males mayores el sábado por la tarde. La liberación del pesquero se produjo, según la portavoz de la Vega, gracias a “una acción coordinada y conjunta del Gobierno, del armador y de la diplomacia”. “Y del periodismo”, debió añadir para darle a cada cual lo suyo, porque el jefe de la diplomacia española, propiamente dicho, se enteró de la buena nueva por boca de un periodista español que acababa de recibir un sms. El hecho tuvo lugar durante una rueda de Prensa que Miguel Ángel Moratinos compartía en Lima con el presidente peruano, Alan García.

Era una buena noticia en sí misma. Ninguna otra consideración puede tener tanto peso como el alivio de los pescadores y sus familias ante la cercana perspectiva de volver a abrazarse. Es más discutible que podamos hablar de ‘final feliz’. La vicepresidenta, que no tuvo su día más transparente, respondió elusivamente a la cuestión de si se había pagado rescate por la recuperación del barco –desvalijado- y de sus 26 tripulantes sanos y salvos. Recurrió a una perífrasis difícilmente cuestionable, que la prioridad del Gobierno fue en todo momento salvaguardar la integridad física de los secuestrados. Tampoco habría faltado a la verdad si hubiera dicho, un suponer, que a lo largo de la negociación nunca se había contemplado la posibilidad de pagar ningún precio político por el rescate.

Afortunadamente, los piratas no habían pedido, no ya el derecho de autodeterminación, sino ni siquiera una triste reforma estatutaria. Querían y obtuvieron, eso sí, una relación más o menos bilateral y un plan de financiación modesto: 770.000 euros a pagar de una sola vez, y, según se dice, en metálico. ¿Qué es eso para nosotros? Nada, si bien se mira. Albañilería y pintura para dos reformas como la que hizo Bermejo en su vivienda.

Se ha pagado a los secuestradores, lo que a todas luces parece una medida sensata y humanitaria para no poner en peligro 26 vidas inocentes. Pero una vez conseguido el objetivo principal, faltó un detalle para que el drama tuviese, en efecto, un final feliz. Como el del velero francés Ponant, un por poner, con el dinero recuperado y los secuestradores detenidos. La negociación con unos piratas no puede comprometer a un Gobierno legítimo, al igual que las promesas del negociador, la figura policial que lleva la voz cantante en los atracos con rehenes, no son de obligado cumplimiento, una vez liberados estos.

Es una de esas pequeñas paradojas de la vida, que pudiendo elegir el modelo de Sarkozy para hacer frente a la piratería, se haya optado por la Orden de la Merced, que nació en el siglo XIII para liberar a los cautivos cristianos mediante el pago del rescate a sus captores sarracenos. El presidente francés será de derechas, pero es laico.

El Gobierno, que había incumplido una bienintencionada resolución del Congreso de 2006, hará bien en impulsar un acuerdo internacional para garantizar la seguridad a la pesca y la navegación en el Índico. Mientras, debería cuidar su imagen, con el fin de que no corra entre los piratas la especie de que el Gobierno español es flete, nunca mejor dicho. Montesquieu explicaba en su magnífica Grandeza y decadencia de los romanos, que cuando estos iniciaron su declive, a veces por cobardía, otras por debilidad, compraban tranquilidad a los pueblos que amenazaban invadirlos. Inútilmente, argumentaba el barón: “la paz no puede comprarse, porque quien la ha vendido se encuentra con ello en mejores condiciones para hacerla comprar nuevamente.”


26 abril 2008

del País Vasco

La orquesta en Mondragón

Santiago González

La experiencia demuestra que algunas cuestiones deben resolverse en caliente, sin dar tiempo a que entre en juego el cálculo político y la mezquindad de los intereses partidarios. Mondragón es un ejemplo vivo de cómo el asesinato de un exconcejal no es capaz de suscitar una reacción mínimamente digna entre quienes fueron sus compañeros de corporación municipal. El alivio de luto es en política un visto y no visto que mantiene circunspectos durante un rato a los asistentes, justo lo que duran los oficios, que es el tiempo que tardan en volver del corazón a sus asuntos. El comportamiento es tan humano, tan sabido, que dejó huella en el refranero: el muerto al hoyo y el vivo ya se sabe.

El Ayuntamiento de Mondragón votó cinco mociones el jueves por la tarde, un mes y medio largo después del asesinato de Isaías Carrasco. El coronel Aureliano Buendía emprendió a lo largo de su vida 32 guerras civiles y las perdió todas. Mucho más eficaz, la alcaldesa de ANV sólo presentó una moción, que perdió, pero a cambio, ganó las otras cuatro. El resto de los proponentes, PNV, PSE, Aralar y el PP, perdieron las cinco.

Ezker Batua, esa perversa inflorescencia de Madrazos en la izquierda, economizó sus esfuerzos y repartió sus votos según aprendió de Batasuna con el Plan Ibarretxe: una votó en contra de la moción y los otros dos se abstuvieron, en un cálculo al límite que empataba a nueve los partidarios de la dimisión y los otros. El voto de calidad de la alcaldesa inclinaría la balanza.

En realidad, no hizo falta. Sorprendentemente, el PP se abstuvo e Ino Galparsoro no tuvo necesidad de suplementar su voto. Había una primera paradoja en llamar “moción ética” a una propuesta atravesada de cálculo político y oportunismo partidista. Es verdad que la moción conjunta presentada por la nueva transversalidad había sido precedida por el error del PNV, que en un primer momento se negó a censurar a la alcaldesa por boca de Joseba Egibar, respaldado por la Asamblea de Gipuzkoa de su partido y corregido podteriormente por Urkullu. Hay que registrar también, el clamoroso plantón de los cuatro concejales socialistas el 3 de abril, en el pleno en que la concejal del PP propuso una moción de condena a ETA que fue derrotada.

¿Son estos precedentes una razón suficiente para que Itziar Lamarain se abstuviera? En absoluto. Por ambiguo que sea el comportamiento del PNV y el PSE, nadie se alinearía racionalmente con Ezker Batua para no coincidir con los citados. En segundo lugar, en política, como en la vida en general, es preferible no tomar iniciativas que no se van a poder explicar a la parroquia con unas mínimas garantías de comprensión. En tercero, la concejal del PP fue interrogada por lo sustancial de la moción, si consideraba que la alcaldesa de Mondragón era indigna de ocupar el primer sillón del Consistorio. No importa que hubiera precedentes y agravios, ni el indigno comportamiento de López con Rajoy y María San Gil en la mismísima capilla ardiente de Isaías Carrasco. Ella debió contestar que sí a esa pregunta. Para los matices están las explicaciones de voto, pero de mil veces que le planteasen la cuestión, mil veces debería responder que sí. Por último, tendría que haber pensado que a partir de ahora, no importa el error político que llevó a la legalización de la parte de ANV en la que está el equipo de Gobierno de Mondragón, ni que su voto no fuera decisivo para un resultado ya prefigurado por EB. Ni siquiera que la moción derrotada no hubiera servido para otra cosa que dar paso a otra etapa en la absurda y compleja hoja de ruta definida por el PNV a causa de su compleja situación interna y de sus complejos hacia el exterior. Ella y su partido serán acusados de haber permitido la continuidad de ANV al frente del Ayuntamiento.

Ayer volvió a ser derrotada otra moción ética, ésta en el Ayuntamiento de Hernani con la abstención de Ezker Batua. El PP apoyó con su solitario voto la moción que afeaba su actitud a los concejales de ANV y los invitaba a dimitir, lo que parece una rectificación con respecto a lo sucedido la víspera en Mondragón. La derrota de la insuficiente moción ética del jueves convierte en improbable la moción de censura para el futuro. En buena lógica, el PNV reservaba la censura para el caso de que no dimitieran por las buenas. Si ni siquiera se les ha pedido que lo hagan voluntariamente, habría que forzar el sentido de la estrategia peneuvista para echarles por las malas.

Somos, efectivamente, un país muy plural y muy diverso. Ojalá fuésemos un poco más singulares y homogéneos.

25 abril 2008



Veinte años después

Santiago González

Si hubiera que explicar conceptualmente la ruptura que propuso el diputado general de Vizcaya en su discurso de la Fundación Sabino Arana, podríamos decir que el miércoles fue la vez primera que un dirigente relevante del nacionalismo vasco rompía radicalmente con Lizarra. Si se hiciera en términos personales, podría decirse que una parte significativa del PNV ha empezado a dar la espalda al lehendakari.

Ahora, que de casi todo hace veinte años, cantaba Serrat hace veinte años, una nueva generación de jelkides ha empezado a pilotar al PNV hacia posiciones clásicas para repetir un proceso que tiene algo de déjà vu, de experiencia ya vivida.

Hace veinte años largos de aquel Debate de Política General (septiembre de 1987) en el que Ardanza, que anteayer bendecía con su presencia en primera fila las palabras de José Luis Bilbao, formuló la famosa cuestión de los fines y los medios que separaban al nacionalismo democrático del que no lo era. Aquella afirmación sentó las bases para la firma del Pacto de Ajuria Enea tres meses después, el 12 de enero de 1988.

La esencia de aquel acuerdo fue el cambio de frontera. La raya divisoria entre los vascos ya no separaba a nacionalistas y no nacionalistas, sino a demócratas y partidarios de la violencia. Justo el criterio que se enterró en Lizarra. Veinte años y seis meses después, Bilbao desprecia explícitamente la acumulación de fuerzas nacionalistas, recurriendo a una expresión gemela a la de Ardanza: “Yo no comparto con ellos (ETA, Batasuna y el complejo entramado que recibe el nombre de ‘Izquierda abertzale’) ni los medios ni los fines. Mi Euskadi no es la suya.”

El tripartito era, al fin y al cabo, un subproducto de Lizarra. Madrazo ya no da más de sí como coartada de transversalidad, adorno fútil de un Gobierno nacionalista con un proyecto nacionalista. Fue útil mientras duró. Ibarretxe no habría podido mantener tanto tiempo su Gobierno sin el apoyo de los tres escaños de Ezker Batua. Sus únicas posibilidades reales de gobernar habrían sido un impensable pacto con Batasuna o con los socialistas; en la práctica, una sola. Expuso Bilbao que el futuro pasa por un gran entendimiento con los socialistas y aquí le hizo Urkullu una matización menor: acuerdos políticos sí, pero para gobernar juntos habrá que esperar a los resultados electorales.

Pues claro. Ya pasó hace algo más de 20 años. Tras la forzada dimisión de Garaikoetxea el 20 de diciembre de 1984, el PSE y el PNV suscribieron un pacto de legislatura, que duró hasta la ruptura del grupo parlamentario del PNV y las elecciones anticipadas de 1986. Formaron Gobierno de coalición hace 21 años y fue una experiencia interesante durante la legislatura que duró.

Después pasó lo de siempre: la voces ancestrales y la vieja que pasaba llorando llamaban al nacionalismo y el PNV no pudo resistir la tentación y formó un tripartito nacionalista con EA y Euskadiko Ezkerra. Tras la experiencia fallida (ocho meses) volvió al hogar conyugal en septiembre de 1991. La cabra, dicho sea sin ánimo de señalar, tiene querencias montunas y volvió a las andadas en Lizarra, siete años más tarde.

La nueva generación ha redescubierto las ventajas del acuerdo entre las dos grandes sensibilidades del país y el hombre que vinculó su nombre al Plan Ibarretxe ve declinar su estrella. No sabemos si se repetirá la escisión guipuzcoana de hace 20 años, encabezada ahora por Egibar, pero habrá pacto PNV-PSE, hasta que alguien vuelva a oír voces. La vida es un eterno retorno.

23 abril 2008



Una de piratas

Santiago González

La vida moderna es un fenómeno de complejidad creciente. Una decena de piratas mantiene secuestrado el atunero Playa de Bakio con 26 tripulantes a bordo. Capturados en alta mar, fueron conducidos a las costas somalíes, donde permanecen fondeados a la espera de acontecimientos. El Gobierno ha enviado una de las fragatas más modernas y mejor equipadas de la Armada al lugar de los hechos con propósitos disuasorios, aunque la disuasión, para ser eficaz, requiere que los secuestradores se convenzan de que el interlocutor está dispuesto a usar la fuerza. No parece el caso, sin que esto deba interpretarse como crítica en esta fase del proceso. El objetivo primero del Gobierno, es, no podría ser otro, rescatar indemnes a los tripulantes, devolver a estos a sus familias y el barco a su armador.

Es principio de general convencimiento que se va a negociar con los piratas. Es el protocolo. Y la costumbre. El diálogo es consustancial a la resolución de los conflictos. Negóciese y devuélvase la libertad a esos hombres, también lo hizo Sarkozy a primeros de mes con el fin de liberar a los 30 tripulantes de un yate de lujo francés, el Ponant. Pero una vez rescatados, los GIGN (Groupe d’ Intervention de la Gendarmerie Nationale, el cuerpo equivalente a nuestros GEOS) asaltaron el refugio de los piratas y los detuvieron con el dinero del botín. Hay un precedente clásico en la captura del joven Julio César por los piratas cilicios. El secuestrado se ofendió porque sus captores sólo pensaban pedir veinte talentos por su rescate. Les convenció para que pidiesen 50 y mientras esperaban el dinero les leía sus discursos, les insultaba si no aplaudían y les anunciaba que iban a ser ejecutados, lo que divertía mucho a aquella peña. Cuentan Suetonio y Plutarco que lo primero que hizo tras ser rescatado fue fletar una flota, apresar a los piratas y crucificarlos.

No es éste un ejemplo para seguir en sentido literal. Francia hizo una versión muy razonable adaptada a los gustos modernos. Afortunadamente, no parece que el Gobierno esté fascinado por la propuesta del Ejecutivo vasco para constituir una comisión tripartita intergubernamental Madrid-Euskadi-Galicia y constituir una mesa de negociación -¿o quizá dos?-con los piratas. Puestos a aplicar a la solución de un secuestro la metodología de ‘los procesos de paz’, con el fin de buscar ‘la solución dialogada’, el consejero vasco se ha quedado antiguo. Los piratas ya no son como los de antaño, gente con aureola romántica, amén de carencias físicas y prótesis rudimentarias. Ahora tienen bufetes de abogados en Londres, que se ponen en contacto con el armador y le explican cuánto le va a costar la resolución del conflicto y el número de cuenta en el que debe ingresar el dinero. Luego se cobran su comisión y entregan el principal a sus mandantes. Manda huevos.

El asunto es qué vamos a hacer nosotros después de liberar a los rehenes. No parece que una fragata sea bastante para garantizar la seguridad en el área del Índico en la que faenan los 30 pesqueros españoles. Además, eso encarecería el kilo de atún aún más de lo que ya lo ha encarecido la demanda japonesa. Se necesita una solución internacional para barrer los piratas de la zona. De otra manera, los rescates de hoy estimulan los secuestros de mañana. Lamentablemente, la carencia más grave de la UE es la falta de una política de Defensa común y no parece que España tenga peso específico para impulsarla. Esperemos y, de momento, fijémonos en Francia, que apunta buenas maneras.

22 abril 2008


Llegó la crisis

Santiago González

A Rajoy le ha pasado con la política lo mismo que a Zapatero con la economía: que ha visto cómo en un momento la desaceleración se transformaba en crisis. La diferencia, a favor de los socialistas, es que la crisis que gestionan ellos es escote, mientras la crisis política de los populares es personal e intransferible. Da la impresión de que la derecha española, sin un liderazgo enérgico que le aporte una cierta cohesión, se deshilacha por las taifas y los personalismos.

Con el aldabonazo de ayer en Elche, Rajoy ha tratado de afirmar ese liderazgo, aunque el resultado parece escasamente estimulante para su clientela potencial. No por culpa suya solamente, claro. Después de una derrota como la que experimentó el PP el 9 de marzo, lo más lógico habría sido dejarle gestionar el resultado y pactar la renovación del partido de aquí al congreso de Valencia, en vez de convertir este tiempo en una batalla por las primarias, ni siquiera declarada por una de las partes, pero igualmente encarnizada.

Deberían tomar nota de la experiencia del PSOE. Hicieron unas primarias que ganó Borrell y a la vista del éxito, no volvieron a convocarlas. No parece que de este tiempo vaya a salir un proyecto político centrado capaz de ilusionar a esos dos millones de votantes socialistas que quiere atraer Rajoy. Si el Congreso se resuelve bien, puede que el Partido Popular esté en disposición de ganar las elecciones de 2016.

Zapatero ha demostrado su capacidad para gobernar durante una legislatura mediante un pacto de aislamiento al principal partido de la oposición. Lo más notable, es que, después de fracasar en sus proyectos clave, haya vuelto a ganar las elecciones con la estrategia contraria, ofreciendo pactos al PP. Ha conseguido convencer a la opinión pública de que la clave de los fracasos macro no está en la acción del Gobierno, sino en la actitud de la oposición. El éxito en este empeño ha sido tal que los populares han interiorizado la falacia. Como si creyesen que su oposición era un elemento de crispación, se muestran dispuestos a alcanzar acuerdos donde en los cuatro años anteriores no pudieron, dando la razón retrospectivamente a las acusaciones socialistas ante la opinión pública.

En consecuencia y mientras el Gobierno surfea sobre la crisis económica con ministras y cuidados paliativos, los populares han colgado el cartel de ‘las familias no reciben’, al tiempo que han pedido pista y focos para depurar sus responsabilidades. Se han convertido en ruiseñor de sus desdichas y eco de la mala suerte, como diría aproximadamente Miguel Hernández. Mientras, Zapatero forma un Gobierno a su imagen y semejanza cuya tarea fundamental no es tanto la gestión de los problemas como hacer pedagogía, es decir, para que nos vayamos enterando. Le ha faltado en realidad un poco más de audacia revolucionaria, porque en el fondo no puede sustraerse a su condición socialdemócrata: si se hubiera atrevido con un gabinete compuesto exclusivamente por ministras, salvo él mismo, habría blindado la gestión de la acción de gobierno a cualquier crítica, que sería inmediatamente descalificada por machista y sus autores, quizá imputados en alguno de los supuestos que contempla la Ley contra la Violencia de Género.

El PP está en crisis y, en vez de modular como oposición, se va a embarcar en un debate ideológico. Y en un juego político distinto: ya no es verdad universal que la derecha se una por intereses y la izquierda se divida por ideología. Ahora son los de derechas los que parecen trotskistas.

19 abril 2008

del País Vasco


Coalición Azkarate

Santiago González

La portavoz Azkarate no atraviesa por sus momentos más felices. El descubrimiento de un agujero de medio millón de euros que director financiero del Guggenheim había ido produciendo poco a poco, entre pellizquitos y torniscones, la interpelaba en su doble condición de consejera de Cultura y portavoz del Gobierno vasco. Y se expresó al respecto con una de esas frases que piden mármol para lección de generaciones venideras, la expresión de un deseo que es toda ella anacoluto entre las dos comillas: «(que esto) no empañe la trayectoria del museo, de un proyecto que ha sido brillante y que seguirá siendo uno de los buques insignia en nuestro país». La trayectoria es un discurrir que puede ser interrumpido, pero no empañado. Por otra parte, bien se ve que Azkarate es consejera en un país de duplicidades. Si tenemos dos orquestas sinfónicas, ¿por qué no habría de tener nuestra escuadra varios buques insignias? Seguramente Carme Chacón está en condiciones de explicarle que buque insignia, como madre, sólo hay uno en cada flota.

El problema es que el Gobierno vasco lleva los asuntos del Guggenheim como si se tratara de las contabilidad B de una logia. No hubo manera de que los ciudadanos vascos, lo que ampulosamente llamamos la opinión pública, supiera cuánto les ha costado la compra de unas esculturas de Serra. El oscurantismo es lo que tiene, que se convierte en celestina de todo comportamiento licencioso.

Pero el oscurantismo no se manifiesta siempre con silencios. A veces, la portavoz del Gobierno ha llevado la confusión a las mentes simples por emplear más palabras de las justas, especialmente cuando las declaraciones son contradictorias entre sí.

Miren Azkarate es la portavoz de un Gobierno tripartito que sólo pedalea para no caerse de la bicicleta. En su rueda de Prensa de hace dos semanas, tras el consejo de Gobierno del martes, 1 de abril, defendió la posición de Egibar, contraria a la moción de censura contra la alcaldesa de Mondragón, por la indignidad democrática de no condenar el asesinato de un vecino del pueblo que había sido concejal del ayuntamiento presidido por ella.

Dos semanas después, el martes, 15, se escudó en las posiciones clásicas: Ese es un asunto que no compete al Gobierno vasco, sino a los partidos que lo integran. Pero algo debió de remover en su rica y polifacética personalidad el secretario general de los socialistas vascos al calificar con bastante propiedad de ‘impresentable’ el hecho de que el lehendakari no haya expresado opinión alguna sobre la necesidad (o no) de desalojar a Ino Galparsoro de la alcaldía de Mondragón. Y ha salido a poner en su sitio a Patxi López, recomendándole "que se tranquilice un poco" y deje de "zurrar" a los partidos del Ejecutivo de Ibarretxe, "a no ser que desee perder los apoyos que tiene en Arrasate" de PNV y EA para la ya fracasada moción de censura.

Durante la misma mañana de ayer, la portavoz de Ibarretxe fue desautorizada en estéreo: por el aparato del partido y por el presidente del EBB. Esta mujer es mucho más que una portavoz: constituye una coalición en sí misma. Superada la metáfora del péndulo, ella encarna al mismo tiempo las dos almas de su partido, la encrucijada entre el posibilismo y la tentación soberanista que en algunos momentos tiene al partido-guía tan indeciso que se arriesga a perder el Gobierno, no ya por no acertar en la elección, sino por ser incapaz de elegir. Morir de hambre y de sed como el asno de Buridán, por no saber optar entre el montón de avena y el cubo de agua.

Todo hace pensar que la semana que viene va a vivirse una jornada de vergüenza democrática en el Ayuntamiento de Mondragón. Se veía venir. Decisiones como la de desalojar a una alcaldesa indigna deben tomarse en las primeras horas después del asesinato. Un par de días después ya están en alivio de luto y todo se hace mucho más difícil. Los concejales han interiorizado el miedo y sus dirigentes la capacidad de cálculo. Mientras, ETA volvía a atentar contra los socialistas vascos con la bomba en la Casa del Pueblo de La Peña, cumpliendo rigurosamente el vaticinio que a comienzos de semana hacía el portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, al instar a la unidad de los partidos, “porque ETA va a zumbar”. Recomendación muy razonable, no porque la unidad de los partidos sirva en sí misma para combatir a ETA, sino porque ahorra a nuestros representantes democráticos el espectáculo de la indignidad y a nosotros el peor de los ejemplos.


Agua milagrosa

Santiago González

Un trasvase no es un trasvase, sino una captación puntual y transitoria de agua en situaciones de excepción y esto no es un adulterio. “Cariño, no es lo que parece”, dicen siempre los sorprendidos in fraganti. “Lo dije aquí hace cuatro años. Hoy lo reitero: mientras sea presidente del Gobierno, no habrá trasvase del Ebro”, dijo Zapatero el 2 de marzo en Zaragoza. Como es presidente para esta legislatura, lo que van a hacer para optimizar el uso de aguas superfluas con fin tan loable como dar de beber a un pueblo sediento, obra de misericordia, no puede ser un trasvase. Tiene que tratarse de otra cosa cuyo nombre no hemos llegado a concretar. De ahí que estemos tan vistosos y adornados de perífrasis. Idéntica firmeza conceptual mostró en 2002 el presidente autonómico Marcelino Iglesias: “Si mi partido cambiase de posición y apoyara el trasvase del Ebro, yo no podría estar ni un minuto más, ni un segundo más en el Pignatelli (sede del Gobierno aragonés). Ahora ha encargado un dictamen para saber qué quiere decir ‘trasvase’. No debe descartarse un gran mitin en Zaragoza en el que los dos presidentes agradezcan a Montilla su buena voluntad al hacerse cargo de las aguas sobrantes.

El gran asunto del agua prefigura la crispación para esta legislatura entre dos Españas transversales que la ven como un motivo de querella. La España seca y la España húmeda anuncian una confrontación anterior a la que oponía a la rural y la urbana, a la agrícola y la industrial. Es una pendencia preindustrial y, por tanto, predemocrática. El agua era expresión de la lucha de clases, incluso cuando había de sobra. Lo dejó escrito León Felipe en ‘Versos y oraciones del caminante’: “Siempre habrá nieve altanera/ que vista el monte de armiño/ y agua humilde que trabaje/ en la presa del molino“.

El agua es la materia prima de los milagros desde siempre: en los ejemplares castigos bíblicos como el diluvio universal y dos de las diez plagas de Egipto, la del agua ensangrentada y la plaga de ranas que amargaban a los egipcios la hora de la siesta. Eso, sin olvidar las aguas del mar Rojo que se separaban o se unían a voluntad. Hacer brotar el agua de una roca o las arenas del desierto, era un portento que gustaba mucho al público de la Antigüedad. Luego, ya con el Nuevo Testamento, los milagros acuáticos eran más espectaculares o placenteros. Recuérdense el paseo del Maestro por el lago Tiberíades o su conversión del agua en vino en las bodas de Caná. Palabras mayores. Fenómenos como los citados antes se quedaron como ejercicios para santos en prácticas.

La sequía suena a mal antiguo, como los sabañones. Ahora, en Barcelona, ha cogido desprevenido al tripartito. Van a hacer un acueducto que no les dará tiempo a terminar, porque se espera que llueva antes, pero creará una impresión verosímil de que se preocupan del tema. No es un fenómeno nuevo. El 15 de febrero de 1990, el Parlamento vasco aprobó una resolución en favor del derecho de autodeterminación de los vascos, mientras los vascos, propiamente dichos, pasaban sed. Todos los días se cortaba el agua corriente entre las seis de la tarde y las seis de la mañana. Empezó a llover cuando se valoraba la posibilidad de adelantar los cortes a las dos de la tarde.

La sequía, la pertinaz sequía, como se decía en la previsible adjetivación de la prosa franquista se ha encargado casi siempre de poner en evidencia los sueños húmedos del soberanismo y sus aliados. Secarral y humedal, las dos Españas frente a frente. “El agua que no desemboca”, escribió Lorca en ‘Poeta en Nueva York’.

16 abril 2008




El Gobierno como apuesta

Santiago González

Si el conde de Lautréamont hubiera escrito hoy sus ‘Cantos de Maldoror’, habríamos pensado que la frase fundacional del irracionalismo surrealista: “bello como el encuentro fortuito entre un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección” estaba inspirada por la composición del nuevo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

Es el triunfo de la paridad sobre la capacidad, aunque no en términos absolutos. Cristina Garmendia, rara avis entre los gobernantes de ahora, ha creado y dirigido una empresa, conoce la responsabilidad de tomar decisiones de las que depende el puesto de trabajo de varias personas. Sin embargo, parece un disparate haber vinculado la formación universitaria a su departamento. La Universidad no puede subordinar su acción docente a su actividad investigadora, especialmente en un país en el que los jóvenes (y las jóvenas, claro, que no quiero incurrir en las iras competenciales de Bibí Aído) llegan a medio alfabetizar del bachillerato.

La ministra de Igualdad debe su nombramiento, al decir de Chaves, a una “apuesta” de Zapatero por la mujer y la juventud y aunque es muy joven ha demostrado “su fuerza y su capacidad gestora” (al frente de la Agencia para el Desarrollo del Flamenco). Es, también, en su opinión, un homenaje a Alfonso Perales, socialista andaluz, por ser ambos naturales de Alcalá de los Gazules. ¿Un Gobierno laico que cree en la reencarnación? Todo puede ser.

El equipo económico del Gobierno nace con los vicios de los viejos tiempos. El nuevo ministro de Industria es intelectualmente competente, pero sus iniciativas políticas con las opas (para que al final Endesa vaya a manos de Berlusconi) y su estreno en la batalla por Madrid, fueron fracasos espectaculares. Por otra parte, parece que la vieja rivalidad con Solbes continúa: antes, incluso, de ser Gobierno, el vicepresidente se sintió obligado a marcar su territorio. Parece otra apuesta del presidente, que, si bien era tolerable en el ciclo de las vacas gordas, puede ser fatal en el de las flacas.

Los partidarios del gobierno defienden la nueva paridad como si ésta fuese el objetivo principal del Gobierno, como si la igualdad fuese fin y no medio. Es tarea de un Gobierno retirar los obstáculos para que todos los ciudadanos (y todas las ciudadanas, claro) tengan el mismo derecho a la educación, las mismas oportunidades profesionales y los mismos derechos laborales, a igual trabajo, igual salario, naturalmente. Pero para dirigir el país, hay que nombrar a los mejores, sea cual sea su sexo y su estado de gravidez. Todos deseamos los mejores profesores para nuestros hijos y los mejores cirujanos si nos tuvieran que operar. No sería razonable que confiásemos la economía del país a un inmigrante de escasa formación con el fin de demostrar que no discriminamos a los negros o que nuestro sentido igualitario no tiene parangón en el mundo. Sustituir el mérito y la capacidad por las apuestas nos va a salir muy caro y, tal como dijo Eugenio d’Ors al camarero inexperto que le derramó encima media botella de champán, “los experimentos, en la cocina y con gaseosa, joven”.

Pero lo surrealista de verdad, el encuentro del paraguas, la máquina de coser y la mesa de disección es el equipo que hará posible el fin de la crispación: Magdalena Álvarez y su reconocida actitud dialogante para crear ambiente. Para el pacto sobre la Justicia, Bermejo, ministro de la Fraternidad y para el acuerdo en política exterior, Moratinos, pero ahora sin el soporte del eficaz Bernardino León, que se lo queda para Él.

14 abril 2008



La niña del clavel

Santiago González

Tenemos por primera vez un Gabinete paritario y paritorio. Es la primera vez que el Gobierno, del que naturalmente forma parte el presidente, ‘primus inter pares’, está formado por tantos hombres como mujeres, empate a nueve. Alcanzada esta cota y con la necesaria humildad, proponemos desde aquí a la ministra de Igualdad que proceda a normalizar la terminología y el Consejo de Ministros pase a llamarse oficialmente ‘Consejo de Ministros y Ministras’.

El golpe mediático de Zapatero, lo nunca visto, es el nombramiento de una mujer joven, catalana, pacifista y embarazada para dirigir a los Ejércitos. Vayamos por partes. La foto de unos soldados desfilando ante una ministra con bombo va a dar la vuelta al mundo por insólita, pero no tiene nada de risible. Compárenla con la toma de posesión de Bono, un error de casting de Zapatero, quizá en la creencia de que sus maneras algo antiguas le hacían un buen interlocutor de las Fuerzas Armadas. En mayo de 1985 deshizo cualquier duda sobre su idoneidad para el cargo, al decir durante una conferencia en Washington sobre el Terrorismo Internacional y la Defensa: Soy un ministro de Defensa y prefiero que me maten a matar como convicción moral personal”.

Carme Chacón, “la niña de Felipe”, tal como dijo ella misma se definió en campaña, es, en realidad, la niña de la revolución de los claveles. Recordarán ustedes aquel poster: tres manos masculinas empuñaban un fusil de asalto y una niña rubia y rizada, con camiseta amarilla, se empinaba para colocar un clavel rojo en la bocacha. La niña portuguesa de la foto debía de tener la misma edad que entonces tenía Carme Chacón y hay entre ambas un nexo generacional. Aquella niña ya ha crecido y se prepara para adornar con flores al “Ejército, ese coloso triste” como acertó a definirlo Paco Umbral.

Algunos medios han saludado su condición de mujer, su juventud y el hito histórico. El 1 de noviembre de 1986 era sábado y todos los periódicos se hacían eco de un nombramiento histórico: la Guardia Civil tenía por vez primera en sus 122 años de historia, un mando civil. Los momentos inaugurales de la vida, de las cosas, son muy del gusto de la izquierda y a los periodistas nos encantan. Los diarios saludaron como avance progresista el nombramiento del nuevo director general. Se llamaba Luis Roldán Ibáñez.

Por muy adanistas que seamos, la novedad no lo es todo. La nueva ministra es también catalana y pacifista. Quienes creemos en la igualdad de los españoles ante la ley, jamás la discriminaríamos por lo primero. Catalán del PSC fue también Narcís Serra y fue un ministro más que aceptable. Otra cosa es el pacifismo de la debutante. Convengamos, de entrada, que ser pacifista es megaguay, pero no supone una cualificación interesante para la gestión de la Defensa. Gandhi es uno de los hombres públicos más admirables del siglo XX, pero no habría sido un buen jefe de Estado Mayor. El mundo moderno es un fenómeno complejo que requiere cierta especialización, así es la vida.

La gestión de la ministra es un cuaderno sin escribir. Tiene por delante una tarea compleja para cualquier lego y hay que desearle toda la suerte del mundo. Como la crítica ha de ser de naturaleza constructiva, he aquí una modesta proposición que quizá encuentre razonable. Tal vez pudiera estrenarse en sus nuevas tareas organizando el próximo desfile de las Fuerzas Armadas en Barcelona, circunscripción de la que salió sobrada de legitimidad y votos el pasado 9 de marzo. Otro día hablaremos del Gobierno.

12 abril 2008

del País Vasco

Un conflicto íntimo

Santiago González

La presidenta del Parlamento vasco, Izaskun Bilbao, inauguró ayer la escultura de Cristina Iglesias en recuerdo de las víctimas del terrorismo con palabras, sin duda bienintencionadas, pero erróneas: "Ninguno de los crímenes que hoy recordamos y lamentamos se han cometido en nombre de este pueblo". Tomemos la expresión en sí y tengamos en cuenta al mismo tiempo que la presidenta de la cámara vasca es persona que ha mostrado en todo momento un sentido de la dignidad institucional y un respeto hacia las víctimas infrecuentes en el ámbito nacionalista. En el mismo acto había puesto de relieve su empatía, flor escasa en estos pagos: “sois de los nuestros, sois nuestras víctimas”.

Tal vez quiso decir otra cosa, pero lo cierto es que ETA ha cometido todos y cada uno de sus crímenes en nombre de este pueblo. Usurpándolo, ciertamente, de manera ilegítima. Pero para deslegitimar el crimen tenemos un impedimento, un escollo casi insalvable: el concepto del conflicto.

El 22 de junio de 1987 se celebró en Barcelona la más grande manifestación contra el terrorismo conocida hasta la fecha, la mayor que había conocido la ciudad desde la vuelta de Tarradellas. Tres días antes, un Ford Sierra cargado con 25 kilos de amonal y 200 litros de líquido inflamable hacía explosión en el aparcamiento de Hipercor causando 21 víctimas mortales.

En cabeza de la marcha, junto a Jordi Pujol, caminaban el ministro de Cultura y portavoz del Gobierno, Javier Solana y el presidente del Parlamento vasco, el también socialista Jesús Eguiguren, pero no José Antonio Ardanza. Pocos días después, el lehendakari tuvo un almuerzo informal con periodistas y, ante la pregunta de uno de ellos sobre las razones de su ausencia, explicó con naturalidad que asistir, era tanto como reconocer que aquella monstruosidad se había cometido en nombre de Euskadi.

Al igual que la presidenta del Parlamento vasco hoy, el lehendakari Ardanza tenía hace 20 años bastante claros algunos conceptos que su partido se ha encargado de oscurecer posteriormente. En septiembre de aquel mismo año dijo que “de ETA no nos separan sólo los medios; también los fines.” Diez años más tarde, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, Ardanza leyó aquel comunicado de la Mesa de Ajuria Enea: "ETA sigue teniendo cómplices entre nosotros (...) Hoy queremos denunciarlos. Se llaman Herri Batasuna (...) No podremos actuar conjuntamente en la defensa de ninguna causa por legítima que ésta sea en sí misma, con quienes con su palabra de apoyo o su silencio cobarde se han hecho cómplices de tan abominable asesinato."

Después de elaborar aquel documento, que suscribieron todos los partidos, el entonces alcalde de Mondragón, el batasuno Xabier Zubizarreta, fue depuesto mediante una moción de censura, sin más trámites. Casi como ahora.

¿Cómo son posibles semejantes incoherencias? Euskadi es una sociedad de gente satisfecha, a la que cuadra como un guante el apellido ‘Del Bienestar’. Las víctimas del terrorismo son un problema, una incomodidad que nos interpela, sin que hayamos sido capaces de encontrar una respuesta convincente y duradera. A lo largo de muchos años y muchos atentados, mientras ETA asesinaba mayormente a agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, era más fácil hacerse el distraído para quien no pertenecía a grupos de riesgo. La víctima viajaba en un furgón que se iba lejos a enterrarla. Tras ella marchaban sus familiares directos, las más de las veces para no volver.

Nuestro pasado está tejido de silencio y cobardía. El homenaje que ayer se tributó a las víctimas, llega un poco tarde, pero, sobre todo, requiere alguna reflexión sobre conceptos como alguno de los expresados más arriba.

El gran conflicto vasco no tiene por antagonistas a Euskadi (desde 1992 Euskal Herria) y a España. Es un conflicto interno, íntimo, familiar. Son nuestras las víctimas y nuestros los asesinos. Ese es el núcleo de la tragedia que se va enseñoreando de Euskadi tanto tiempo. Aquel mismo año, 1987, Pedro Mari Baglietto publicó una autobiografía póstuma y apócrifa de su hermano Ramón, asesinado por un muchacho a quien había salvado la vida veinte años antes. Patxo Unzueta escribió un prólogo magnífico, en el que partía de la historia de los Baglietto, familia a la que también pertenecen una abogada de Batasuna y el mismísimo dirigente etarra Eugenio Etxebeste, ‘Antxon’. Hay más casos análogos. Euskadi es un árbol genealógico cuyas ramas dan indistintamente víctimas y verdugos. Para homenajear debidamente a las primeras, es condición necesaria, no suficiente, adoptarlas como propias. También es preciso considerar a los segundos como ajenos.

11 abril 2008





Óptimo, no máximo

Santiago González

Hacía más de cuatro años que un socialista no subía a la tribuna de oradores del Congreso para pronunciar palabras como ‘derrota’ en relación con el terrorismo y menos aún expresiones como “banda de asesinos a la que hay que perseguir con todos los instrumentos del Estado de Derecho” para referirse a ETA. El miércoles pasado, el portavoz del Grupo Socialista, Alonso empleó unos términos que parecían sacados del Pacto Antiterrorista o copiados de los discursos del principal, y en rigor único, partido de la oposición durante la legislatura pasada.

Momentos como estos, después de un proceso fracasado de conversaciones con ETA y aledaños, podría pensarse que eran propicios para que el partido que menos se equivocó en la evaluación del problema viera llegado el momento de su reivindicación. Había dos cuestiones importantes: la primera era no negarse a reconocer la realidad, el cambio evidente en la política de Zapatero acerca del terrorismo desde el 5 de junio de 2007, fecha en la que ETA da por terminado oficialmente lo que había dinamitado en sentido estricto en la T-4; la segunda, dar la bienvenida al Gobierno hacia las posiciones propias.

No ha podido ser. Los evangelios ya advertían de que los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. Herri Batasuna se anotó el triunfo en las negociaciones sobre Leizarán con una inversión tan modesta como una botella de cava y dos vasos de plástico para escenificar un brindis ante unos fotógrafos de prensa. Al PP no le queda tiempo para malgastar, porque ya desde la víspera había conseguido organizar un espectáculo de su crisis bastante más atractivo en términos mediáticos que el debate de Investidura. Hasta el Congreso de junio no van a estar para nada. Es lo que tienen los partidos con mucha vida interior.

La cuestión es que tampoco pueden recrearse en la melancolía. La segunda jornada de la investidura deparó a la ciudadanía un espectáculo vibrante, intenso, entre el candidato Zapatero y una nueva estrella parlamentaria. Rosa Díez llevó al Congreso palabras duras, exactas, diamantinas. Era una voz entre 349, pero su solo se oyó nítido en toda España. No iba a ser una francotiradora, sino una voz institucional y habló de los problemas que enfrían la percepción que se extiende entre los españoles sobre los asuntos públicos. Pidió el cambio de la ley Electoral y llamó ‘privilegio’ al privilegio, ‘manipulación’ a los criterios cambiantes de la Fiscalía y reclamó un par de reversiones: la modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial para volver a los criterios de los primeros años 80 y a una mayor independencia de los jueces, que es la base de la separación de poderes y la devolución al Estado de la competencia educativa.

Evaluar el Estado autonómico, mejorar lo que funciona y devolver al Estado las competencias que no se pueden gestionar con eficiencia, qué sacrilegio. El propio candidato se lió un poco al relacionar en su respuesta igualdad con autonomía. El recientemente nombrado consejero de Estado, José Ramón Recalde, acuñó hace más de veinte años una distinción inalcanzable para los nacionalistas: en lo tocante a la autonomía, el óptimo raramente coincide con el máximo.

UPyD estrenó con sobresaliente a su única diputada en el Congreso. Su debate con el aspirante a la Presidencia tuvo acentos de democracia recién inaugurada. Muy probablemente, el escaño de Rosa Díez ha privado al PP de tres o cuatro, por los restos. Tenemos oposición de guardia mientras los populares no tengan a bien aclararse en sus asuntos. Ha sido una inversión rentable.

09 abril 2008



¿Qué es un pacto de Estado?


Santiago González

De la hora y veinte minutos que duró su discurso, el candidato a la Presidencia del Gobierno empleó dos minutos y cuarenta segundos en hablar del terrorismo. No es mucho, teniendo en cuenta que en ese tiempo incluyó una mención expresa a cada uno de los cinco asesinados por ETA durante la legislatura y un capítulo de agradecimientos a jueces, policías, fiscales, guardias civiles y a la colaboración francesa, así como a los partidos que secundaron su política en materia de terrorismo.

En su último turno de palabra, el aspirante puso como ejemplo de acuerdo de Estado el que hizo posible la Constitución, en el que no estuvieron solamente UCD y el PSOE, porque, explicó, “uno de los éxitos del Pacto Constitucional es que fue extraordinariamente incluyente”.

Extraordinariamente, no. El aspirante Zapatero era muy joven entonces, pero el consenso constitucional no fue capaz de integrar al PNV que hoy es, qué casualidad, el socio preferente del candidato, desde el día siguiente de las elecciones. El problema es que el pacto de Estado no admite la propiedad conmutativa. El orden de los factores sí altera el producto y en los pactos de Estado hay que seguir un protocolo: el único socio imprescindible para el Gobierno es el principal partido de la oposición.

Un pacto de Estado es un compromiso entre el partido del Gobierno y el que podría llegar a gobernar para garantizar la continuidad de la acción del Estado más allá de la alternancia, de cuál es el partido al que los españoles (y las españolas, que no se me olvide) encargan la tarea de gobernar. Respecto al terrorismo es una voz conjunta, que anuncia a ETA su entrada irremediable en el 9º círculo del infierno del Dante: “Lasciate ogna speranza, voi ch’entrate”. La esencia del pacto Antiterrorista no era el compromiso de soslayar tal asunto en el debate político, sino la resolución de derrotar la estrategia terrorista, poniendo para ello todos los instrumentos del Estado.

El Pacto Antiterrorista de 2000, aunque de menos trascendencia que el Constitucional, fue un ejemplo canónico de acuerdo de Estado, por más que dos años después de su firma ya lo estuviera traicionando Jesús Eguiguren al dialogar con Batasuna a escondidas del Gobierno, y, si tal cosa se pudiese creer, a espaldas de la mismísima dirección del PSOE.

La proposición socialista que aprobó el Congreso de los Diputados en mayo de 2005, por la que se autorizaba al presidente del Gobierno a la negociación con ETA, no fue un pacto de Estado, porque en aquella iniciativa faltaba precisamente la única conformidad que era imprescindible, junto a la del PSOE: la del PP. Ambas iniciativas estaban separadas por cinco años y 110 escaños. La primera tenía a su favor a los 312 diputados que sumaban el PSOE y el PP. La segunda estaba apoyada por 202: los 164 del PSOE y los 38 que sumaban sus socios. Es verdad que reflejaba el aislamiento del PP, pero era también la soledad del Gobierno, a pesar de sus nuevos socios, plurales y diversos.

Había dos resoluciones: una ha fracasado y el Pacto de Estado por las Libertades y contra el Terrorismo ha sido demolido. ¿Podría reeditarse con algunos cambios? Los más optimistas sostienen que sí, que bastaría modificar el prólogo, eliminando toda referencia a los nacionalistas vascos, a quienes se afeaba su comportamiento en Lizarra. No habría inconveniente mayor en ello. Al fin y al cabo el Pacto de Estella fracasó hace una eternidad. El problema es quién se encarga de convencer a ETA de que nunca más ningún Gobierno querrá negociar con ellos. “Bah”, pensará con seguridad Txeroki. “Siempre nos quedará Eguiguren”.


07 abril 2008



A veces, una mujer

Santiago González

A veces, sólo a veces, una voz de mujer se eleva en el páramo vasco para hablar en nombre de la humanidad. Por encima de las conveniencias, por encima del silencio que han adoptado como norma sus compatriotas masculinos, una mujer vasca se atreve a lo que no osan la mayoría de los hombres. El sábado fue Ana Iríbar, hace cinco años, Maite Pagazaurtundua, y en medio un largo etcétera de nombres: la madre de esta última, Pilar Ruiz Albisu; Mapi de las Heras y Pilar Elías, viudas de Fernando Múgica y Ramón Baglietto; mujeres curtidas de funerales que han hecho de la política su oficio: María San Gil, Rosa Díez y tantas otras.

Fue Maite Pagaza la primera Antígona que se atrevió a negar a Ibarretxe un lugar en el velatorio de su hermano. Su madre se plantó, no ya ante Creonte, sino ante un Patxi López que en aquella ocasión no se atrevió a exigir al PNV la destitución del alcalde de Andoain, por la villanía de aceptar el asesinato de un subordinado suyo: el jefe de la Policía Municipal, Joseba Pagaza. Ahora ha sido Ana Iríbar la que ha subido a una tribuna para expresar su desprecio a un gobernante que no supo estar a la altura. Trece años después del asesinato del popular Gregorio Ordóñez, el Parlamento vasco ha puesto una placa de bronce con su nombre junto a la del socialista Fernando Buesa. En el mismo Parlamento en el que el entonces portavoz del PNV, José Antonio Rubalkaba, se dirigió a los escaños que ocupaban los partidos de ambas víctimas para reprocharles: “Ustedes no hicieron nada (por la paz) mientras otros nos estábamos jugando el bigote”, en un escalofriante juego de inversión.

Hay que recordar a Regina Otaola, alcaldesa en ejercicio de Lizartza, pueblo que en el mandato anterior fue regido por Joseba Egibar. El dirigente nacionalista tomó posesión de la alcaldía el 14 de junio de 2003. Dio un paseo por el pueblo, mientras los paisanos le gritaban “¡lapurra!” (ladrón) y no volvió en los cuatro años siguientes. Los asuntos municipales que requerían su firma eran despachados por él con la secretaria del Ayuntamiento en un hotel de Tolosa.

Hay que hablar también de Itziar Lamarain, esa concejal de Mondragón sola frente a los insultos radicales para exigir a la alcaldesa de ANV que condenara el asesinato del socialista Isaías Carrasco. Incomprensiblemente, los cuatro concejales del PSE, ausentes, anunciaban que no acudirían a ningún pleno hasta que el PNV se comprometa a suscribir la moción de censura contra Galparsoro. En el País vasco hay 34 ayuntamientos presididos por ANV. En ninguno de ellos ha condenado el alcalde el crimen de Mondragón, sin que se haya detectado plante alguno por los compañeros de partido de la víctima.

Hay que citar con respeto a Cristina Cuesta, la primera víctima que levantó su voz en un acto público de San Sebastián para reclamar la unidad y la palabra. El legendario matriarcado vasco ha soportado sobre sí la fantasía de un pueblo indomable cuando, en realidad, son mayormente mujeres las personas que resisten. Euskadi es la demostración de la inanidad científica de una leyenda universal: la que relaciona cualidades como el coraje y el heroísmo con la hombría, atribuyéndolas erróneamente a la actividad del par de glándulas de secreción interna que suele colgar de la entrepierna a los varones.

Las mujeres vascas, Ana Iríbar, todas las citadas y muchas más, no necesitaban paridades. Ellas han acreditado en cuantas ocasiones han tenido un valor y un sentido de la dignidad mucho más altos que el de sus pares masculinos en la triste sociedad vasca. Muy superior, incluso, al de sus dirigentes. Bienaventuradas sean.


05 abril 2008



Tres náufragos en una balsa

Santiago González

Pese a lo refractarios a la realidad que suelen mostrarse los dirigentes políticos, a poco que se manifieste adversa, las señales de la crisis se abren paso a veces en el discurso de los menos empecinados. Nunca es tarde. Un grupo de dirigentes de Ezker Batua-Berdeak, la franquicia vasca de Izquierda Unida, ha dado los cuartos de su maltrecha organización al pregonero mediante una carta publicada en El Correo, en la que reclamaba a su partido “una sincera autocrítica”.

A lo largo de la última legislatura, Javi Madrazo ha perdido más de la mitad de los votos que había conseguido en las generales de 2004. Es más de lo que puede soportar el voluntarismo de cualquier organización. Es difícil reconocer en EB-B -¡qué caprichosos se muestran a veces los acrónimos!-las huellas de aquel PCE que tan conveniente fue para el correcto desarrollo de la transición.

Esta es una crisis que ha venido a manifestarse al mismo tiempo en los tres socios del tripartito que sostiene aún a Juanjo Ibarretxe. Eusko Alkartasuna perdió en las últimas elecciones el 38% de sus votos y el PNV, el 28,6%. Madrazo fue nombrado consejero de Vivienda y Asuntos Sociales por el lehendakari en septiembre de 2001 y ya su propio nombramiento exigió una crisis de Gobierno, que se contagió a las relaciones entre los dos socios que lo formaban: PNV y EA. Madrazo hizo valer sus tres escaños para exigir la cartera que le interesaba: Vivienda y Asuntos Sociales. Vivienda, junto a Ordenación del Territorio y Medio Ambiente acababa de estrenar como titular dos meses antes a Joseba Azkarraga. Los otros dos consejeros de Eusko Alkartasuna eran Anjeles (sic) Iztueta, de Justicia y Asuntos Sociales y Sabin Intxaurraga, de Educación y Universidades.

El lehendakari se reveló en aquella crisis como un consumado bricoleur: a la cartera de Azkarraga le quitó Vivienda y Medio Ambiente. A Justicia le quitó Asuntos Sociales. Intxaurraga pasó a Medio Ambiente, que ascendió a Consejería; Anjeles Iztueta se hizo cargo de Educación y Azkarraga fue consejero de Justicia, reforzada con la competencia de Empleo. Un lío.

Durante estas dos legislaturas, Madrazo ha sido un perfecto valet de chambre para Ibarretxe, su coartada de transversalidad para desarrollar la política más soberanista. Sus tres escaños pusieron al tripartito al borde de la mayoría absoluta (38 parlamentarios) y estuvieron incondicionalmente, sin desmayo, proporcionando peana al Plan Ibarretxe y derivados.

Siete años después, el país se acerca mucho al concepto de la acracia foral, que diseñó acertadamente Teo Uriarte. Inane en su gestión e incapaz de señalar objetivos que puedan compartir todos los vascos, se ha limitado a resolver el día a día, cumpliendo las tres características que un viejo anuncio publicitario reivindicaba para una marca de compresas: “no se nota, no se mueve, no traspasa”.

El tripartito es ya una balsa de náufragos, una suma de soledades que tiene a su presidente en el tránsito que describe el famoso poema de Lope de Vega entre Ajuria Enea y la Lehendakaritza: “A mis soledades voy,/de mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos”.

La crisis es un ave carroñera que sobrevuela en círculos a los políticos que pierden elecciones. Hay una que no le pierde ojo a Rajoy y otras tres que se prometen un festín con los restos del tripartito en las próximas elecciones autonómicas. Se hace cada vez más evidente que el lehendakari no va a poder convocar su consulta para el próximo 25 de octubre. Lo malo para él es que carece de un plan alternativo. En Mondragón ha perdido la posibilidad de que EHAK vuelva a prestarle tres votos, como el 30 de diciembre de 2004, al aprobar el plan que llevaba su nombre en el Parlamento vasco. El mero anuncio hecho por el presidente del EBB de que el PNV podría llegar a suscribir una moción de censura contra la alcaldesa de ANV que no tiene a bien expresar su repulsa moral a quienes asesinan a sus convecinos, va a hacer sumamente improbable que EHAK vuelva a repetir la suerte.

Esa era con toda seguridad la preocupación de Egibar y el peligro que Urkullu trataba de soslayar inútilmente, difuminando plazos. No es improbable que Madrazo renuncie a apoyar iniciativas que luego tiene que pagar con sus votos. Hasta el 9 de marzo el lehendakari tenía el recurso que figuraba en su hoja de ruta: adelantar las elecciones autonómicas. Una vez visto lo visto, no creo que se atreva, ni que su partido le deje. Sería el primer toro que busca tablas y se apuntilla a sí mismo, sin esperar a que llegue el cachetero.

04 abril 2008



Un plan por etapas

Santiago González

Zapatero calificó de ‘positivo’ el paso dado ayer por Urkullu, que ha comparecido dos veces en 24 horas a propósito de Mondragón. No ha sido frecuente en las últimas décadas que el PNV se haya enmendado, ni siquiera levemente, como consecuencia de un emplazamiento socialista. ¿Han rectificado los nacionalistas? La segunda comparecencia es un reconocimiento implícito de que había error o carencia en la primera. O un hecho nuevo: el comunicado amenazante de ETA, cuya actividad constituye para los nacionalistas "objetivamente, el mayor obstáculo para la construcción nacional vasca".

El partido-guía de los vascos no concibe condena más enérgica, ni argumento de mayor peso moral que tachar al terrorismo de herramienta inadecuada para la construcción. Hay en esta vocación desaforada por la albañilería una coherencia íntima. En el verano de 1998, el PNV y EA firmaron con ETA las escrituras de constitución de una UTE para construcciones y derribos: ya para la construcción de Euskal Herria, ya para excluir a “los partidos (PP y PSOE) que tienen como objetivo la construcción de España y la destrucción de Euskal Herria”.

Olvidado el asesinato de Isaías entre las nieblas del pasado, - este domingo se cumple un largo mes del crimen –procede que hablemos de otras cosas. De las amenazas vertidas por ETA mientras el PNV se negaba a la moción de censura contra la alcaldesa Galparsoro, por ejemplo. Sin prisas y sin pausas, el PNV ha definido un plan en tres etapas. La primera consiste en exigir “un pronunciamiento público, nítido y urgente por parte de ANV” al respecto, en un plazo “breve”, aunque sin concretar.

Es probable que los requeridos no se den prisa en aceptar el requerimiento, pero tal posibilidad ya estaba prevista. En tal caso, pasaremos al Plan B: “EAJ-PNV presentará mociones en todos aquellos Ayuntamientos en los que haya representantes de ANV solicitando su dimisión por no alcanzar el mínimo ético y moral exigible a un representante democrático”.

Cabe la posibilidad de que se encastillen en el viejo refrán “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar”. ¿Y si no quieren? Esta pregunta era el punto débil del argumentario que el presidente Zapatero tenía como piedra angular del proceso de paz: “ETA no tiene otro destino que abandonar la violencia”, fiando la paz a que los terroristas acepten la racionalidad de la propuesta.

Si no quieren, hay un plan C, mantener conversaciones con el resto de las fuerzas políticas para garantizar que las instituciones estén regidas por personas adecuadas desde el punto de vista ético y democrático mediante iniciativas que van desde la reprobación a la moción de censura. Aquí no se especificó si los partidos tendrían que elegir entre las posibles iniciativas o piensan aplicarlas todas a la vez o sucesivamente.

En agosto de 1997, los alcaldes batasunos de Mondragón, Hernani, Aretxabaleta y Pasajes fueron depuestos mediante sendas mociones de censura tras el asesinato del concejal popular Miguel Ángel Blanco. Sin más preámbulos. Después, hubo pasos, pero hacia atrás: el 11 de febrero de 2003, el PNV se negó a secundar una moción de censura contra el alcalde batasuno de Andoain, por haberse negado a condenar el asesinato del jefe de la Policía Municipal de su pueblo, el socialista Joseba Pagazaurtundua, asesinado tres días antes.

Los socialistas deberían tener cuidado con las hojas de ruta que le proponen los nacionalistas, gentes acostumbradas al rodeo. La autobiografía del lehendakari Aguirre revelaba en su título un curioso concepto del atajo: ‘De Gernika a Nueva York pasando por Berlín’.

02 abril 2008



Lo uno por lo otro

Santiago González

El primer acto formal de la nueva legislatura sirvió para demostrar dos cosas. La primera, que el populismo no es premiado siempre, según demuestra el doble record de Bono, el único presidente del Congreso que no ha sido elegido en primera vuelta y el que menos votos ha obtenido en cualquiera de sus dos intentos. Es, también, la prueba de que el diputado Erkoreka patinó al tildarlo de ‘cabestro’, buey no apto para la lidia. Bono tuvo su segunda oportunidad y consiguió triunfar como sobrero de sí mismo tras ser devuelto a los corrales en la primera votación.

La segunda, es que el PSOE no ha aprendido mucho de su relación con los nacionalistas. Los socialistas han cedido dos asientos a CiU y al PNV, sin necesidad de contraprestación equivalente. Por ejemplo, votar la presidencia de Bono.

No parecen haber aprendido nada de experiencias anteriores. El 20 de febrero de 2002, el ministro de Hacienda del PP, Cristóbal Montoro, acordaba con la vicelehendakari del gobierno vasco un Concierto indefinido, que no estuviera sujeto a negociación cada 20 años. En el mismo lote, el último Gobierno de Aznar resolvió la financiación de la Ertzaintza, que en adelante sería sufragada por los impuestos de los españoles, descontándose del Cupo. Apenas tuvo diez días de calma. Las hemerotecas aún guardan la palabra emocionada de Montoro: “La renovación del Concierto es un paso adelante en la lucha contra el terrorismo y supone el anclaje definitivo del País Vasco al modelo constitucional”. Que Santa Lucía le conserve la vista.

Para los nacionalistas no existe el ‘do ut des’ (doy para que des), un deber de reciprocidad por la Secretaría o para agradecer que el PSE lleva tres años aprobándole a Ibarretxe sus presupuestos soberanistas. Ayer mismo, mientras los socialistas les convidaban a asiento en la Mesa del Congreso, a pesar de haber sacado menos votos que Rosa Díez, el PNV hacía fracasar en Mondragón el intento de plantear una moción de censura contra la alcaldesa de ANV que no quiso condenar el asesinato del socialista Isaías Carrasco. También se opuso Aralar, aunque su decisión era irrelevante; los cuatro concejales del PNV y los siete de ANV son la mayoría de los 21 que forman el Consistorio.

Según Joseba Egibar, presidente del PNV en Guipúzcoa, tal medida no serviría “para llegar a escenarios de normalización política”. Su posición fue respaldada por la Ejecutiva del PNV y la portavoz del Gobierno Ibarretxe, que empalmó dos aseveraciones ciertas con una falsedad, al señalar que fue el Gobierno de Zapatero "quien autorizó unas listas de ANV y otras no" y que, "tres meses después, los responsables socialistas hicieron declaraciones en sentido contrario". Esos tres meses no son una metáfora sobre la volubilidad de los socialistas, sino una elipsis indecente sobre el asesinato de Isaías. Todo en el mismo día en que la banda reivindicaba el crimen.

El flamante presidente del Senado explicaba que la negativa del PNV, que a él sí le votó, resultaba “desconcertante. Aunque nos hubiésemos podido equivocar, hoy no tiene justificación lo que ha hecho el PNV”. No se entiende que al hombre que vivió en primera fila la actitud del PNV y su Gobierno tras el asesinato de Buesa, su jefe y amigo, le pueda resultar desconcertante nada. Por otra parte, ganaría mucho en precisión si dijese llanamente: “aunque nos hayamos equivocado”. La tercera parte es incontestable: no tiene justificación lo que ha hecho el PNV. En el célebre debate de mayo de 1932 entre Azaña y Ortega sobre la España plural y diversa de la época, tenía razón el último. Sólo tiene sentido la conllevancia, el ‘do ut des’.