Gota fría, gota gorda
Santiago González
Mientras buena parte de su comunidad seguía amenazada ayer por la gota fría, Francisco Camps empezaba a sudar la gota gorda en el Debate de Política General. No se notaba mucho porque las gentes delgadas sudan poco y porque los populares valencianos han decidido afrontar el asunto con ánimo fallero y una inexplicable alegría. El presidente Camps sonreía. El secretario general, Ricardo Costa y el vicepresidente Rambla también sonreían. Recíprocamente, incluso, a pesar de esa grabación en la que se oye decir al primero: “y que le digas que éste (por Rambla) es un hijo de puta”.
Todo es interpretable, como bien ha dicho Rajoy. Hace muchos años, Antonio Burgos escribió en ‘Triunfo’ un diccionario sevillano-español, en el que había dos voces singulares: “hijoputa.-Mala persona” “hijo de la gran puta.-Mi querido amigo, Antonio, hijo de la gran puta, cuánto tiempo sin verte”.
Rajoy le había invitado a explicarse, qué menos, pero el ‘lenda’ valenciano no está por la labor y, como sucede frecuentemente a nuestros políticos cuando se ven en apuros, mostró una rara inclinación a hablar de otros asuntos. Camps sólo entró en materia tras la intervención del portavoz socialista, Ángel Luna, y lo hizo para cerrar filas y enseñar discretamente el colmillo a Rajoy: “la Comunidad Valenciana es fundamental y necesaria para que cambien las cosas en España”. Hasta en tres ocasiones dio a entender que su tierra es la llave del triunfo en unas generales, en una versión política de la célebre ‘cláusula Camps’: hago mío lo que el PSC le plantea a Zapatero.
Camps no atendió el requerimiento de su partido. En vez de ofrecer un relato alternativo al que vamos conociendo a golpe de filtración, se acogió a sagrado en los resultados electorales: "Desde que empezó todo este lío arrasamos democráticamente en las Europeas y el TSJ archivó el asunto (…) usted ya sabe lo que ocurriría si hubiese elecciones anticipadas; no sólo ganaría el PP, sino que ampliaría su mayoría claramente", dijo, entre otros argumentos de parecida inconsistencia.
Sin una explicación coherente de los hechos, Camps y su partido harían bien en renunciar al método Ollendorf que emplean para cambiar de conversación. La presunción de su inocencia penal no les exime de la obligación de dar explicaciones políticas ante el diluvio de indicios acusadores. Tener por explicaciones la maldad de Rubalcaba (con la complicidad pervertida de la Brigada de Blanqueo de Capitales al completo) supone una grave desconfianza en la capacidad intelectual de sus votantes. Tampoco cuela la idea de que todo sea fruto de un malentendido por la concurrencia fortuita de los hechos. Lo decía Billy Wilder al explicar la construcción de la trama en un guión: “casualidades, las justas, y sólo en el primer cuarto de hora”.