29 septiembre 2007

El caso de Aitor Ibabe

A veces, la invención de la tradición lleva a la reescritura de la propia biografía., aunque para ello no hace falta ser nacionalista en sentido estricto Aitor Ibabe Zubia, que en enero de 1997 era responsable de Organización y Finanzas de Izquierda Unida en Alava, tuvo un chispazo de inspiración y escribió una carta abierta a Cosme Delclaux, que permanecía secuestrado por ETA desde el 11 de noviembre anterior. La misiva fue publicada por el diario Egin y era una amalgama perfecta de impiedad, superchería, miseria moral y estupidez. Comenzaba con un campechano ¡Hola Cosme! Y terminaba con la siguiente nota: “Esta carta ha sido enviada a la Mesa Nacional de HB, para que la haga llegar a Cosme por los “medios habituales”, así como al domicilio del señor Delclaux en Neguri”.

El propósito de la carta era responsabilizar al secuestrado y a su clase social del sufrimiento que padecen los jóvenes vascos en su vida diaria:

“Mira Cosme, yo nací en una familia de obreros emigrantes que tuvieron que dejar su tierra (…) si no me equivoco por tu apellido tu familia también es de fuera, bueno aunque mi familia deja su tierra por que se moría de hambre, ¿y la tuya?¿fue por lo mismo? Cuando llegaron a Gasteiz conmigo y mis dos hermanos tuvieron que cobijarnos (…) en un piso de 60 metros cuadrados para tres familias, cada familia en una habitación, nosotros ahí tuvimos algo de suerte porque en la rifa de habitaciones nos tocó el salón para los cinco”.

La carta seguía diciendo que tuvo que interrumpir los estudios al caer su padre de un andamio y quedar inválido. “Ya ves Cosme, en el mes de julio mientras tú aprendías inglés en London o jugabas al tenis, yo subía ladrillos a 40º al sol”. Luego le llegó la hora del servicio militar que acabó "con las ilusiones en el cubo de la basura y otra vez mi libertad y voluntad secuestradas". Al terminar, nueva decepción. Gente como Cosme Delcalux había conseguido legalizar los contratos basura y las empresas de trabajo temporal, con lo que pasó a trabajar más horas y percibir la tercera parte del sueldo.

Aitor Ibabe es, como Cosme Delclaux, hijo de la burgesía alavesa, jamás vivió las condiciones que describe en su carta. No era inmigrante, como es evidente por su nombre y apellidos, no vivió realquilado, ni su padre padecía invalidez alguna, ni había subido jamás a ningún andamio. No tuvo que dejar los estudios a los 15, ni trabajó de peón, ni cumplió el servicio militar, ni se vio afectado por los contratos basura ni por las ETT’s.

Hijo de empresario, debe de pensar que la condición de tal es un factor de culpa objetivo, del que él se ha librado abrazando la causa de los desposeídos. Por eso, la carta no podía ser una relación de las experiencias vitales del joven Ibabe y él se inventó su biografía. Lleno de buena voluntad, se convirtió, literariamente hablando, en un inmigrante pobre, para poder contar cómo es el capitalismo desde un punto de vista proletario.

Como él no sabía lo que es un proletario, en lugar de una carta de denuncia social, le salió Oliver Twist. La realidad es siempre infinitamente menos pedagógica que la ficción. Por eso el mozo se lanzó a escribir un relato tenebrista y decimonónico de la explotación infantil en un capitalismo dickensiano, a medio camino entre la máquina de vapor y la revolución industrial.

Aitor Ibabe no era partidario de la violencia. Por eso militaba en Izquierda Unida, pero tiene en común con el MLNV un agumentario basado en el sufrí(miento), elocuente calambur convertido en factor de legitimación. En este país no es necesario que las tradiciones tengan arraigo temporal, porque las más eficaces son a menudo las más recientes o incluso las inventadas.

En este sentido, no valen las unidades de medida, el derecho individual conculcado en cada asesinato o en cada secuestro. Hay que recurrir a conceptos más difusos en lo colectivo, como el sufrimiento, palabra clave en el discurso de los radicales, magma susceptible de convertirse en argamasa para la construcción nacional.

La carta que Ibabe envió a los medios de comunicación acusaba de "hipocresía" a quienes condenan el secuestro de Cosme Delclaux sin tener en cuenta que los empresarios practican "otro tipo de violencia".

El joven se aplicaba a hacer en su carta una clasificación de los secuestrados, para reprochar a Delclaux, secuestrado rico, el secuestro del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, secuestrado pobre:

"Siempre ha habido clases, hasta para los secuestrados. Tú conseguirás la libertad cuando tu padre millonario pague el rescate (incumpliendo la normativa legal ya que lo hace sin factura ni IVA). Pero, ¿y Ortega Lara? (…) Saldrá pero con un tiro en la nuca. Y tú asistirás a su funeral de forma muy solidaria robándole el protagonismo en su último día. Una vez más Cosme, los pobres siendo sacrificados.”

El protagonista reconoció a la dirección de la IU-EB, que le obligó a dimitir de sus cargos de responsabilidad orgánica, que su intención era "realizar una visión novelada" para mostrar la situación económica de Euskadi.

Santiago González. Palabra de vasco. Ed. Espasa, 2004.