30 diciembre 2007



Errores hacia la paz

Santiago González

El presidente del Gobierno ha reconocido dos errores, lo que le ha permitido admirarse de sí mismo porque revela en él una actitud autocrítica infrecuente en la política española. El primero de ellos, cometido el 29 de diciembre del año pasado, mientras hacía el balance del “alto el fuego permanente”: “dentro de un año vamos a estar mucho mejor”. El segundo, al establecer en agosto las fechas en las que iba a llegar el AVE a Barcelona, Valladolid y Málaga: los días 21, 22 y 23 de diciembre, respectivamente.

Los yerros no son sólo de predicción y llenan un catálogo. Por centrarnos en el “proceso de paz”, gran error del presidente fue incumplir un acuerdo propuesto por él mismo, al autorizar conversaciones con Batasuna a espaldas del Gobierno (de Aznar) en 2002. Otro, reducir el pacto a su artículo 1º, ignorando el último párrafo del preámbulo y el punto 9º del mismo, que establece la necesidad de actuaciones concertadas entre el PP y el PSOE.

El acuerdo del PP era un factor imprescindible ante una negociación, y su ausencia, la garantía de un fracaso. Un gobernante sin el apoyo de la oposición está más débil en el trapicheo con una organización terrorista. Su soledad le obliga a ceder más y la capacidad desestabilizadora de la banda aumenta para cuando rompa la baraja.

Es pues deber del negociador implicar a la oposición en el proceso. ¿Quiso Zapatero implicar al PP? Tanto como Aznar al PSOE en la crisis del 11 al 14 de marzo de 2004. El optimismo presidencial debió de hacerle creer que el apoyo parlamentario a su propuesta iba a subrayar al mismo tiempo la soledad del PP. Examinemos los hechos. La propuesta del PSOE irrumpió en los diarios españoles el 14 de mayo de 2005: “El PSOE pide apoyo al Congreso para el diálogo con ETA si (ésta) deja las armas” decía un titular canónico, incorrecto no sólo en el aspecto gramatical. Si ETA dejara las armas no habría nada que negociar con ella. La resolución se aprobó tres días después, con 202 votos a favor, frente a los 312 que en su día obtuvo el pacto antiterrorista.

Error fue no haber aprendido de los yerros de quienes le precedieron. Otro fue llevarlo al Parlamento, solemnidad que era en sí misma una concesión política. Error sobre error, dividir a los diputados, 57% contra 43%. Fracaso que no era sólo cuantitativo; perdió al socio en la firmeza para ganar apoyos de comisionistas, partidarios de negociar en cualquier caso, como tiene ocasión de comprobar en estos días: Tras el doble asesinato de Capbreton y los atentados contra los juzgados de Sestao y la Casa del Pueblo de Balmaseda, sus socios nacionalistas siguen apostando por la negociación, la equidistancia y el soberanismo. El dislate se amplió al llevarlo a Estrasburgo en octubre de 2006, legitimando a Batasuna, que estaba incluida hasta entonces en la lista de organizaciones terroristas europeas.

También se equivocó la paloma con los verificadores, que después de tres rondas de comprobación, hicieron decir al ministro del Interior que el proceso contaba “con bases sólidas”. El propio Rubalcaba reconoció meses después que el proceso estaba muerto a poco de empezar.

Seguramente se equivocó también el presidente al considerar que Otegi era “un líder de la izquierda abertzale que tiene un discurso por la paz”, y De Juana, “un preso a favor del proceso”. Otro tanto cabe decir de la pintoresca legalización de la mitad de ANV, como si un partido no fuera, a efectos legales, un todo uno e inconsútil.

Se equivocó si alguna vez creyó que ETA estaba dispuesta a dejar la violencia sin contrapartidas políticas. No es que fuera engañado; ETA y Batasuna no pararon de pregonar el precio de la transacción: autodeterminación y territorialidad. Se equivocó al creer que ANV se iba a romper con el primer asesinato tras la tregua.

No fue un error de profecía, sino del concepto, la oportunidad, la interpretación de los hechos y las personas que intervinieron en el proceso. Se equivocó y se sigue equivocando al negarnos un relato de los hechos y no aclarar sus intenciones para el futuro. Dos veces ha dicho en los dos últimos meses, Capbreton por medio, que “no hay expectativas de diálogo con ETA”, pero las expectativas las crea la actitud de la banda terrorista; nada nos dice sobre su voluntad negociadora. Es como si hubiera dicho: “no está el horno para bollos”. Bullshit.

Pregona en cambio su intención de perseverar en el primero de todos sus errores: descartar un acuerdo con el PP para buscarlo con los nacionalistas catalanes y vascos. Error que es a la vez conceptual y estratégico, porque con la mera declaración de intenciones ya ha encarecido el precio.

Entre tanto disparate, un acierto menor en el diagnóstico: Patxi López estimaba ayer que “hemos vuelto a la acumulación nacionalista más radical y más rancia”. Lástima que no se hubiera dado cuenta dos días antes, mientras le aprobaba los presupuestos a Ibarretxe.

23 diciembre 2007



El copetín navideño



Santiago González

El lehendakari Ibarretxe invitó a la sociedad vasca en las personas de algunos de sus cualificados representantes al tradicional copetín de Navidad: gentes de la política, la empresa y los sindicatos, el deporte y el espectáculo, la judicatura, las artes y las letras (a pesar de nuestra condición bertsolari). Es una hermosa costumbre, como algunas otras que también practicamos en estas fechas: reencuentros familiares y amistosos, intercambio de felicitaciones, participaciones de lotería que nunca tocan, regalos y buenos deseos (que son gratis).

Lo normal en circunstancias como éstas es aparcar los desacuerdos y orillar los asuntos espinosos para hacer los encuentros más amables y más grata la convivencia. Lo adecuado en la recepción del día 21 era que el lehendakari de todos los vascos brindase por metas tan incuestionables como el deseo de un año próspero para todos (y todas, naturalmente), expresar deseos abstractos de amor y felicidad o aspiraciones más concretas, como mejorar a lo largo de 2008 los componentes que definen nuestro envidiable IDH: ver crecer nuestra renta, mejorar nuestra educación, la longevidad y hasta la estatura. “Quiero veros altius, citius, fortius y healthy, wealthy and wise” podría haber dicho el lehendakari con mucha propiedad y don de lenguas.

Pues no. Aprovechó la circunstancia para insistir, erre que erre, en su consulta, la única anotación que debe de contener su agenda a plazo tan largo: “día 25 de octubre. Efemérides: 169º aniversario del nefasto decretazo de Espartero. Actividades: 9:15 Ir a votar”. Su franqueza le honra y habla en favor de su nobleza de carácter, pero la sinceridad no es un valor absoluto para establecer una convivencia razonable. Lo que convencionalmente llamamos buena educación y antaño normas de urbanidad, requieren dosis homeopáticas de hipocresía que nos faciliten las relaciones con conocidos, amigos y familiares. Nadie en su sano juicio le dice a un amigo escritor: “tu último libro es un pestiño insoportable”, salvo que haya decidido poner fin a la amistad por vía de urgencia. Aunque sea verdad. Aunque el escritor sea Suso de Toro.

La sinceridad del lehendakari no llegó hasta una incorrección tan directa, aunque resultó muy llamativo que tratara a todos sus invitados como si fueran adeptos, sin tener en cuenta que algunos de los asistentes, como el titular de la Delegación del Gobierno y los jueces, se van a ver obligados por la ley a impedir el referéndum más pregonado de nuestra historia.

Su intervención fue breve y francamente mejorable desde el punto de vista conceptual:

"La solución al problema vasco está aquí, no la podemos seguir esperando de ETA, ni que venga desde Madrid, Paris o Bruselas. Cada uno de nosotros somos la llave para construir un futuro diferente", dijo en un extraordinario párrafo que pide deconstrucción a grandes voces, antes de que a los asistentes se les materializase la metáfora en regalo: una llave con la inscripción: “Tú eres la llave” en castellano y en euskera.

Es evidente que hay más de un problema vasco. El Euskobarómetro los cataloga cada seis meses y los ordena según las preferencias de los ciudadanos vascos. El mismo día que Ibarretxe recibía en Vitoria, el sondeo que dirige Paco Llera hacía saber que el terrorismo es hoy el problema que más preocupa a los vascos. Era el mismo sondeo que por primera vez suspende a Ibarretxe desde llegó a la Presidencia en 1998 y que situaba a Josu Jon Imaz como el político mejor valorado.

Así las cosas, entienda el lehendakari lo que quiera por solución, ¿cómo íbamos a esperarla de quien constituye nuestro principal problema?¿Cómo puede equiparar a una organización terrorista con los gobiernos de España, Francia y la Unión Europea? El descabellado planteamiento del párrafo ya prefigura el desparrame de la metáfora, esa llave que sirve para construir, en vez de para abrir la puerta o cerrarla, que es lo suyo. ¿Qué solución ha esperado Ibarretxe de ETA? La única respuesta aceptable es: el abandono de las armas. Pero si ya no podemos seguir esperando que ETA nos la ofrezca motu proprio, la conclusión lógica es que vamos a encargarnos nosotros con la fuerza de la ley, no con la llave de la construcción nacional.

No es que el lehendakari no citase a ETA como problema. Lo hizo: “Ibarretxe ha indicado que la sociedad vasca no acepta "la brutal" vuelta atrás de ETA de la que ha dicho "sobra, estorba y debe desaparecer", explica su propia web, pero parece que el calificativo ‘brutal’ no encaja con los verbos entrecomillados. Vayamos a un caso práctico sin connotaciones políticas. Nadie se imagina a un comisario de policía que, tras calificar justamente de ‘brutal’ el ataque del que ha sido víctima un famoso empresario del espectáculo televisivo, añadiera: “francamente, el hachazo en la cabeza estaba de más y las bandas de albanokosovares deberían abandonar estas actitudes.”



16 diciembre 2007

De Euskadi a Euskal Herria

Santiago González

El tradicional partido que cada año viene jugando la selección vasca de fútbol desde 1979 trae alguna novedad. La selección de Euskadi, que ha pasado a llamarse Selección de Euskal Herria, se enfrentará el 29 de diciembre a su homóloga de Catalunya. El fundamento teórico del cambio de nombre estaba en un manifiesto reivindicativo firmado el año pasado por un grupo de jugadores: “tenemos derecho a participar en competiciones oficiales, ya que somos una nación. Y, por supuesto, al hablar de nación, hablamos de Euskal Herria”. La propuesta fue respaldada por Batasuna y ya es real.

El cambio ha supuesto una desagradable sorpresa para el partido-guía, pero es sólo una consecuencia lógica de la falta del más elemental de los consensos: el del nombre de la cosa. Las primeras elecciones legislativas de la historia de Euskadi tuvieron lugar el 9 de marzo de 1980. Unos días más tarde, en su sesión primera, el Parlamento vasco afrontó su primer debate: la ortografía. Jesús Eguiguren recordaba el lance con acento pesimista: “Que el primer amago de debate político, al constituirse el primer parlamento de nuestra autonomía, el 31 de marzo de 1980, se produjera para dilucidar si había que escribir Euskadi con s o con z es algo más que una simple anécdota”. Durante aquella sesión, Mario Onaindía envió una nota al grupo mayoritario, el PNV, que decía: “Si habéis renunciado a todo lo demás, ¿por qué os aferráis a la ‘z’? Firmado: Sabino Arana”.

La ‘z’ era una especificidad sabiniana. Euskaltzaindia había dictaminado que el nombre de la cosa era Euskadi y así pasó a llamarse para el resto de los partidos nacionalistas y para los que no lo eran. ETA, acrónimo de Euskadi y Libertad, lo escribía con ‘s’ desde su fundación, 21 años antes. Aunque aceptó la ‘s’ por mor del consenso, el partido nacionalista siguió cultivando la ‘z’ en sus escritos, en la prensa del partido y en otras manifestaciones de sus afiliados.

A comienzos de los años noventa, la organización terrorista y su brazo político empezaron a usar ‘Euskal Herria’, en lugar de ‘Euskadi’ y a partir de entonces, poco a poco al principio, la nueva terminología fue extendiéndose por ámbitos del nacionalismo más templado, a la radio y la televisión pública vasca y al habla de los nacionalistas, para imponerse con rotundidad desde las conversaciones que el PNV y EA mantuvieron con ETA en el verano de 1998, en el pórtico del Pacto de Lizarra y la tregua de entonces. El propio texto del acuerdo ofrece la particularidad de que sus primeras palabras son el nombre de las organizaciones firmantes: “Euskadi Ta Askatasuna, Eusko Alkartasuna y Euzko Alderdi Jeltzalea-Partido Nacionalista Vasco,” las tres con el término Euskadi o su raíz Eusko, que en aquel mismo documento quedaba desterrado, porque en su breve texto sólo aparecía el término ‘Euskal Herria’. Cuatro veces.

Tal como ha documentado Florencio Domínguez el cambio de denominación no es fruto de ninguna reflexión, sino del azar. En 1992, José Luis Álvarez Santacristina, ‘Txelis’, es detenido en Bidart con la cúpula de ETA. Él, que era el encargado de redactar los comunicados, escribía ‘Euskadi’. Le sucedió en aquellas tareas Mikel Antza, que empezó a escribir exclusivamente ‘Euskal Herria’. Eso fue todo.

Resurrección María de Azkue fue invitado a impartir una conferencia en el Euskeldun Batzokija, que acababa de abrirse en Bilbao al despuntar el siglo XX. Cada vez que pronunciaba la palabra ‘Euskal Herria’, un número creciente de los oyentes le corregía diciendo ‘Euzkadi’, término acuñado en aquellos días por Sabino Arana. Manuel Lekuona, sucesor de Azkue al frente de Euskaltzaindia, recordaba que aquellas interrupciones irritaron mucho a su antecesor. Hoy, la perplejidad de Azkue se daría la mano con la de Fraga Iribarne, que en los años 80 declaraba no ser partidario del término ‘Euskadi’, por tratarse de un neologismo aranista: “siempre me referiré a la gran Euskal Herria, que es la tierra de mi madre”.

Debe de haber una particularidad de carácter que lleva al nacionalismo a desertar del territorio del consenso apenas alcanzado éste. El Aberri Eguna venía celebrándose desde 1932, hasta que en 1977 tuvo lugar la primera conmemoración unitaria en libertad. Aquel mismo año, el PNV instituyó otra fiesta para celebrar a solas: el Alderdi Eguna (Día del Partido). Al cabo de muy poco, el Aberri Eguna también dejó de ser unitario y hoy lo celebran sólo los partidos nacionalistas, generalmente cada uno por su cuenta. Otra fuga del consenso fue el himno: pudo alcanzarse la unanimidad en torno al Gernikako Arbola, pero el PNV prefirió imponer el propio, Eusko Abendaren Ereserkia.

El estreno de la nueva –ma non troppo-Selección ¿Nacional? de Euskal Herria será el día 29 y el partido-guía habrá perdido otra batalla simbólica planteada por un azar llamado Mikel Antza.

09 diciembre 2007



¿Dos mejor que una?

Santiago González

Veinticuatro horas después del asesinato de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero, Batasuna convocaba una manifestación en Bilbao por la detención de los procesados en el sumario 18/98. Fue la manifestación más numerosa que ha convocado en los últimos tiempos. Los partidos parlamentarios y las organizaciones empresariales y sindicales convocaron dos días más tarde la concentración contra el crimen que habían acordado el mismo día de los hechos.

Por fin, una convocatoria unitaria contra el terrorismo. Todo el Congreso y las fuerzas sociales movilizaron menos gente en Madrid que las marcas de Batasuna en Bilbao. ¿Recuerdan los pronósticos gubernamentales sobre la profunda crisis interna que se iba a abrir en la izquierda abertzale, deserciones en ANV, dimisión de concejales y alcaldes en masa si ETA volvía a asesinar? No era más que otro error de diagnóstico.

La explicación de que los ciudadanos han desoído a unos dirigentes políticos divididos es tan piadosa como incierta. En realidad se trata de una refutación de otro lugar común que se ha repetido mucho durante lo que llevamos de legislatura: la crispación está en los partidos, no entre los ciudadanos. Pues no. Parece más bien que la fina lluvia del rencor ha empapado a conciencia el huerto; ésta es la razón de que hoy no sea posible juntar al PSOE y al PP en una misma protesta contra la banda terrorista que ha asesinado a dos jóvenes guardias en este caso y a personas de ambos partidos en tantos otros anteriores.

La unidad debe ser algo más consistente que la patética concentración de la Puerta de Alcalá. La unidad «es coincidir, pero la coincidencia debe basarse en posiciones asumibles por todos, no en planteamientos hechos por unos y seguidos por otros. Esa no sería forma de llegar a un auténtico consenso.» (Joaquín Almunia, secretario general del PSOE, 1 de octubre de 1998.)

¿Y qué debe hacer la oposición? Lo suyo: preparar la alternativa y controlar al Ejecutivo para evitar que cometa desmanes o, simplemente, errores. Acojámonos al supuesto que más beneficia al Gobierno en su fracasado ‘proceso de paz’: no hubo malevolencia, sino errores de apreciación. El presidente fue mal informado sobre la disposición de ETA a dejar las armas sin precio político. Los verificadores pecaron de ingenuidad al observar voluntad de paz donde no la había en absoluto. Aceptemos incluso que Eguiguren estuvo negociando con Batasuna porque no tuvo conocimiento al empezar (año 2002) de que el Pacto Antiterrorista de 2000 se lo prohibía. Admitamos que el presidente del PSE es hombre dotado de proverbial laconismo guipuzcoano y que no contó nada de sus conversaciones con Otegi al secretario general del PSOE. Esto explicaría que Zapatero, ya como presidente del Gobierno, negara sin mentir que los suyos hubieran dialogado jamás con Batasuna. Simplemente no lo sabía: “El partido socialista no ha mantenido ninguna relación con personas que puedan representar a la extinta Batasuna. No ha habido ni hay relación alguna, ningún diálogo.” (J.L.R.Z., 24 de abril de 2005).

Aceptado el octópodo como animal de compañía, el Gobierno no puede reclamar la unidad como un cheque en blanco para hacer lo que estime oportuno sin dar cuentas después por lo actuado. Menos cuanto más grave es la materia.

Zapatero llegó al Gobierno con un pacto de unidad contra el terrorismo: el que propuso él mismo y le aceptó el Gobierno de Aznar el 8 de diciembre de 2000: 312 diputados lo avalaban. Un éxito que tuvo la radical oposición de los partidos nacionalistas.

El Ejecutivo cambió de socios el 17 de mayo de 2005, al firmar con los nacionalistas y el resto de los grupos parlamentarios una resolución parlamentaria con el respaldo de 202 diputados, incompatible con la anterior, dos no son mejor que una. Ésta ha quedado inútil tras un proceso fracasado. Si el Gobierno quiere mostrar su firmeza frente a ETA, lo primero que debería hacer es retirarla. Un protocolo para negociar el fin del terrorismo es por su propia naturaleza una disposición final. No puede ser que se incumplan las condiciones, fracase el proceso de paz y se mantenga el artefacto porque la próxima vez no se van a dejar engañar por los terroristas.

“No se dan las circunstancias”, ha dicho el portavoz del PSE a la propuesta de una mesa de partidos sin exclusiones hecha por el nuevo presidente del PNV. ¿Cuántos meses tardarán en volver las circunstancias?¿Cómo interpretarán los asesinos de Centeno y Trapero el mantenimiento de la resolución?¿Creerán que se van a comer la perpetua o que, dentro de dos años, tras una docena de asesinatos, el Gobierno entrará al trapo en cuanto ETA o Batasuna vuelvan a enseñárselo?¿Qué preferirán los asesinos: una prisión francesa o una cárcel de exterminio española?

02 diciembre 2007


El crimen de Capbreton

Santiago González

En la casa-cuartel de El Tiemblo, un municipio abulense de 4.000 habitantes, ayer ondeaba una bandera a media asta por el guardia civil Fernando Trapero. Aunque técnicamente no haya muerto aún, sus compañeros lo han descontado de antemano. Desde que fue tiroteado junto a Raúl Centeno, permanece en estado de coma, con una bala alojada en un cerebro que ya no registra ninguna actividad. La parálisis cardio-respiratoria es cuestión de tiempo, pero al decir de los médicos no cabe esperar otro desenlace.

En la siniestra contabilidad de los hechos terroristas pesan los asesinatos al contado. Son los que celebran los simpatizantes de la banda. Los heridos, aunque sean graves, son objetivos alcanzados sólo a medias, un pero a la eficacia etarra, que ellos quisieran inmediata. Por esa misma razón, el común de los ciudadanos acoge a los heridos con esperanza a veces improbable. La muerte aplazada de un herido en atentado, no abre los informativos de televisión, sus funerales ya no ocupan las primeras páginas de los diarios.

Es así desde siempre. Los humanos constituimos una especie de extraordinaria capacidad adaptativa y el impacto de la muerte de Fernando Trapero, cunado se produzca el hecho, no será tan fuerte como el que causó el sábado la de su compañero Raúl Centeno. El atentado de Capbreton ha sido el primero con resultado de muerte desde hace once meses, cuando la bomba de la T-4 acabó con la vida de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate. Para encontrar el anterior, tendríamos que remontarnos cuatro años y medio atrás, hasta el asesinato de Bonifacio Martín y Julián Embid en Sangüesa, el 30 de mayo de 2003. En 1980, año en el que ETA perpetró un centenar de asesinatos, el número de guardias civiles muertos fue de 31. La sociedad vasca, y en algo menor medida la española, se habían acostumbrado a vivir bajo el terror la normalidad de la vida cotidiana y esa es una muestra de indignidad que deja huella en el subconsciente colectivo.

El doble asesinato de Capbreton ha venido a sorprender a las fuerzas políticas en sus negocios: al partido del Gobierno, a punto de celebrar el 25 aniversario de la llegada a la Moncloa del primer Gobierno González; al PP, en la clausura de la Conferencia sobre la reforma constitucional; al PNV, en su Asamblea para ungir a Iñigo Urkullu como sucesor de Imaz y a los nacionalistas catalanes en una magna manifestación reivindicativa de lo suyo, “derecho a decidir sobre nuestras infraestructuras”.

El Gobierno convocó a los partidos políticos, centrales sindicales y organizaciones empresariales a una reunión en el Congreso para pactar una declaración unánime contra ETA. Hay que destacar que las fuerzas sociales se han manifestado con un mínimo de dignidad. Nada hay objetable en el comunicado conjunto, aunque no sería realista basar en este acuerdo un optimismo desaforado. La unidad de los demócratas que se visualizó el sábado es condición muy necesaria, aunque no suficiente para derrotar al terrorismo. Por eso, es muy pertinente que el documento aprobado le yuxtaponga la fuerza del Estado de derecho.

El presidente del Gobierno quizá debió convocar una reunión de los firmantes del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. ETA ha vuelto a matar y el Pacto Antiterrorista es un instrumento que no ha sido denunciado por el Gobierno, aunque tampoco ha sido convocado ni una sola vez en esta legislatura. Es verdad que Aznar no lo convocó el 11 de marzo de 2004 y pocas críticas socialistas hacia el PP han estado tan cargadas de razón como ésta. Pero los errores de Aznar no deberían ser repetidos por Zapatero; sería muy práctico que cada gobernante aprenda a evitar los errores de quienes le precedieron, en lugar de invocar su derecho a repetirlos.

Los socios nacionalistas del Gobierno enviaron a la reunión una representación muy menor. Especialmente grotesca es, como de costumbre, la actitud de ERC, que debió de considerar indispensable la presencia de sus ocho diputados en la manifestación de Barcelona, porque envió a la reunión del Congreso a “un miembro de su equipo técnico”.

La unidad plasmada en la foto del sábado es consoladora, pero cabe preguntarse si se mantendrá para el fin que se indica en el comunicado: aplicar “la fuerza del estado de derecho” para combatir y derrotar al terrorismo. También cabe preguntarse si tras este atentado tiene sentido mantener la resolución del 17 de mayo de 2005, en la que se autorizaba al Gobierno a negociar con ETA; si el asesinato de Capbreton no choca abiertamente con el requisito de “una clara voluntad (de los terroristas) para poner fin a la misma (la violencia) y (…) actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción”. No ahora, pero quién sabe si en el futuro, sostienen los partidarios del Gobierno para mantener dicha resolución. “Nunca más habrá otra tregua creíble de ETA”. Lo dijo el ministro del Interior el 9 de enero de 2007. Al New York Times.