13 abril 2011

La segunda de Garzón
Santiago González
Al recibir la demanda de Garzón contra el Tribunal Supremo por violar sus derechos, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha debido de tener sensaciones encontradas. Una primera y muy notable porque la demanda enviada por Garzón a Estrasburgo, al parecer no iba firmada. No es improbable que se la devuelvan con el fin de que subsane tan lamentable ausencia. Llama mucho la atención que haya podido tener este despiste, un hombre al que no se olvidó firmar ninguna de las cartas que desde Nueva York envió a Querido Emilio a propósito de la financiación de sus cursos. En una de ellas podríamos decir que sobrefirmó, al añadir a su nombre “magistrado-juez de la Audiencia Nacional”, tan lejos de su jurisdicción y tan sin venir aparentemente a cuento.

En segundo lugar, por lo vistoso del asunto: una demanda que se plantea de manera tan evidentemente preventiva, antes de que se haya producido ninguna sentencia del TS que haya lesionado algún derecho de Baltasar Garzón. En tercer lugar, ha tenido que sonarles mucho el nombre. Baltasar Garzón Real es el único juez europeo cuyas actuaciones han motivado dos condenas del Tribunal de Estrasburgo contra España. La primera, a demanda Rafael Vera Huidobro, ex secretario de Estado para la Seguridad. España fue condenada por falta de imparcialidad subjetiva del juez instructor, es decir, de Baltasar Garzón. Si se salvó la instrucción fue porque al llegar el caso GAL al Tribunal Supremo, el juez Móner orilló la instrucción de Garzón y emprendió otra nueva a partir de cero. Bueno, a partir de cero, no, había pruebas que estaban en la instrucción de Garzón y es de esperar que no estuvieran contaminadas por ella, porque en tal caso, la falta de imparcialidad subjetiva se convertiría en objetiva.

La segunda condena se produjo el pasado 8 de febrero y condenaba a España por no haber investigado la denuncia de torturas planteada por Aritz Beristain, detenido en San Sebastián el 5 de septiembre de 2002, trasladado a la Audiencia Nacional, donde Baltasar Garzón ordenó su ingreso en prisión. No hay quién dé más.
Y ahora, lo del caso Gürtel, que ya empezó mal, con Garzón ordenando la detención de Francisco Correa y sus colaboradores Pablo Crespo y Antoine Sánchez, el 6 de febrero de 2009. Era viernes y los detenidos quedaron en maceración durante todo el fin de semana, en calidad de ‘imputeados’, mientras el juez se iba a cazar y a cenar en Andújar con el Ministro de Justicia, Bermejo, el comisario general de la Policía Judicial, Juan Antonio González y la fiscal Delgado.

El magistrado del TS Alberto Jorge Barreiro, uno de los más destacados integrantes de la izquierda judicial, ha declarado la apertura del juicio oral con un auto riguroso sobre la actuación del superjuez al intervenir las conversaciones entre los procesados y sus defensas en detrimento de éstas. “le resultó indiferente” que las conversaciones no tuvieran otro contenido que las estrategias de defensa. Lo decía el artículo  51.2 De la Ley General Penitenciaria: “Las comunicaciones de los internos con el abogado defensor (…) se celebrarán en departamentos apropiados y no podrán ser suspendidas o intervenidas salvo por orden de la autoridad judicial y en los supuestos de terrorismo.”

10 abril 2011


¿Comprar la paz?
Santiago González
Una manifestación numerosa recorrió ayer las calles de Madrid en petición de que ETA no esté presente en las elecciones el próximo 22-M. Era una manifestación preventiva. Normal. Después del 22 de mayo solo quedaría el recurso de la queja. Ante la convocatoria de ayer, el Gobierno y su partido se habían puesto de perfil: renunciaron a su competencia de inscribir o denegar la inscripción de la nueva marca de Batasuna y se la endosaron al Tribunal Supremo. A partir de ahí se entiende que la manifestación dejaba de ser una exigencia al Gobierno para constituir intolerable presión hacia el Supremo. Sólo la de las víctimas, ojo. No consta que ningún dirigente socialista haya manifestado reparo parecido a las manifestaciones convocadas por la izquierda abertzale en Bilbao los días 19 de febrero y 2 de abril y llama poderosamente la atención el doble discurso de acatar el auto del Supremo y reivindicar los votos discrepantes al mismo tiempo. Soplar y sorber, sus falacias desembocan necesariamente en la aporía. Seamos indulgentes con los problemas del Gobierno. Los preveía Montesquieu en su magnífico libro ‘Grandeza y decadencia de los romanos’: “Las faltas cometidas por los hombres de Estado (…) a menudo son consecuencias necesarias de la situación en que se hallan; y los inconvenientes dan origen a otros inconvenientes”.
Lo que está en juego es importante. No sólo porque los ayuntamientos son una base logística importante y garantía de dinero público para sus futuras movilizaciones, sino, muy especialmente porque se dilucida el relato que ha de quedar después de tantos años de infamia, de tanto miedo, de tanta sangre derramada.
Las víctimas saben que la paz sin derrota de los terroristas es el empate de Azkoitia: la experiencia de Pilar Elías de tener en los bajos de su casa la cristalería del asesino de su marido, cuya mujer se quejaba de la impertinencia de la víctima por sostenerle la mirada: “Es que esta señora no tiene ninguna humildad”. No cabe un quid pro quo, como no cabía después de la guerra por antonomasia, la Segunda Guerra Mundial. La paz era un gran objetivo para una Europa exhausta, qué duda cabe, pero sólo si iba precedida por la derrota del nazismo. Eisenhower se negó a ver al general Jodl hasta que éste hubo firmado la rendición incondicional. Entonces entró en la sala y sin preámbulos, preguntó: ¿Han entendido ustedes los términos de su rendición incondicional y están dispuestos a cumplirlos? Jodl se levantó, se cuadró y asintió con la cabeza. Eso fue todo.
Es sólo una analogía, pero valga para entender las razones de las víctimas: no sin la disolución  de ETA, no sin que asuman que la historia de ETA es la expresión del mal que a veces aflora en la historia de la humanidad: Por eso debe ser derrotada y condenada su historia. El modelo de negociación con los piratas del Índico no puede ser el patrón para comprar la paz a ETA. Lo explicaba también Montesquieu en la obra citada: "Unas veces la cobardía de los emperadores, otras la debilidad del Imperio, impulsaban a comprar con dinero a los pueblos que amenazaban invadirlo. Pero la paz no se puede comprarse, pues quien la ha vendido se encuentra con ello en mejores condiciones para volver a hacer que se la compren…”