El color del presidente
La transición española, anhelada en sus modos y formas por tantos países, no fue sencilla, y supuso, antes que nada, generosidad y cintura en saber sortear odios, venganzas y nostalgias. Pero no es a esta reciente y apasionante etapa de
Reprochar actualmente a los compañeros de Facultad o de otras facultades o escuelas universitarias que no tuvieran, en ese momento tan decisivo, un mínimo papel activo en la cantidad de frentes en los que se podía trabajar por los derechos más obvios que a una democracia se le suponen, no sería de recibo; y no lo sería porque cada cual procede de su particular escenario social, con un entorno familiar diferente, con unas creencias diversas, con una formación académica específica, con unas prioridades que no podían ser para todos las mismas, en definitiva, con unas formas de ser tan singulares como distintas personas existen. La calificación de reaccionarios que con tanta facilidad asignábamos a quien no cooperaba en aquellos trances, queda hoy ajustada en su tiempo, y desde luego se comprende que no todos se forjaran políticamente en esta frontera entre la dictadura franquista y la transición hacia la democracia.
Vanagloriarse con cierta modestia de haber participado y trabajado en la embrionaria democracia es lógico y, si se me permite, justo. Relatar las batallitas que uno puso en marcha o en las que colaboró, supone un ejercicio de piadosa vanidad que deben escuchar o soportar de vez en cuando la familia o los amigos, y si no se es muy pelma o no se va de pedante libertador en plan Che, hasta puede lograrse la sincera atención del foro al que se habla e incluso su consideración por el compromiso o coraje exhibidos. Pero la cosa se complica cuando, a menudo, en esas conversaciones surgen como setas personas que prácticamente empatan tus méritos cuando no los superan; pareciera que todo quisqui estuvo frente a los 'grises' y que toda la población estuvo a punto de entrar en la cárcel. Esta pose abunda en la clase intelectual, en la de artistas y por supuesto en la de políticos de izquierdas, haciéndonos creer que no hay ni uno solo de esa generación que no estuviera en la pomada. Y no, para nada. Aunque no se aspire a ninguna medalla, tampoco gusta que las muescas de lucha que cada cual tiene se diluyan en un pantano donde de repente todo el mundo nada con estilo y tiene episodios que protagonizar.
Y refiriéndome ya a la, entonces, pequeña Universidad de León, que en aquellos años de la transición pertenecía al distrito universitario de Valladolid, puedo afirmar, sin ninguna duda y con multitud de datos, que la aportación de José Luis Rodríguez Zapatero en todo lo que aconteció en esos años, que hervían en sucesos, reivindicaciones e iniciativas por la democracia, fue simplemente nula. Y ya digo, nada que reprocharle en principio, pero, claro, a cada cual lo suyo, y por algunas de sus palabras, aunque más bien por las que le lanzan de adorno el coro que le rodea y la prensa que le venera, podría pensarse que no fue así y que ya despuntaba en su progresía y rojerío cuando ello era obligatorio para quien tenía a flor de piel la conciencia de conocer la desgracia de la dictadura y el anhelo de la libertad. Estarán conmigo en que resulta extrañísimo que si Zapatero estaba tan sensibilizado por el fusilamiento de su abuelo en
A ZP no le recordamos, no estuvo en la organización de nada ni se la jugó con nada. Dice su biografía que ingresó en el PSOE en 1979; no lo dudo pero bien sabemos que este partido tuvo muy poca entidad en la universidad española de la transición, y desde luego prácticamente inexistente en la leonesa. Quienes estaban en el fervor y la ebullición política de la transición universitaria, fundamentalmente militaban o simpatizaban con el comunismo (PCE) o con los partidos de la extrema izquierda (ORT, PTE, LCR, MCE, OIC ), los que, por cierto, consideraban al primero poco menos que algo carca (qué tiempos) por su revisionismo de la doctrina marxista-leninista. ¿Dónde estaba ZP en ese escenario? ¿Dónde cuando la creación del Sindicato Universitario Democrático de 1980? ¿Dónde cuando los actos que se organizaron tras el golpe de Estado del 23-F de 1981? No estaba, se lo aseguro. Creo no confundirme si digo que ni uno solo de los estudiantes leoneses de finales de los 70 y década de los 80 nombraría a ZP como alguien a quien relacionen, veladamente siquiera, como presente en las movidas universitarias leonesas; y como dar nombres da consistencia, debo decir que con toda seguridad aquellos sí recordarán y mencionarían a Manolo Cavero (Veterinaria), Ignacio Fernández, Hilario Franco y Begoña Martínez (Filosofía y Letras), Quini Martínez (Derecho) o Mercedes Carlón y, perdónenme, un servidor (Biológicas), por citar sólo a algunos de los que sí estuvimos. ZP fue un estudiante más, un estudiante que en su participación política fue perfectamente anodino dentro de su propia Facultad de Derecho y más aún dentro de
ZP dice que es rojo de siempre; pues bien, si lo es, en aquel tiempo tan proclive a ello no lo demostró. Moratinos, ante las fotos de ZP con el pañuelo palestino, indica que no son sino un detalle juvenil; pues entonces sus detalles van con significativo retraso. Pareciera que ZP desea gastar los cartuchos que en su día no tiró, pero hacerlo cuando se es el jefe de la oposición (por ejemplo, no levantarse al paso de la bandera norteamericana en un desfile oficial) o cuando se lleva el timón de la nave, suena más a nostalgia de un tiempo perdido y afortunadamente superado.
En fin, que ya sé que con la que está cayendo y con lo que tenemos entre manos en cuanto a los melones que ZP ha abierto en política nacional e internacional, hablar de su paso político por
El Correo, 28 de julio de 2006
No hay comentarios:
Publicar un comentario