07 febrero 2007

Dialogar ahora
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Florencio Domínguez
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La semana pasada, en el fragor de la polémica suscitada por la declaración del lehendakari ante los jueces, la vicepresidenta del Gobierno vasco, Idoia Zenarruzabeitia, se dirigió al secretario general del PSE, Patxi López, para preguntarle si estaba en condiciones de asegurar que los socialistas no han mantenido contactos con Batasuna el 30 diciembre, día del atentado de Barajas, o con posterioridad a esa fecha.
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Unos días más tarde era el dirigente de Batasuna Pernando Barrena quien aseguraba que había "un importante nivel de contactos" entre los partidos y al preguntarle si entre ellos estaban los socialistas respondió que ellos mantenían relaciones "con todos los agentes políticos e institucionales que quieran mantenerlas con nosotros". Ni confirmó ni desmintió, pese a que el secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, negaba el mismo día que su partido tuviera conversaciones con Batasuna. Zenarruzabeitia ya había puesto en cuarentena la validez de esta respuesta recordando las veces que los socialistas habían negado contactos con ETA o Batasuna antes de la tregua y estas reuniones se habían celebrado, según ha demostrado el paso del tiempo, que ha puesto nombres, fechas y sitios a los encuentros negados.
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El discurso público de los socialistas vascos va en una línea de dureza tras el atentado de Barajas, pero vuelven a aparecer las sospechas de que, otra vez, bajo cuerda, se ha reanudado el diálogo con Batasuna. El tono empleado por la vicelehendakari parece dar a entender que tras sus palabras hay algo más que sospechas, que son datos fehacientes los que la han llevado a retar de forma tan clara a los socialistas.
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El atentado de Barajas rompe los principios que habían llevado al Congreso de los Diputados a dar el visto bueno al diálogo con ETA: se trataba de ver si la banda terrorista estaba dispuesta a abandonar las armas. Puesto que ha quedado demostrado que no hay tal voluntad, debería quedar claro en las palabras y en los hechos que no se reanuda el diálogo ni con ETA ni con Batasuna, máxime teniendo en cuenta que este partido ni ha condenado ni se ha plantado frente a la acción terrorista.
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Volver en las actuales circunstancias a reanudar los contactos con uno o con otro supone transmitirle a ETA un mensaje de debilidad del Gobierno que contribuye a reafirmar la validez del terrorismo como método. Los más duros de ETA, suponiendo que no lo sean todos por igual, pueden presentar como gran triunfo haber conseguido que el Gobierno siga dialogando, pese al coche bomba de Barajas. Esto no es nuevo. Esto es lo que ha ocurrido en todos los episodios negociadores que se dieron en los años ochenta y hasta mediados de los noventa.
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Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Ciencia Política, recordaba hace unos años (ETA contra el Estado,Tusquets, 2001) los movimientos negociadores del Gobierno tras el atentado de Hipercor: "Si incluso tras una masacre de esa magnitud el Gobierno no renunciaba a cortar todo contacto con los terroristas, ¿qué conclusión podía sacar ETA sino que el Gobierno estaba dispuesto a negociar casi a cualquier precio?".
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En efecto, ésa es la conclusión que sacaron entonces los terroristas y que pueden sacar ahora: que los grandes atentados empujan al Gobierno a negociar. Así lo refleja con precisión la carta del etarra Henri Parot en la que recomendaba a la banda cometer importantes acciones terroristas: "Estoy convencido de que si hacéis eso se sentarán a negociar (en 1988 se sentaron después que volamos el cuartel de Zaragoza). Es la única vía: o les hacéis daños vitales, en la cabeza/ corazón, o no hay nada que hacer". Dar pasos que refuercen esa idea, como sería reanudar los contactos tras la bomba de la T4, sólo serviría para reforzar la convicción de la utilidad de la violencia y provocar nuevos atentados en el futuro.
(La Vanguardia)

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