20 marzo 2007

¡Viva Franco!


SANTIAGO GONZÁLEZ

El conseller de ICV en la Generalitat, Joan Saura, ha inaugurado en Vilafranca del Penedès una instalación impresionante: un busto de Franco rescatado del almacén en el que permanecía desde 1976 y plantado en el patio del Museo del Vino. Junto al busto han puesto una mesa, una silla y un libro en blanco para que el personal se exprese a sus anchas y le escriba «aquello que no le pudo decir a causa de la censura, del miedo, de la obligación de callar».
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Forges lo había previsto ya en 'Hermano Lobo' en vida de Franco, con aquellos monos en los que se veía a un ambulante con una oferta tentadora en un cartel: «hágale una pedorreta a un subsecretario por sólo 25 pesetas» y una cola de audaces transeúntes esperaba turno ante el muñeco para vivir su minuto de gloria irreverente y subversiva previo pago de los cinco duros.

Han tenido que pasar treinta años para que podamos hacer lo mismo con Franco. Por fin, antifranquismo seguro y además gratis. ¿Que usted no pudo ser antifranquista por razón de edad o por prudencia? No pasa nada. No todo el mundo puede presumir de haber tenido padres comunistas, decía el título de una comedia dirigida por Jean Jacques Zilbermann hace unos años. Claro que él hablaba de franceses de los 90, no de catalanes en la era Zapatero. Ahora puede usted hacerse con unos padres o con un pasado comunista en el bajofranquismo, no importa que sus padres o usted mismo hicieran aquellos días de noviembre del 75 colas de ocho horas para dar el último adiós al dictador.

Ahora puede usted ir a Vilafranca (hermosa concordancia onomástica), preguntar por el Museo del Vino (qué acierto de sitio) y ya, solo frente al dictador y ante la historia, escribir en el libro blanco: «Franco, mamón», un suponer. Si prefiere usted la tradición oral a la literaria, podrá grabar en vídeo y audio su mensaje: puede plantarse ante el broncíneo busto, mirarle a los ojos, llevarse la mano a la entrepierna y gritarle: «¡toma aquí, berbiquí!» o cualquier otra muestra de ingenio chocarrero, tan del habla popular.

También puede ponerse en jarras y retarle a que le mande a un consejo de guerra o al Tribunal de Orden Público, hacerle el pase del desdén o cualquier otra 'performance' en la que colaborará de mil amores el Museo. Para eso tenemos la memoria histórica, hermosa síntesis por la cual la memoria no es propiedad individual, sino patrimonio colectivo y la historia no es la relación de los hechos tal como ocurrieron, sino tal como debieron ocurrir. Gracias a la memoria histórica podemos plantarnos ante Franco con un par, apagarle un cigarrillo en la calva y ganarle la Guerra Civil con efecto retroactivo. Lo que usted escriba o grabe será conservado «como un documento histórico», en tanto que ejercicio de memoria colectiva, que es como llamamos al alzheimer. Cuánta añoranza de Franco y cuánto gilipollas, Dios mío.

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Publicado en El Correo , 8 de noviembre de 2005

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