14 julio 2007


Editorial
La rebelión de los ciudadanos

El País, 15 de julio de 1997

LA FORMIDABLE reacción de la sociedad española -millones de personas en la calle- ante el asesinato de Miguel Angel Blanco ha renovado la fe de los demócratas en que el problema del terrorismo de ETA puede ser resuelto por procedimientos estrictamente democráticos. Estamos en una "etapa nueva", según la expresión acuñada ayer por el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja. Es verdad que no hay procedimientos milagrosos para acabar con ETA, sólo una tenaz acción política, legal y civil para aislar a los terroristas y a su entorno político, que es Herri Batasuna. Los ciudadanos españoles han perdido el miedo al terror, se han hartado de la barbarie y exigen que se pongan en práctica, siempre dentro de las garantías del Estado de derecho, todas las medidas necesarias para llevar a los terroristas donde deben estar -en la cárcel- y arrinconar en todos los frentes a sus cómplices, relegándolos al gueto de la marginalidad política y del desprecio social.
Medidas políticas. Las normas profilácticas contra el terrorismo requieren la ausencia de cualquier ambigüedad, un error bastante extendido en el pasado más reciente. Algunas, las más evidentes, ya se han anunciado. Por ejemplo, la exclusión urgente de HB de la ponencia sobre derechos humanos del Parlamento vasco: era un sarcasmo mantener a los secuaces, de los asesinos en una comisión sobre los derechos humanos. Otras resoluciones se han sugerido en las reuniones del Pacto de Ajuria Enea y del Pacto de Madrid. La guía para el aislamiento político de HB incluye que sus miembros no gobiernen más en ayuntamientos o en cualquier otra institución con el apoyo o la abstención de un partido democrático; no firmar comunicados ni proposiciones conjuntas con HB; no asistir a debates públicos con ellos; en suma, rodear a la coalición de un cordón sanitario de, desprecio y silencio. Hay que calificar de modélica. la resolución de la Diputación permanente del Parlamento vasco de no adoptar iniciativa conjunta alguna con HB mientras no condene el asesinato de Blanco Garrido. Ése es el camino que ha señalado la sociedad y que no cabe olvidar.

Medidas legales. Las instituciones han de hacer cumplir la ley, ni más ni menos, con todas las garantías de nuestro sistema democrático, pero con extrema firmeza. En primer lugar, para detener, procesar y juzgar a los asesinos; después, para sancionar la apología del terrorismo que se practica habitualmente desde las filas de HB, con formulaciones tan canallas como la consigna de ETA, mátalos, que se corea en las manifestaciones de los sicarios del terror. Si para combatir con más eficacia esta apología es necesario modificar el Código Penal, hágase con el consenso de los partidos políticos, como se inició ayer en la reunión del Pacto de Madrid. Ésta es una oportunidad histórica para reinstaurar en el País Vasco el imperio de la ley, aplicada durante muchos anos con complejos y reticencias. El miedo ha degrada do la vida pública en el País Vasco hasta tal punto que sus ciudadanos no han podido ejercer durante mucho tiempo las libertades que consagra la Constitución, con virtiéndose de hecho en. ciudadanos de segunda. Los jueces, la policía, la Ertzaintza (que por primera vez se ha podido quitar sus antifaces), saben ya que no están solos y que el pueblo respalda activamente su labor. Ha habido otro sarcasmo cruel estos días: que algunas voces batasunas acusasen a las fuerzas democráticas de apelar al "linchamiento", cuando lo que. se ha pedido llanamente ha sido la aplicación de las normas legales vigentes.

Medidas sociales. La sociedad se ha manifestado de forma Ubre en un plebiscito que no tiene parangón en nuestra historia. Esos millones de ciudadanos han exigido coherencia a sus representantes políticos, pero también se han impuesto una labor: Una pancarta se preguntaba ayer: "¿Qué más podemos hacer?". Mucho. El aislamiento de los violentos debe librarse en el ámbito cotidiano: dar la espalda a quienes con su silencio o sus palabras son cómplices del crimen; limitar sus recursos económicos (no más publicidad en forma de impuesto revolucionario en el periódico que les sirve de agit-prop); cuarentena total a sus actos, a sus fiestas o a sus locales, como si de apestados se tratara; no dar cabida a su propaganda. o a sus razones en los medios de comunicación; eliminar el compadreo en las calles o plazas. En definitiva, hacerles el vacío. Sólo así se eliminará la debilidad congénita de la democracia ante el terror del tiro en la nuca y, los zulos.

Éste es el plebiscito que ayer se produjo en nuestro país. Como dijo el Rey, la conciencia de los españoles ha salido a la calle". Y ahí debe seguir.

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