29 agosto 2008




Arnaldo Otegi, sin paraguas

Santiago González

Mañana, cuando Arnaldo Otegi salga de Martutene tras haber cumplido los quince meses que le impuso la Audiencia Nacional por enaltecimiento del terrorismo, no tendrá a muchos fieles esperándole. Menos, en cualquier caso, de los que le acompañaron, física o sentimentalmente, a la entrada.

Requerimientos de la dramaturgia cinematográfica. Cuando recuperó su libertad, el exministro Barrionuevo, debió de sentir la misma añoranza de la cuantiosa peña que lo acompañó hasta las puertas de la cárcel de Guadalajara. ¿Qué se hizo de la solidaridad de antaño? Dios mío, qué solos se quedan los presos, escribió Bécquer poco más o menos.

Quedaba lejos el tiempo del esplendor para Otegi, cuando muñía con Eguiguren el vistoso proceso de paz, cuando la mayoría de las espectadoras (y una parte de los espectadores, claro) de ETB lo elegían en un programa de sobremesa como el político más sexy de Euskal Herria. No se asombren, que en todas partes cuecen habas. En diciembre de 1993, el buen pueblo español que ve la tele, votó los premios ‘Queridísimos 93’ que patrocinaba Tele-5. El galardón al político más valorado por los televidentes fue Jesús Gil y Gil y el queridísimo de la Economía fue el entonces presidente de Banesto, Mario Conde. El banquero no pudo recogerlo porque aquel 28 de diciembre, Día de los Inocentes, vio cómo el Banco de España intervenía su banco y ponía fin a su carrera.

Qué añoranza de aquel día en que un presidente del Gobierno le reconocía como “líder de la izquierda abertzale” y lo elogiaba porque “ha hecho un discurso por la paz y abre una etapa distinta en Euskadi”. Entonces era un líder. No porque se lo pareciese a Zapatero cuyo ojo clínico en la materia se ha visto cuestionado por los hechos en no pocas ocasiones. Era un líder porque así le parecía a ETA. El 3 de diciembre de 2006, Otegi fue el principal orador de un mitin convocado por su ilegalizado partido en Oyarzun. Era domingo y llovía y las fotos del acto muestran al orador frente al atril, mientras un propio sostenía solícito un gran paraguas azulón a cuadros. El del paraguas se llamaba Sergio Lezkano Bernal y fue detenido cuatro meses más tarde por ser uno de los integrantes del comando Donosti. Pocas fotos hay que materialicen tanto la metáfora “estar bajo el paraguas de ETA”.

Detenido el 8 de junio de 2007, ha cumplido íntegra su condena. Mes y medio después del encarcelamiento, Pernando Barrena y Jone Goirizelaia presentaban en rueda de prensa una página web (www.arnaldoaskatu.org) para que sus adeptos inundasen la red con reivindicaciones de libertad para el preso. La falta de respuesta popular llevó a clausurarla unas semanas más tarde.

Todo hace pensar que Otegi es un dirigente amortizado para la organización terrorista. Las tres causas que aún tiene pendientes en los juzgados centrales 4, 5 y 6 de la Audiencia Nacional pueden volver a llevarlo a la cárcel en un futuro próximo.

No es la primera vez que ETA descataloga a algún dirigente batasuno. Habrá que ver si Otegi empieza a callarse y permanece mudo unos diez años. Fue el tiempo que estuvieron callados Txomin Ziluaga y los dirigentes de HASI expulsados en 1988 y el que se mantuvo en silencio el anterior portavoz, Floren Aoiz, que dejó de serlo tras ser condenado a siete años de prisión por el Tribunal Supremo en 1997. Dos años más tarde, el Tribunal Constitucional admitió el recurso de amparo de Aoiz y el resto de la Mesa Nacional. Al salir, había una nueva dirección con un nuevo portavoz llamado Arnaldo Otegi. La cárcel se lo dio, la cárcel se lo quitó.



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