20 agosto 2008



Números y letras


Santiago González

Alguna anomalía muy profunda socava nuestra vida parlamentaria cuando la preocupación política del Gobierno, evitar la comparecencia del presidente para explicarse sobre la financiación autonómica, ha podido resolverse mediante negociación de la vicepresidenta De la Vega con el solitario diputado de ICV, Joan Herrera, que en el lance de ayer recordaba la fábula de Samaniego sobre la pesada carga del camello y la pulga que la coronaba: “se apea, y dice arrogante:/ «del peso te libro yo.»/ El camello respondió: «gracias, señor elefante.»

Las claves del acuerdo que han llevado a Herrera a retirar su petición son: la comparecencia de Solbes antes de que termine agosto y un nuevo compromiso de financiación antes de tres meses, para que pueda ser recogido en los Presupuestos de 2009.

Hace tres meses, el presidente invitó a cenar en La Moncloa a los barones regionales para tratar el tema. Crema fría de melón, es de suponer que de Alange. Había constancia escrita de que Zapatero se convierte en un ser imperturbable con la ingesta de la sopa. Según testimonio de uno de sus más íntimos colaboradores en la hagiografía escrita por Suso de Toro, Madera de Zapatero, en cierta ocasión fue interpelado por un compañero durante una comida. Entonces él, “midiendo sus tiempos y midiendo todo, siguió tomando tranquilamente su sopa”. Así que el presidente, tras tomar su sopa fría, hizo un vaticinio a corto plazo: “es el Estado el que tendrá que hacer un esfuerzo especial, ¿verdad, Pedro [Solbes]? Os pido que todos confiemos en Pedro. Habrá justicia y solidaridad para todas las comunidades”.

Al final, el esfuerzo lo hará Pedro, que comparecerá en el lugar del jefe. Dos semanas antes de la referida cena, Felipe González había advertido inútilmente en El País de la contraindicación que suponía el debate de la financiación para la “prioridad de las prioridades en coyuntura de crisis”: “inversión generadora de actividad y recuperadora del empleo que se está destruyendo”.

La jugada de Herrera ha creado una notable sensación de alivio en el Ejecutivo. Zapatero estaba dispuesto a pedir su propia comparecencia para evitar hacerlo obligado por su soledad parlamentaria. También, naturalmente, alguna suspicacia en su compañero de grupo ERC y en CiU, pero no tanta como para que vayan a suscribir la propuesta de comparecencia presentada por el PP, que, con toda probabilidad, decaerá hoy en la reunión de la Comisión Permanente.

Habrá más bilateralidad y también más multilateralidad, han acordado las partes, con esa deliciosa ambigüeda, que es la columna vertebral de los conceptos en el Gobierno Zapatero. Y eso, ¿qué quiere decir? No se sabe, pero los nacionalistas catalanes, incluido el PSC, interpretarán que primero negociarán lo suyo con el Gobierno y luego ya se hablará de todo en mesa redonda. Por otra parte, si Zapatero ha incumplido en Estatut, que es una ley orgánica, ¿por qué ha de cumplir un pacto de agosto con un tal Joan Herrera?

El problema sigue. La financiación se hace con números, elementos contantes y sonantes. Zapatero ha puesto las palabras y la sintaxis al servicio de la política en un impresionante alarde literario. Pero estamos ante una suma de quebrados, lance poco propicio para el juego metafórico. En algún momento habrá que reducir los sumandos a un común denominador, porque ni las cuentas ni la crisis admiten la hipálage ni el quiasmo, por mucho que Solbes trate de cubrir los desparrames literarios de su jefe recurriendo a la matemática borrosa.




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