05 febrero 2010

He said a little prayer

Santiago González

La culpa no fue del chachachá, sino del gospel. ‘Son of a preacher man’ (hijo de un predicador) cantaba en los 60 Dusty Springfield, rescatada muchos años después por Tarantino en ‘Pulp Fiction’. ‘I say a little prayer’, aprendimos a cantar con Aretha Franklin algo después, aunque ya empezábamos a ser laicos. La pequeña oración de Zapatero justifica el rezo en castellano con una razón que nunca emplearía para defender su uso en la educación de los niños españoles, “la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra”. Por lo demás es un canto razonable de admiración a Estados Unidos. Tiene algo del “Eres hermosa, verde y ancha, Norteamérica”, con que Neruda comenzaba ‘Que despierte el leñador’, y algo también de los credos obreristas, modelo Palacagüina.

“Citar”, escribió Ambrose Bierce, “es repetir erróneamente las palabras de otro” y el presidente se aplicó a ello con fruición en su plegaria. Abusando del quiasmo dio la vuelta al Evangelio. Donde el águila de Patmos había escrito: “la verdad os hará libres” (San Juan, VIII, 32), Zapatero reescribió “es la libertad la que os hace más verdaderos” y así lo repitió ayer en su plegaria.

Con la misma desenvoltura intelectual fue añadiendo pluralismo, solidaridad y tolerancia a la marmita de la Alianza de Civilizaciones, llegando a invocar el ‘Deuteronomio’ (capítulo XXIV) como fuente de inspiración para la justicia social con los inmigrantes, tal como los democristianos europeos citaban hace unas décadas la encíclica ‘Populorum Progressio’.

Esto lleva a confusión a los espíritus laicos. El mismo Deuteronomio prescribe esta Alianza de Civilizaciones: “esto es lo que debéis hacer con ellos: derribad sus altares y haced pedazos las estatuas, talad sus bosques profanos y quemad sus ídolos” (Deut. VII, 5). Eso por no hablar de cómo contempla la Ley de Identidad de Género: “La mujer no se vista de hombre ni el hombre se vista de mujer, por ser abominable delante de Dios quien tal hace.” (Deut. XXII, 5), amén de esta muestra de moral sexual: “Mas si es verdad lo que (el marido) le imputa y la muchacha no fue hallada virgen, la echarán fuera de la casa de su padre y morirá apedreada por los vecinos de aquella ciudad, por haber hecho cosa tan detestable en Israel” (Deut. XXII, 20-21). Finalmente, donde el mismo libro dice (XIV, 21): “No cocerás cabrito en la leche de su madre”, ¿debemos entenderlo como un alegato contra la cocina de fusión o más bien contra la redundancia?

Éste es el mismo presidente que en 2007 hacía bromas con su biógrafo De Toro sobre “el complejo retardado del nacionalismo español. Es agarrarse, para salir del rincón de la historia (risas) al imperio Americano (Más risas). ”(‘Madera de Zapatero”, págs. 157-158).

Es verdad que arrepentidos los quiere el Señor, pero no sé si tanto, la verdad.


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