COMENTARIOS LIBERALES
José Antonio Labordeta
F. Jiménez Losantos
Publicado el Lunes, 20 de septiembre de 2010
Hay personas que ocupan un lugar definitivo en tu vida, aunque de eso sólo te das cuenta más tarde. José Antonio Labordeta lo ocupa en la mía de forma definitiva, maravillosa, irrevocable; y ahora que dicen que se ha muerto ha tomado posesión de él de la forma más natural, como cuando llegaba a la casa de mi pueblo y se sentaba a comer jamón, para espanto de mi abuela, porque entre Gonzalo Tena, Fernando Sarrais y él, en una tarde, dejaron a uno para caldo, o sea, en el hueso; y temía su vuelta.
"Desde que murió el mío, fue casi un segundo padre, aunque esto es lo que en la vida tardas en comprender"
En 1995 me pidió el prólogo para su libro Tierra sin mary al escribirlo me di cuenta de hasta qué punto los cinco años junto a él, de los 15 a los 20, serán siempre una luz en cada túnel. Acababa de cumplir los 15 cuando lo conocí como jefe de Estudios en el Colegio San Pablo y luego como profesor de Historia del Arte, el mejor que he tenido. Desde que con 16 años murió el mío, fue casi un segundo padre, aunque esto es lo que en la vida tardas en comprender. Labordeta y Sanchís Sinisterra ocuparon ese lugar paterno, esencial en el hacerse de la adolescencia, que brinda seguridad y distancia, autoridad y amparo. ¿Cómo agradecer el respirar?
Con Pepe estudié muchísimo: marxismo, psicoanálisis, semiótica, teatro, Kafka, los clásicos españoles... Con Labordeta leí una barbaridad: Rulfo, Cortázar, García Márquez, Donoso, Borges, Fuentes, Proust, Joyce, y, con su hermano Miguel al fondo, poesía, siempre poesía... Míos fueron sus libros: primero, en el Instituto y en su casa de Teruel, donde la maravillosa Juana nos daba café con leche y galletas, porque en el colegio, a saber. Luego, en la de Zaragoza, Camino de las Torres, con biblioteca y cafetería abiertas siempre, como el propio José Antonio, generoso hasta lo indecible.
Este pasado julio comenté en esRadio su último libro -guardo dedicado Las sonatas, el primero- titulado, muy en su estilo, Regular, gracias a Dios. Ahí, con la ayuda de su hija Angela, la novelista de Rapitán, aparece, tropezando con el cáncer, el Labordeta inmejorable. Y recuerda la última obra de teatro en la que me dirigió, En alta mar, de Mrozeck: "Tres náufragos en una balsa perdida juegan a la democracia. Al final, se meriendan al más pequeño, al más pobre, que en esa ocasión interpretaba Jiménez Losantos, con una inocencia que todavía me conmueve".
A mí me conmueve aquello y esto, toda esta vida del morir. José Antonio, conmigo vas, mi corazón te lleva.
4 comentarios:
Gracias
De admirar que, habiendo renegado el finado tanto y tan públicamente de él, un antiguo alumno dedique esta bonita loa al profesor Labordeta.
Le odio profunda e ideológicamente Sr. Losantos, pero hoy, aquí, le aplaudo.
Sr. Losantos:
De todo lo publicado a raíz de la muerte de Labordeta, su columna me parece la más sincera y emocionante. Encuentro admirable que no ponga usted un solo 'pero' a la trayectoria vital y profesional de nuestro admirado hombre sin más (como él se definió).
Al igual que el anterior participante, discrepo profundamente de usted y sus opiniones y maneras me irritan. Hoy no puedo dejar de expresarle mi respeto.
Pues yo creo que es usted, don Federico, el mejor comunicador que hay en España. (Para mí, que aún soy muy joven, es un áureo espejo donde mirarse). Y además, una persona agradecida y por ende, bien nacida. Bravo por su elegía.
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