27 febrero 2008



Buenas noches y buena suerte



Santiago González

“Buenas noches y buena suerte”. Zapatero empleó una cita cinéfila como broche de su intervención en el debate del lunes. En la película de Clooney que lleva el mismo título, era la despedida de Edward Murrow, director y presentador del programa de la CBS ‘See it now’, mientras las libertades de América estaban amenazadas por el senador McCarthy en la ola de paranoia que se llamó ‘la caza de brujas’.

Es hermoso y tentador identificarse con un luchador de la libertad frente al fascismo y la intolerancia, pero tal vez el candidato socialista debería ser más cuidadoso en la selección de sus metáforas. No es razonable que todo un presidente del Gobierno se disfrace de periodista en lucha contra el poder, por mucho que se trate del primer Presidente No Gubernamental de la historia de España. No sabemos si es más lógico que un candidato a gobernarnos desee buena suerte a su clientela, cuando parece más pertinente que sea ésta quien se la desee a él. Nunca se sabe, sin embargo. Hace quince años, con motivo del primer debate electoral, Ricardo y Nacho resumieron en este periódico la cuestión con una gran viñeta en la que se veía a Felipe y Aznar como dos boxeadores antes de la pelea. Entre ellos, el árbitro dice: “¡Que gane el mejor!”, a lo que el público, en una sola voz, replica: “¡No!¡Que gane el otro!”

Una cita equivocada es una lástima, porque Zapatero tuvo una buena intervención en esos tres minutos de verdad en que cada uno de los candidatos se dirigió al personal para pedirle el voto. El aspirante Rajoy, que había hecho mejor pelea que el campeón, cometió en su turno el mayor error del debate. Quiso imitar el inimitable estilo del buenismo zapateril y le salió una intervención más cursi que el diario de Pollyanna.

Rajoy, con todo, ganó. Y lo hizo porque llevó la iniciativa, no se dejó distraer ni apartar de lo que él quería decir aquella noche y consiguió poner en algún apuro a un Zapatero que se mostró como un buen fajador. No fue un buen debate político, aunque no estuvo mal como espectáculo. Faltó definición del futuro, porque ambos candidatos se dedicaron a recapitular los cuatro debates de la legislatura pasada sobre el estado de la Nación, sólo que en esta ocasión, Zapatero no tenía de su parte el reglamento.

Hacía quince años del primer debate. Sólo el moderador era el mismo. Manuel Campo Vidal, un buen periodista, que ya había moderado ejemplarmente el González-Aznar, lo volvió a hacer bien el lunes, por más que pudo aliviarnos algo una introducción más bien premiosa. Él era el nexo, la continuidad en un enfrentamiento que recordaba el final de la primera parte de ‘Novecento’. Alfredo Berlinghieri y Olmo Dalco, los personajes de Robert de Niro y Depardieu, eran, respectivamente, hijos de un terrateniente y un bracero. Habían nacido el mismo día y crecen juntos hasta que la lógica de la lucha de clases los enfrenta. Bertolucci los muestra en una pelea sin fin, mientras se van haciendo viejos, parábola del enfrentamiento reflejo entre una izquierda y una derecha que tanto tiempo después ya no representan lo que fueron.

El lunes seguirán peleando. Mañana habrá debate entre los otros siete partidos que han tenido grupo parlamentario. No tendrán una audiencia comparable a los nueve millones y medio que vieron en algún momento el gran combate. Error de la audiencia. Según una encuesta de Sigma Dos que conocimos ayer mismo, los españoles que no votan al PSOE ni al PP están más satisfechos sexualmente. Ustedes verán.

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