01 febrero 2008



La leyenda del buen capitán

12-7-2005 Santiago González

Habla una leyenda marinera, mi señor Zapatero, de un viejo capitán famoso por su pericia en el mando de su barco. Con él había atravesado mil veces el Canal de la Mancha y otras tantas el Atlántico Norte por la ruta de los icebergs. Había sorteado mil ciclones tropicales y había surcado mares montañosas y aun confusas sin sufrir jamás el menor contratiempo. Contaban sus tripulantes que tenía un secreto: cada vez que se acercaba una situación complicada, él se dirigía a un cofrecillo que tenía en el cuarto de derrota cuya llave guardaba celosamente. Lo abría y contemplaba unos instantes su interior; después volvía a cerrarlo y tomaba las decisiones que le habían permitido sortear indemne todos los peligros. Un día, dos de sus oficiales, aprovechando su sueño, registraron su camarote y se hicieron con la llave.

Subieron a la derrota y abrieron la arqueta. Dentro sólo había un papel en el que podía leerse: «Estribor a la derecha. Babor a la izquierda».

En agosto de 2004, cuatro terroristas muy cualificados que cumplían condena en cárceles espñolas, ‘Pakito’, ‘Iñaki de Lemoa’, ‘Makario’, ‘Pedrito de Andoain’ y otros dos etarras de menor cuantía, escribieron una carta a ETA. En ella decían, entre otras cosas, que «la incapacidad de potenciar la lucha armada y la imposibilidad de acumular fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder central nos obliga a replantear la estrategia vanguardista defendida hasta ahora».

Tuvo que ser muy chocante para los remitentes ver que poco después de su carta, el primer representante del poder central afirma públicamente que la negociación sí es posible y lleva al Congreso de los Diputados una resolución que la propugna. ¿Podemos aceptar que infundir grandes dosis de melancolía en el alma de los asesinos es una estrategia ingeniosa para acabar con el crimen?

Aceptémoslo. Sin embargo, la expulsión desmiente su optimismo. Si ETA le ha hecho saber que está dispuesta a dejarlo, no parece congruente que empiece por expulsar a sus portavoces. No era un mensaje de ETA al Gobierno, sino una carta de seis activistas presos a su organización con acuse de recibo implacable: la exclusión. No tan brutal como la respuesta que el propio ‘Pakito’ dictó hace 19 años contra ‘Yoyes’, quizá porque a Mujika Garmendia le defiende Instituciones Penitenciarias de la organización que ha perpetuado sus procedimientos. Pero tal vez vaya dirigida también al Gobierno: ‘Pakito’ y los otros cinco no son los protagonistas de una escisión, sino las víctimas de una purga.

Mucho me gustaría, presidente, que ese cofrecillo mágico del que usted habla a sus visitas y cuyo interior no ha mostrado a nadie, contuviese una observación tan contrastada, razonable y poco discutible como la del capitán de la leyenda: estribor a la derecha; babor a la izquierda.

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