14 febrero 2009

Sobre el papel

Santiago González

Las encuestas insisten en empatar las dos Euskadis. El sondeo del CIS que conocimos el jueves ratifica en lo esencial el Euskobarómetro de noviembre: que el Partido-guía se alzaría con mayor número de escaños, un máximo de 28 en ambas encuestas, que el PSE le pisaría la sombra, con un par de parlamentarios menos y que Ibarretxe lo tiene difícil para alcanzar los 38, ni aun convirtiendo en cuatripartita la alianza a tres que lo ha venido sosteniendo las dos últimas legislaturas.

La hipótesis de la revalidación de Ibarretxe es una incógnita. La del ascenso de Patxi López, otra. Vayamos a la del primero. Hay una raza de hombres que se crecen en las dificultades y sacan fuerzas de flaqueza en las derrotas. Uno de ellos, el coronel Aureliano Buendía, emprendió a lo largo de su vida 32 guerras civiles y las perdió todas. Otro, Juan Josué Ibarretxe, ha encabezado dos enfrentamientos con la legalidad y los ha perdido: hizo naufragar el plan de su nombre en el Congreso, el 2 de febrero de 2005. Tras revalidar aquel mismo año la confianza de su tropa, se empeñó en convocar un referéndum para el 25 de octubre de 2008. El Tribunal Constitucional declaró el 11 de septiembre del año pasado que la ley que autorizaba la consulta no era conforme a la Constitución.

Cabe la posibilidad de que, presionado por su partido, Ibarretxe ofrezca un pacto al PSE, que no contempla –si es que la hemeroteca no ha prescrito todavía-la posibilidad de acuerdos que no tengan a López como lehendakari. Es de suponer que el candidato socialista se postulará aunque no haya obtenido el mayor número de escaños. Hay precedentes en Baleares, Cataluña, Galicia, Navarra y Madrid, comunidades en las que el candidato socialista intentó la investidura y la consiguió, salvo en Navarra y Madrid.

Lo de Euskadi va a ser más difícil. Sobre el papel, en la hipótesis de que acierten las encuestas, López no parece muy proclive a alcanzar acuerdos con quien podría auparle a la mayoría: el PP y, eventualmente, UPyD. Postularse para lehendakari y confiar en que los parlamentarios constitucionalistas lo apoyen con su voto sin acordar previamente las líneas generales del programa de Gobierno (o algunos cargos en el mismo) no parece muy realista.

Hay un historial de incumplimientos y de agravios. La doctrina Zapatero de que corresponde a terceros la responsabilidad de ‘arrimar el hombro’ o ’tirar del carro’ para que él gobierne a su aire, no es un principio universal de la democracia. No parece que los populares estén en situación de exigir a los socialistas una aplicación a Euskadi del modelo cántabro, en el que el segundo aupa al tercero a la presidencia para desplazar al primero. Claro que la respuesta de Patxi López al ser preguntado por su predisposición a negociar alguna parcela de poder para obtener el apoyo del PP no es un procedimiento para hacer amigos o, al menos, socios: «Ellos (los del PP) piden tres consejerías, pero no se las vamos a dar. Ni tres, ni ninguna».

Éste es un ejercicio teórico, porque es la primera vez que la campaña va a ser decisiva en la decantación del voto. Veremos.

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