21 febrero 2009

Sondeos estimulantes

Santiago González

Estamos viviendo las primeras elecciones en las que el inicio de la campaña ha dado paso a un tiempo de sosiego respecto al ambiente normal de los últimos meses, qué digo meses, años. Lo normal venía a ser que la tradicional pegada de carteles marcara quince días de crispación y guerra sin cuartel. Dialéctica entre los candidatos y literal en el caso de la organización terrorista, que siempre había intervenido en campaña como suele, aunque en sentido muy decreciente respecto a las primeras elecciones autonómicas. En el mes que precedió a aquel 9 de marzo de 1980, ETA asesinó a seis personas.

Estas son las primeras elecciones en las que no va a concurrir el brazo político de los terroristas, lo cual suscitó una protesta en los partidos coligados en torno a Ibarretxe y Aralar, puramente pirotécnica y rápidamente encauzada hacia el cálculo de qué parte de la herencia en votos huérfanos puede caernos en función de la verosimilitud de la representación.

No será mucho en todo caso. Las encuestas demuestran que la clientela de la izquierda abertzale no se despista fácilmente y habrá un voto nulo no inferior al 10%. Sólo una minoría optará por rentabilizar el voto buscando una candidatura alternativa, pero de la parte del león, de ese 10%, se van a beneficiar mayoritariamente los dos partidos más votados: PNV y PSE. Se encargará de ello el ecuánime señor D’Hont.

Las primeras encuestas del Gobierno vasco coinciden con las demás en el empate técnico entre el Partido-guía y el de los aspirantes y en que a Ibarretxe no le salen las cuentas aunque transforme su trío en un cuarteto. Con Aralar incluido, se quedaría a dos escaños de la mayoría. La sociología es una ciencia dúctil, especialmente en los sondeos de opinión. Paul M. Sweezy, que era un marxista teórico, decía al respecto que el que paga al gaitero pide la tonada. ¿Cabe la posibilidad de que se estén exagerando las dificultades del lehendakari para arrancar a la abstención esos miles de votos alejados por un lehendakari preso de sus arrebatos soberanistas? Cabe. Ibarretxe se ha guardado disciplinadamente el mantra del derecho a decidir y hace campaña como si fuera un candidato normal. El nuevo pragmatismo y la encuesta se complementan con las angustiosas llamadas de socorro a la feligresía: “Eres consciente de que nos encontramos en un momento crucial para el futuro de Euskadi. Con la bandera del cambio y la calculada utilización de la Ley de Partidos, las fuerzas políticas de obediencia centralista pretenden acceder al único Gobierno que no dominan en todo el Estado. Lo quieren conseguir como sea y en esta campaña contarán con toda la ayuda y los medios para ello. Estamos ante una reedición de 2001. Una nueva estrategia con el mismo objetivo: sustituir al Lehendakari por un delegado del Gobierno central...”

Es un párrafo modélico y tal vez pedagógico. No estimulará tanto a sus votantes como en 2001, pero tampoco lo necesitan. López, por más que invoque a Obama y haga sonar el ‘Working on a dream’, del boss Springsteen, no está alentando, -en parte, sólo en parte, deliberadamente -el fervor del cambio que fue el elemento característico del ‘Yes, we can!’.


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