29 febrero 2008



Un género de violencia

Santiago González

Habíamos resistido el lento crecimiento de las víctimas mortales de la violencia contra las mujeres en este último trienio: 52 en 2005, 62 en 2006, 74 en 2007, 17 en lo que llevamos de 2008. Si los asesinatos continuaran a este ritmo, para finales de año habríamos rebasado el centenar.

Al producirse cuatro el mismo día, el amontonamiento se ha convertido en noticia. Los candidatos tuvieron que alterar su plan de campaña para hoy y explicar qué piensan hacer para atajar la enfermedad. Habría sido hermoso que se pusieran de acuerdo. ¿Por qué posponer el asunto y esperar hasta la formación del próximo Gobierno para convocar a los lehendakaris antes de meter mano a un asunto insoportable? Todas las autonomías menos una están gobernadas por el PSOE o el PP. Bastaría con un acuerdo entre Zapatero y Rajoy, extensible posteriormente al Gobierno vasco, para empezar a hacerlo operativo, para anticiparse al próximo asesinato.

El acuerdo tendría, además, ventajas de imagen para los candidatos, disminuiría su crispación y transmitirían con eficacia el mensaje que tratan de colocar a toda costa: que anteponen su voluntad de resolver los problemas a sus legítimos intereses electorales. Tal vez deberían acordar, y proponer al resto de los partidos, un pacto de tolerancia cero contra la violencia por razón de sexo o de género, que siempre lo llamamos ‘amor’ cuando queremos decir ‘sexo’. Podrían empezar por un acuerdo básico: no permitir que nadie con antecedentes por malos tratos desempeñe ningún cargo orgánico en ningún partido democrático.

Erradicar este mal puede que sea tarea para muchos años y mucha educación. Los países bálticos nos llevan décadas en la igualdad de la mujer con el varón y los malos tratos continúan. Quizá fuera conveniente revisar la Ley a la vista de los datos, por ver en qué puede ser mejorada. No estaría de más definir el mal con la mayor precisión posible y atacarlo sin confundir papeles ni responsabilidades. Kontxi Bilbao, la parlamentaria de la hijuela vasca de Izquierda Unida que fue condenada por el Tribunal Supremo junto a Atutxa y Gorka Knörr por negarse a disolver el grupo batasuno, hacía ayer un enunciado manifiestamente mejorable. «la violencia de género no es menor que la de ETA y merece la misma atención», dijo, equivocando aparatosamente el género de la violencia. ¿Pensará que esto tiene arreglo si Eguiguren empieza a reunirse en el famoso caserío de Elgoibar con el Arnaldo Otegi de los maltratadores?

No se acaba de ver tampoco que hacía el Consejo General del Poder Judicial manifestándose casi al completo a las puertas de su establecimiento, en una moda que viene de arriba. El Gobierno vasco fue pionero en concentraciones para protestar contra los secuestros etarras y en manifestaciones contra ETA en su conjunto. Incluso llegó a secundar una huelga general que los partidos y sindicatos de Lizarra convocaron el 12 de abril de 1999 para protestar contra el suicidio del etarra José Luis Geresta Mujika veinte días antes.

Los gobernantes y los jueces no deben manifestarse corporativamente. Ese es un derecho de los ciudadanos. Ellos tienen la responsabilidad de hacer cumplir la ley y de aplicarla. Sus convicciones contra el maltrato están fuera de lugar, porque tienen la obligación legal de erradicarlo. La concentración de los jueces remite a la perplejidad con la que Woody Allen definía las dimensiones de la crisis: “Mi psicoanalista me llama llorando a las tres de mañana.”

27 febrero 2008



Buenas noches y buena suerte



Santiago González

“Buenas noches y buena suerte”. Zapatero empleó una cita cinéfila como broche de su intervención en el debate del lunes. En la película de Clooney que lleva el mismo título, era la despedida de Edward Murrow, director y presentador del programa de la CBS ‘See it now’, mientras las libertades de América estaban amenazadas por el senador McCarthy en la ola de paranoia que se llamó ‘la caza de brujas’.

Es hermoso y tentador identificarse con un luchador de la libertad frente al fascismo y la intolerancia, pero tal vez el candidato socialista debería ser más cuidadoso en la selección de sus metáforas. No es razonable que todo un presidente del Gobierno se disfrace de periodista en lucha contra el poder, por mucho que se trate del primer Presidente No Gubernamental de la historia de España. No sabemos si es más lógico que un candidato a gobernarnos desee buena suerte a su clientela, cuando parece más pertinente que sea ésta quien se la desee a él. Nunca se sabe, sin embargo. Hace quince años, con motivo del primer debate electoral, Ricardo y Nacho resumieron en este periódico la cuestión con una gran viñeta en la que se veía a Felipe y Aznar como dos boxeadores antes de la pelea. Entre ellos, el árbitro dice: “¡Que gane el mejor!”, a lo que el público, en una sola voz, replica: “¡No!¡Que gane el otro!”

Una cita equivocada es una lástima, porque Zapatero tuvo una buena intervención en esos tres minutos de verdad en que cada uno de los candidatos se dirigió al personal para pedirle el voto. El aspirante Rajoy, que había hecho mejor pelea que el campeón, cometió en su turno el mayor error del debate. Quiso imitar el inimitable estilo del buenismo zapateril y le salió una intervención más cursi que el diario de Pollyanna.

Rajoy, con todo, ganó. Y lo hizo porque llevó la iniciativa, no se dejó distraer ni apartar de lo que él quería decir aquella noche y consiguió poner en algún apuro a un Zapatero que se mostró como un buen fajador. No fue un buen debate político, aunque no estuvo mal como espectáculo. Faltó definición del futuro, porque ambos candidatos se dedicaron a recapitular los cuatro debates de la legislatura pasada sobre el estado de la Nación, sólo que en esta ocasión, Zapatero no tenía de su parte el reglamento.

Hacía quince años del primer debate. Sólo el moderador era el mismo. Manuel Campo Vidal, un buen periodista, que ya había moderado ejemplarmente el González-Aznar, lo volvió a hacer bien el lunes, por más que pudo aliviarnos algo una introducción más bien premiosa. Él era el nexo, la continuidad en un enfrentamiento que recordaba el final de la primera parte de ‘Novecento’. Alfredo Berlinghieri y Olmo Dalco, los personajes de Robert de Niro y Depardieu, eran, respectivamente, hijos de un terrateniente y un bracero. Habían nacido el mismo día y crecen juntos hasta que la lógica de la lucha de clases los enfrenta. Bertolucci los muestra en una pelea sin fin, mientras se van haciendo viejos, parábola del enfrentamiento reflejo entre una izquierda y una derecha que tanto tiempo después ya no representan lo que fueron.

El lunes seguirán peleando. Mañana habrá debate entre los otros siete partidos que han tenido grupo parlamentario. No tendrán una audiencia comparable a los nueve millones y medio que vieron en algún momento el gran combate. Error de la audiencia. Según una encuesta de Sigma Dos que conocimos ayer mismo, los españoles que no votan al PSOE ni al PP están más satisfechos sexualmente. Ustedes verán.

24 febrero 2008




Cajas destempladas

Santiago González

Felipe González recordó el pasado jueves que también a él le montaron un escándalo en la Universidad, pero que no llamó a la Policía y aguantó como un hombre, “sin llorar ni lamentarse”. La destinataria del desdén era su antigua compañera, Rosa Díez, víctima de un intento de boicot durante una conferencia que impartió en la Universidad Complutense. La exparlamentaria socialista ha recibido testimonios solidarios de Mariano Rajoy, Manuel Pizarro y María San Gil. De su antiguo partido sólo la ha llamado un militante de base: Nicolás Redondo Terreros.

El 17 de octubre de 1996, HB se manifestó frente a la casa de Carlos Iturgaiz para llamarle ‘carcelero’ y prometerle “te vamos a machacar”. El dirigente popular denunció la intimidación en rueda de prensa. Joseba Egibar se lo afeó: “El PNV cuando tiene concentraciones de esas, y las tiene a diario, baja a la calle y da la cara. Lo que no hace es correr, acudir a medios de comunicación y proyectar una imagen real, pero parcialmente (sic) de lo que pasa en este país”.

Las protestas en la Autónoma de Madrid contra Felipe, en la de Barcelona contra Aznar, o la de los funcionarios de Justicia contra Zapatero son censuras al Gobierno en sus actos. Abuchear o boicotear a los partidos de la oposición para impedirles la palabra es negarles en su ser. Como dice uno de los trece eslóganes de la campaña socialista, “no es lo mismo”, aunque la extralimitación no sea más justificable en aquellos casos que en estos.

El desprecio de González parece inspirado en el de Egibar. Lo malo de este último PSOE es que transita sin mayores miramientos por la trocha de indiferencia moral y de impiedad que le ha abierto el nacionalismo felizmente gobernante en Euskadi, el único lugar del mundo en el que una banda terrorista de carácter insurgente no amenaza al Gobierno, sino a la oposición, que vive escoltada.

¿Quiere esto decir que el PSOE y el PNV secundan los actos de boicot contra los partidos de la oposición? No necesariamente, por más que la presencia de concejales socialistas en los sucesos de Parla constituyan un elemento preocupante. Recordemos que el presidente del Senado lamentó “no haber podido acudir” a la concentración en la que algunos cargos socialistas, como su propia hija, violaron la jornada de reflexión en 2004 para manifestarse contra el PP.

No supongamos siquiera que los dirigentes socialistas o nacionalistas experimenten regodeo alguno en la exclusión de sus adversarios. Lo más notable es que ninguno de los dos se muestra dispuesto a renunciar a la ventaja que les proporciona el hecho de que los totalitarios silencien a sus adversarios con armas o sin ellas.

Durante estos años, el partido del Gobierno y el Gobierno han dedicado a los dirigentes de la oposición insultos como: ‘viles’, ‘mezquinos’, ‘miserables’ o ‘desgraciados’. La oposición misma ha sido permanentemente calificada de “la derecha extrema”. ¿Puede extrañarse alguien de que finalmente aparezcan grupos que nieguen la palabra o agredan a quienes previamente se ha negado la dignidad?

La expresión “cajas destempladas” tiene su origen en la tradición militar de destensar la piel de los tambores en los castigos que implicaban el deshonor y la expulsión del Ejército. La infamante liturgia de arrancar al reo charreteras y medallas era acompañada por el ruido sordo y desapacible de las cajas. Esa es precisamente la función de los insultos: son las cajas destempladas que acompañan la expulsión de un colectivo del terreno común de la convivencia.

20 febrero 2008



CARTAS DE LOS LECTORES


Un asesino haciendo compras

‘Recientemente se ha publicado la noticia de que Patxi Zabaleta va a interponer una demanda contra Miguel Sanz. Al parecer, el parlamentario de Aralar se ha sentido herido por algo que dijo el presidente. Me he animado a escribir esta carta al conocer su iniciativa. Lo hago para contarle a Zabaleta el encuentro que tuve el pasado 30 de octubre con Vicente Nazábal, que además de ser su compañero de despacho es el asesino de mi padre, Jesús Ulayar Liciaga.

El episodio empezó cuando mi mujer y yo nos encontrábamos de compras en El Corte Inglés. Vicente Nazábal estaba haciendo lo mismo con su compañera y su hijo, un niño pequeño al que llevaban en un cochecito. Nazábal nos vio y empezó a reírse con desprecio mientras abría las piernas y se llevaba la mano a los testículos. Yo le dije lo mismo que ya le había dicho en otras ocasiones: ‘Asesino’. En el fondo, se trata de una definición. Él insultó a mi mujer y a mí me llamó ‘Hijo de puta’, a pesar de saber muy bien que mi madre -a la que él dejó viuda- falleció el pasado mes de agosto después de dos años de penosa enfermedad.

Entretanto, la compañera de Nazábal gritaba ‘¡Libertad de expresión!’ y nos llamaba ‘falangistas’ y ‘españoles’. Mi mujer le contestó que ‘españoles amucha honra’ y Nazábal volvió a insultarle, esta vez en vasco. Yo le dije que era tonto, que era el más tonto del pueblo por haberse pasado lo mejor de su vida en la cárcel (17 años escasos).

Pagamos nuestras compras a unos empleados llenos de asombro y ya nos íbamos de allí cuando en las escaleras automáticas volvimos a encontrarnos con la familia Nazábal. Esta vez, Vicente nos hizo una ostensible reverencia para cedernos del paso. No pude menos que llamarle de nuevo ‘asesino’, ‘carnicero’, ‘verdugo’ y ‘escoria’. Nos insultó mientras su compañera retomaba la cantinela de la ‘libertad de expresión’ y amenazaba con denunciarnos.

Es curioso que alguien quiera protegerse (¡) de mi mujer y de mí apelando a la libertad de expresión. Espero que también nosotros podamos emplearla para recordar a quien quiera oírnos que el 27 de enero de 1979, en Etxarri-Aranatz, Vicente Nazábal Auzmendi mató de cinco tiros a un señor indefenso que se encontraba en la puerta de casa con su hijo de trece años. Le ayudaron en el crimen su hermano Juan y otros dos secuaces, como explica con detalle la sentencia 62/1979 de la Audiencia Nacional, fechada el 27 de junio de1980.

En fin, señor Zabaleta: ahora usted también conoce lo ocurrido Y si se sintió herido por unas palabras de Miguel Sanz, confío en que esa misma sensibilidad le ayude a ponerse en mi lugar y en el de tantos otros. Y hasta le pediría que ‘repruebe’ -ya sé que le gusta másque ‘condenar’- la actitud de su compañero de despacho.’

JOSÉ IGNACIO ULAYAR MUNDIÑANO, hijo de don Jesús Ulayar Liciaga

19 de noviembre de 2007

17 febrero 2008



Prueba y error

Santiago González

El socialismo felizmente gobernante reaccionó vivamente cuando el diario más afín a la izquierda abertzale dio a conocer una versión de parte de lo que ocurrió en las conversaciones tripartitas de Loyola entre el PSE, Batasuna y el PNV de septiembre a noviembre de 2006. Asistimos entonces a una discusión que ha aflorado en un par de ocasiones más con tintes surrealistas entre los partidarios del Gobierno y sus opositores a ultranza. Sostenían los primeros que a ver a quién vas a creer, a un Gobierno democrático o a una organización terrorista y replicaban los segundos que ETA mata, pero no miente.

Ninguna de las dos vías es apropiada, epistemológicamente hablando. Entre un Gobierno democrático y una banda terrorista, cualquier persona bien nacida sabe a quién elegir, pero para aproximarnos a la verdad no es suficiente. Tanto uno como otra pueden tener excelentes motivos para decir la verdad o para mentir. Por otra parte, a quien está dispuesto a asesinar a sus contrarios, la barrera ética entre decir la verdad y mentir no debe resultarle infranqueable. Es preferible creer a quién nos diga la verdad.

ETA y Batasuna, efectivamente, ofrecían un relato parcial y sesgado. Lo supimos cuando Josu Jon Imaz explicó que los radicales habían llegado a un acuerdo con sus interlocutores sobre el derecho a decidir y que fue ETA quien desautorizó el pacto. Sin embargo, su mentís a Batasuna no respaldaba la versión socialista. Urkullu ratificó la explicación de su antecesor el viernes en el Foro Nueva Economía y añadió algún detalle más. Por ejemplo, que durante la tregua, el PSOE “cruzó una barrera que nunca debió haber cruzado y quiso negociar con ETA directamente cuestiones políticas”. Un poco más adelante, añadía algo que es una novedad radical en la trayectoria del PNV y, en el presente, algo revolucionario en la política vasca y aun en la española, al admitir que tal comportamiento puede serle reprochado al PNV en los últimos 30 años: “puede ser, pero con dos matizaciones. Una, el PNV nunca ha tenido en su mano poder satisfacer las demandas políticas de ETA. Y dos, que de experiencias anteriores era necesario aprender, para no volver siempre a la misma casilla de salida”.

Aprender de los errores sí es un procedimiento. Contrastar nuestras ideas, creencias o prejuicios con los hechos es un método más apropiado para llegar al conocimiento que confiar a ciegas en la palabra de un gobernante o un terrorista. El viejo procedimiento de la prueba y el error. En otro caso, nos condenamos a repetirnos, a volver a la salida en un juego de la oca que nos lleva periódicamente a la casilla de la calavera.

Es evitarse antiguos sofocones. En el otoño de 1986, Herri Batasuna mantuvo conversaciones con el PNV en la Herriko Taberna de Durango. ETA preparó el terreno con el asesinato de cinco personas. Un resignado Xabier Arzalluz explicaba el sentido (no deseado) de las conversaciones en una puesta al día del Santo Job o en la aplicación estricta de la máxima de la otra mejilla: “¿Otra vez para que nos partan la cara? Pues sí, otra vez para que nos partan la cara”.

El primero de los matices que señala Urkullu requiere otro posterior: nadie podría satisfacer las exigencias políticas de ETA. Tampoco el presidente Zapatero. La autodeterminación y la territorialidad, de las cuales no se han apeado los terroristas ni sus valedores desde que en abril de 1995 dieron a conocer la Alternativa Democrática para Euskal Herria, no son concesiones que graciosamente pueda hacer ningún Gobierno. La reforma constitucional que ello requeriría de manera inexorable exige una mayoría parlamentaria muy cualificada y muy lejana a la que hoy podría alcanzarse si no fuera por un improbable acuerdo entre los dos grandes partidos españoles. Lo único que podía cederles Zapatero es tratarles como interlocutores políticos.

El presidente del EBB se ha quejado también de que el PSE haya intentado copiar aquí el modelo Maragall: desalojar al nacionalismo más pragmático del poder mediante una alianza tripartita, con Madrazo en el papel de Joan Saura y Arnaldo Otegi en el de Carod Rovira. Eran los tiempos en que Zapatero decía que el hoy encarcelado exportavoz de Batasuna “es líder de la izquierda abertzale y ha tenido un discurso por la paz”. Patxi López reclamaba «libertad de pactos, libertad de alianzas y posibilidad de alternancia». Entrevistado por ‘Gara’ el 13 de noviembre de 2005 y preguntado si eso suponía «un intento de gobierno con Batasuna», respondió: «que cada uno lo interprete como quiera».

Es verdad que la tregua anterior, la de Lizarra, fue precedida por un pacto político que suscribieron el PNV y EA con ETA durante el verano de 1998 y que en aquel acuerdo se excluía explícitamente de cualquier acuerdo al PSOE y al PP, pero la posibilidad de que Urkullu haya llegado a la conclusión de que todo aquello fue un error es una novedad apreciable. Ahora sólo falta que se lo explique claro a todos sus jelkides. Y a los dirigentes socialistas.

10 febrero 2008



Pompas de jabón

Santiago González

Hará cosa de un par de años, Victoria Prego tituló su crónica sobre un debate parlamentario entre Zapatero y Rajoy con una metáfora muy precisa de la melancólica tarea a la que se ve condenado el líder de la oposición: “martillear a la nada”. La posición del presidente del Gobierno es prácticamente inexpugnable, precisamente porque no tiene ninguna. En estos últimos días no parece tener más iniciativa política que salir con sus portavoces a descalificar en tromba los movimientos de la oposición. Es muy difícil argumentar en contra, porque el pensamiento Zapatero no descansa en argumentos, sino en eslóganes, construcciones de palabras como irisadas pompas de jabón. Los cimientos de su edificio conceptual no son las ideas, sino una incuestionable actitud positiva del líder y sus partidarios, eso que se ha dado en llamar ‘buenismo’ y que el propio Zapatero definió como ‘talante’.

Un video de precampaña encarnaba a la oposición en un cenizo crítico con el optimismo presidencial. Los beneficiarios del canon agrupados en la división cultural convertían la alegría en himno de campaña. ¿Es el optimismo de los gobernantes lo que buscan los gobernados? Parece que un electorado racional debería valorar más el acierto en su toma de decisiones que la jovialidad de su carácter.

Optimismo, talante, alegría, buenismo, son atributos que corresponden al ser, pero nada nos dicen del sujeto y su posición respecto a los problemas. Imaginen el video alternativo, el del optimista: Apostó por Kerry y salió Bush, apoyó a Schroeder y ganó la fracasada Merkel, optó por Ségòlene y arrolló Sarkozy; prometió volver al corazón de Europa y Moratinos terminó hablando lingala en las entrañas de África.

“El talante tiene una fuerza inagotable (…) El futuro es el fin de la violencia” declaró en San Sebastián el sábado entre un recital de frases inanes y homenajes mutuos. “Gracias, por haberlo intentado, José Luis”, le dijo Miguel Buen, a lo que el presidente respondió agradeciendo a la sociedad vasca y a los compañeros del PSE “su apoyo, generosidad y valentía en el empeño más noble de cualquier ser humano, ver el final de la violencia en Euskadi, y la paz”, tarea en la que “he puesto lo mejor de mí mismo”.

Es evidente que a quien pone lo mejor de sí mismo no se le puede pedir más. Lo que pasa es que en ese recetario de frases que definen el ideario de Zapatero por mera yuxtaposición, no cabe la asunción de ninguna responsabilidad. A partir de su certidumbre moral no existe el concepto de fracaso en el proceso negociador, que se empeñó en llamar “de paz”, y que ha centrado los tres primeros años de su gobierno, fracaso del que “sólo es responsable ETA y su locura criminal”.

Ciertamente, no cabe pedir responsabilidades al Gobierno por las acciones de los terroristas, pero sí por evaluar mal la realidad y creer en la voluntad de los etarras para dejar las armas sin pago de precio político, por engañarse y engañar a los ciudadanos y por tratar de hacer modular a la justicia de acuerdo con sus conveniencias políticas en cada momento. La ética de la convicción no puede sustituir a la ética de la responsabilidad, según la distinción relevante que Max Weber acuñó hace ya 90 años.

“Por respeto a los inmigrantes debemos dejarles fuera de la campaña”, dijo también el sábado. Durante toda la legislatura ha expresado su convicción de que la oposición no puede ejercer de tal en la política antiterrorista y debe secundar las directrices del Gobierno, sin que éste tenga que pactarlas previamente y sin exigir responsabilidades tras el fracaso. “Por respeto a las víctimas, deberíamos dejar el terrorismo fuera de campaña”, sería un eslogan coherente. Tampoco deberían confrontarse ideas para hacer frente a los signos preocupantes que empieza a mostrar la economía española. Ninguna oposición debería exigir cuentas sobre la gestión de ningún Gobierno: no discutamos la política económica por respeto a los parados. Todos hacen lo que saben y lo que pueden para acabar con el paro. ¿Quién podría discutirle a ningún gobernante “haberlo intentado”? Discutir sobre medidas de seguridad vial, ¿sería faltar al respeto a los fallecidos en accidentes de tráfico y al dolor de sus familias? Descartada la idea de dolo, ¿se deben exigir responsabilidades a los gobernantes por sus errores?

No, si aceptamos la norma del presidente Zapatero de endosar sus errores a terceros: a ETA por haberle engañado, a la oposición por oponerse. ¿Quiere esto decir que el PP no se ha equivocado? En absoluto, pero no se pueden comparar los errores del Gobierno con los de la oposición. Estos últimos afectan principalmente a las posibilidades del PP de convertirse en Gobierno. Los del Gobierno, en cambio, afectan a la seguridad, la libertad y el patrimonio de los ciudadanos; son errores que se cometen con el BOE y se pagan con los presupuestos generales del Estado. Los pagamos todos, y no sólo con dinero.

09 febrero 2008

Homenaje a Joxeba Pagaza

Intervención de Maite Pagazaurtundua


Estamos aquí los amigos y la familia de Joxeba.

Me toca hacer balance de cinco años sin Joxeba. Este balance tiene algo de ajuste de cuentas. Es inevitable, si queremos desprendernos del dolor del pasado y plantar cara al futuro con esperanza y con una especie de orden lógico. Eso nos enseñó Pilar desde pequeños y yo cumplo, una vez más, este rito ante los problemas difíciles y ante las situaciones realmente importantes en la vida. Hablo hoy en nombre de mi familia. La amá escribía hace unos días en un papel que me enseñó que se siente más débil y yo tengo la obligación moral de transmitiros nuestra visión de estos años.

Hace cinco años estalló la rabia en el salón de plenos del Ayuntamiento de Andoain, por la tarde mientras Joxeba agonizaba a pocos kilómetros de aquí, porque el instinto democrático os decía que era injusto y absurdo que los cómplices de los asesinos de Joxeba gobernasen el Ayuntamiento donde os habíais ido encontrando, en medio de la desolación. En realidad, acertábais en el fondo, la ilegalización de Batasuna y de EHAK y de ANV serán claves para la derrota de ETA. Serán la pieza clave, pero todavía hay que hacer frente al miedo que generan en la población.

La gente en Andoain vota, y muchos votan socialista, pero tienen miedo a los asesinos y sus cómplices. Disimulan, porque los etarras han matado en este mismo pueblo las suficientes veces como para que no se les olvide y porque los etarras y todo su entorno siguen amenazando para que la gente no deje de sentir miedo. Por eso tienen tanto mérito Joxan y Estanis, y Toñi y Vela y cada uno de los concejales de los Partidos Socialista y Popular en Andoain, y en el País Vasco y Navarra. Y los concejales nacionalistas de Ondárroa y otros lugares donde el control social de ETA ha crecido en medio de la impunidad ambiental. Y por eso tiene tanto mérito la gente que nos protege y los intelectuales que dan la cara y los periodistas que lo cuentan. Y los jueces. Perdonad si olvido algún colectivo, creo que entendéis la idea general.

Joxeba creía que había que derrotar la estrategia autoritaria y matona de Batasuna y ETA. Que no hay otra manera, porque la tolerancia con los intolerantes hace crecer a los intolerantes.

Hace cinco años vetamos la entrada en el tanatorio a los nacionalistas que cerraron el Pacto de Lizarra. Estábamos indignados y considerábamos que habían dado alas a los terroristas y a su mundo infantil y fanático de la identidad excluyente y del poder despótico. El Lehendakari, hasta entonces y desde entonces, no ha dejado de enredarse en las ensoñaciones que pueden llevar al País Vasco hacia una sociedad fallida.

Supimos de muchas personas que se lamentaban por el sufrimiento del pobre Lehendakari a causa de nuestro comportamiento, en lugar de enfrentarse a la realidad de que el liderazgo institucional viene fallando estrepitosamente desde 1998. Cuando mataron a Fernando Buesa y Jorge Díez también dijeron ¡Pobre Lehendakari! y se manifestaron contra los asesinados. Cada vez que el Lehendakari deslegitima a las instituciones del Estado de forma irresponsable dicen ¡Pobre Lehendakari!.

Con respecto a la tregua de 2006, cocinada desde 2002, nos parece que Arnaldo Otegi imaginó que engañaría al Estado español en torno a las páginas finales de un libro del Presidente del Partido Socialista de Euskadi. Había, desde luego, una diferencia con respecto al Pacto de Lizarra. Otegi había descubierto el pago a plazos. Los de Batasuna estaban dispuestos a negociar para que el Estado fuera pagando a plazos la soberanía y la territorialidad. La vía estaba, por tanto, abocada al fracaso por mucho que la mayoría política vasca estuviera dispuesta a abrir la mano para acatar parte del modelo social nacionalista en un nuevo Estatuto o en un modelo confederal. La carta oculta era, sin embargo, la excarcelación progresiva de presos, el pago más severo que se reservaban los negociadores. Por eso nunca se nombraba y por eso resultaba estratégico el mundo de las víctimas.

Sin embargo, siempre ha resultado evidente que no manda Batasuna en ETA, sino al revés. Y es claro que para alcanzar la reinserción es preciso el arrepentimiento, puesto que todo lo demás es fraude de ley, tal como analizó Tomás y Valiente antes de su asesinato. Esto en adelante lo deberían estimar nuestros legítimos líderes políticos y algunos de nuestros grandes poderes mediáticos. Nos merecemos un final del terrorismo sin fraude de ley, porque una idea progresista de los derechos humanos nos exige algo distinto a esos sitios con leyes de puntos final o de esos lugares donde se han cruzado las venganzas y los terrorismos. Creemos en los derechos humanos y debemos ser coherentes en pleno siglo XXI.

Para nosotros ha sido doloroso ver la invasión de la opinión pública española de parecida propaganda a la que sufríamos ya en la opinión pública vasca. De hecho, nos abrió todas las heridas. Nos dolía y además nos sentíamos asfixiados también fuera de Euskadi y era como una pesadilla, como el mundo al revés. Hace menos de dos años Pilar Ruiz y Titi creyeron morir cuando Patxi López se reunió con Arnaldo Otegi en un hotel de San Sebastián, a pocos metros de su propia casa. Mientras De Juana acaparaba protagonismo público, Pilar Ruiz y Titi lloraron ante la puerta del Hospital en el que estaba internado, el mismo hospital donde murió Joxeba. Cuando una persona, más papista que el papa, amenazó a Pilar con que nos dejarían solos y nos harían el vacío si no aceptábamos la paz que iban a traer ellos, sufrió de una forma brutal.

Joxeba, desde luego, no se jugó la vida para que además vejasen a su madre y a su familia.

Hemos sufrido dolor innecesario por las decisiones de gente que creía que tenían que intentar terminar con ETA y que la oportunidad existía fuera de la estrategia antiterrorista que se pactó en el año 2000. Con todo respeto a quienes toman las grandes decisiones, cuando uno se juega la vida, en democracia, por la democracia, se tiene derecho a saber cuál es la estrategia de fondo y si se desea cambiar de estrategia y pasar de la derrota de los fanáticos a la conciliación sin vencedores ni vencidos, lo coherente es defenderla a las claras, para que cada cual sepa a qué atenerse y decida seguir jugándosela o no. Joxeba no tuvo la oportunidad de realizar esta evaluación. Queremos pasar página, por tanto, en adelante, es algo que deberían tomar en consideración los grandes líderes y algunos de los grandes grupos de comunicación. En una política progresista, en el mundo occidental, si creemos en el avance de los derechos humanos, los que se juegan la vida no son piezas lelas con las que jugar como en el Antiguo Régimen. Somos ciudadanos que nos comprometemos voluntariamente a defender la democracia en una estrategia sin dobleces. La que sea, pero con transparencia.

Lo que Joxeba hizo fue arriesgarse conscientemente contra la obligatoriedad de ser nacionalista, contra la conciencia de esclavos que tanta gente ha interiorizado en la sociedad vasca, peleando por la derrota de ETA, sin legitimaciones históricas del fanatismo. La teoría de un conflicto histórico entre el Estado y Euskadi para justificar la impunidad e irresponsabilidad de los delitos del terrorismo significaría la derrota perpetua para las víctimas. Nos parece inaceptable, porque además de inmoral entronizaría políticamente el nacionalismo obligatorio, o sea, liquidaría la pluralidad y la libertad.

Joxeba creía en la derrota de ETA. Creía en la ilegalización de Batasuna. Creía que cuando el Estado es consciente de su poder, durante el tiempo suficiente, sin oportunismos electorales, sin angelismos, aplicando la ley y sólo la ley, en suma, con estrategia histórica se puede derrotar a ETA.

He hablado en nombre de mi familia, ahora quiero hacerlo en mi nombre.

Tal vez Joxeba se equivocaba. Tal vez se equivocaba Mario Onaindia. Tal vez se equivoca Joseba Arregui. Tal vez la familia de Joxeba nos equivocamos. Pero supongamos que no nos equivocábamos y que no nos equivocamos.

En tal caso, lo que sucedería es que nuestro planteamiento incomoda, porque es poco diplomático en una sociedad autosatisfecha y con grandes dosis de insensibilidad como la vasca. A la sociedad vasca se le ha liderado en la falta de compromiso y en la pasividad cotidiana frente a la cultura del fanatismo identitario y del matonismo social. Creo, como Joseba Arregui, que la vía del victimismo, de la hiperideologización y del autodeterminismo que impulsa el PNV es un camino estéril para una sociedad plural como la vasca, que se sostiene gracias a la existencia del Estado español que nos protege de la amenaza autoritaria de los terroristas. Sin el Estado español, los fanáticos de Batasuna buscarían el poder despótico y populista y sería la ruina económica para la sociedad vasca. Creo que es imposible la vía de intentar la cuadratura del círculo que supone el pacto entre el dogmatismo soberanista y la aceptación de la pluralidad vasca que se ha intentado para la tregua de 2006. No podemos perder el tiempo en eso que nos aleja de un discurso alternativo que nos ayude a todos a salir adelante. Creo que las condiciones actuales no son las de las guerras carlistas del diecinueve y por tanto las soluciones no pueden ser decimonónicas, ni tampoco de los lugares con venganzas cruzadas y sin respeto general a los derechos humanos. Puesto que nos han dicho que confiemos en la justicia durante décadas, las soluciones deben ser dignas del progreso de la humanidad en el siglo XXI y en el mundo occidental.

Os hablo sin resentimiento. Por estrategia histórica me gustaría que dentro de cinco años el PNV esté con nosotros en esta plaza. Ojalá que fuera antes.

Por estrategia histórica deseo con todas mis fuerzas que los grandes partidos lleguen lealmente a un diagnóstico común y a una estrategia conjunta para terminar con ETA. Ojalá que sea pronto.

Me gustaría que dentro de cinco años algunos de los que trataron a Joxeba y no están aquí hoy se reúnan con nosotros en esta plaza y puedan mirar y abrazar sin incomodidad a la viuda de Joxeba y a sus hijos, Alain y Ander. Y a Pilar. Espero que sea antes de cinco años. Mucho antes.

Son cinco años sin Joxeba. Creo que habría estado orgulloso de cómo nos hemos protegido en la familia los unos a los otros cada día. Le hemos echado de menos cada uno de esos cientos de días. Hemos tenido que aprender a superar la tristeza en mil actos cotidianos. Hemos tenido que aprender a sonreír. Nos esforzamos, pero cuando miro a Titi y a Iñaki, veo la ausencia de Joxeba en sus ojos. Cuando me mira la amá, sé que abrazaría el aire buscando a su hijo. Alain y Ander han crecido con valores humanos y cariño y son buena gente. Joxeba estaría orgulloso.

Os lo tenía que contar. Os debía este balance. Joxeba también estaría orgulloso de sus amigos, por eso diré lo que ya sabéis que habría dicho Joxeba. Las palabras que nos lo devuelve a todos un poco:

¡Viva la libertad!

Andoain, 8 de febrero de 2008

03 febrero 2008



Carnaval, carnaval

Santiago González

En España, a la política, le pasa algo parecido a lo que le ocurría a la cocina, al decir de Julio Camba: que “está demasiado influida por el ajo y las preocupaciones religiosas”.

El pollo que se ha montado a cuenta de la nota episcopal remite, aunque sólo vagamente, a la prédica del cura en la secuencia inicial de ‘Divorcio a la italiana’:

“Por tanto, queridos y amadísimos conciudadanos, os exhorto a dar vuestro voto a un partido que sea popular, o sea, democrático, y por tanto respetuoso de la fe cristiana. Un partido, para concluir, que sea democrático y cristiano".

¿Es la España de 2008 como la Italia de 1961, año del rodaje de la película de Pietro Germi? No parece. También ha pasado tiempo desde el 13 de octubre de 1931, en que Azaña formuló su célebre y errado “España ha dejado de ser católica”. No hay cuestión religiosa. ¿A qué viene entonces tanto lío? Vayamos a los hechos y veamos el párrafo que tanto ha molestado al Gobierno:

“El terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable. No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo. Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político”.

Por más que se lea y se relea, no se acierta a ver donde está la perversión. Lo que se ataca en los obispos es el ser, no sus manifestaciones, no sus actos. No ha habido el menor revuelo por la explícita –ésta sí- petición de voto de la Junta Islámica para la izquierda, sin haberlo pedido nunca en los regímenes islamistas a favor de quienes prometan abolir la horca para los homosexuales o erradicar la ablación del clítoris a las niñas.

Sin embargo, el párrafo episcopal es irreprochable. Hace muchos años que uno, fuera de la disciplina de la Iglesia, piensa eso mismo y lamenta que la Conferencia Episcopal no haya conseguido inoculárselo a sus prelados vascos. Es más, ese párrafo era la doctrina oficial de los socialistas hasta hace bien poco. Y del PNV de Imaz. Es el Pacto de Ajuria Enea, troncos. (Ver punto 1º).

El 25 de octubre de 1986 era sábado. Por la mañana, dos terroristas en una moto colocaron una bolsa con un artefacto en el techo del automóvil en el que viajaban el gobernador militar de Guipúzcoa, Rafael Garrido, su mujer y su hijo pequeño. Los tres murieron en el acto.

Aquella misma tarde, Herri Batasuna celebraba una manifestación multitudinaria en Bilbao con el lema “Negoziazioaren alde” (Por la negociación). Los convocantes hicieron una pintada en la plaza del Sagrado Corazón con dicho eslogan. Las Juventudes Socialistas, cuyo secretario general era entonces Patxi López, replicaron escribiendo bajo el grafitti: “Negociar, ¿qué?”, a lo que los autores de la pintada original replicaron con una tercera: “La paz”. Hoy sería perfectamente verosímil este diálogo de pintadas, aunque con los protagonistas cambiados. La pintadas de Herri Batasuna las harían hoy los jóvenes (y los no tan jóvenes) socialistas y el ¿qué hay que negociar? lo preguntaría alguien del PP o un obispo. Español, claro. Los prelados vascos, a los que Ramón Jáuregui llamaba al cisma, estarían ayudando a los pintores.

Hace cuatro años, la misma conferencia episcopal (bueno, la misma no; entonces sí la presidía Rouco Varela) emitía una nota en cuyo punto 5º se reclamaba el respeto a la legalidad internacional en la guerra de Irak, sin que el Gobierno concernido echara los pies por alto. Si se molestan en buscar, descubrirán que siempre, antes de las elecciones, los obispos recuerdan a la feligresía sus compromisos por pertenecer al club respecto a asuntos como: el aborto, la droga, la familia, el terrorismo y por ahí.

No se entiende que nadie discuta en estos tiempos su derecho a reflexionar en público y pedir a quienes compartan sus creencias que lo tengan en cuenta a la hora de votar. En realidad, estamos ante una disputa entre católicos. Sólo un creyente puede blasfemar. Ahora que estamos en carnavales, sólo para la gente que observa la cuaresma tiene sentido pleno esta fiesta de consolación pagana y un poco trasnochada. No es casual que sean los católicos socialistas (Pepe Blanco y Moratinos) los más mosqueados con la curia episcopal. Tampoco que el disfraz más abundante en el entierro de la sardina sea el de obispo o monja embarazada.

Llama la atención, por último, que los profetas de la Alianza de Civilizaciones se muestren tan reactivos contra la jerarquía de la que más cerca nos toca, y no sólo por razón de vecindad. Para encontrar una Iglesia Católica comparable a las teocracias islamistas hay que remontarse diez siglos atrás, a lo más negro de la Edad Media.

Lo malo del anticlericalismo elemental y primario que en estos días admiramos los espíritus laicos es el pestazo a ajo que desprende. Y a extemporáneas preocupaciones religiosas.



01 febrero 2008



La leyenda del buen capitán

12-7-2005 Santiago González

Habla una leyenda marinera, mi señor Zapatero, de un viejo capitán famoso por su pericia en el mando de su barco. Con él había atravesado mil veces el Canal de la Mancha y otras tantas el Atlántico Norte por la ruta de los icebergs. Había sorteado mil ciclones tropicales y había surcado mares montañosas y aun confusas sin sufrir jamás el menor contratiempo. Contaban sus tripulantes que tenía un secreto: cada vez que se acercaba una situación complicada, él se dirigía a un cofrecillo que tenía en el cuarto de derrota cuya llave guardaba celosamente. Lo abría y contemplaba unos instantes su interior; después volvía a cerrarlo y tomaba las decisiones que le habían permitido sortear indemne todos los peligros. Un día, dos de sus oficiales, aprovechando su sueño, registraron su camarote y se hicieron con la llave.

Subieron a la derrota y abrieron la arqueta. Dentro sólo había un papel en el que podía leerse: «Estribor a la derecha. Babor a la izquierda».

En agosto de 2004, cuatro terroristas muy cualificados que cumplían condena en cárceles espñolas, ‘Pakito’, ‘Iñaki de Lemoa’, ‘Makario’, ‘Pedrito de Andoain’ y otros dos etarras de menor cuantía, escribieron una carta a ETA. En ella decían, entre otras cosas, que «la incapacidad de potenciar la lucha armada y la imposibilidad de acumular fuerzas que posibiliten la negociación en última instancia con el poder central nos obliga a replantear la estrategia vanguardista defendida hasta ahora».

Tuvo que ser muy chocante para los remitentes ver que poco después de su carta, el primer representante del poder central afirma públicamente que la negociación sí es posible y lleva al Congreso de los Diputados una resolución que la propugna. ¿Podemos aceptar que infundir grandes dosis de melancolía en el alma de los asesinos es una estrategia ingeniosa para acabar con el crimen?

Aceptémoslo. Sin embargo, la expulsión desmiente su optimismo. Si ETA le ha hecho saber que está dispuesta a dejarlo, no parece congruente que empiece por expulsar a sus portavoces. No era un mensaje de ETA al Gobierno, sino una carta de seis activistas presos a su organización con acuse de recibo implacable: la exclusión. No tan brutal como la respuesta que el propio ‘Pakito’ dictó hace 19 años contra ‘Yoyes’, quizá porque a Mujika Garmendia le defiende Instituciones Penitenciarias de la organización que ha perpetuado sus procedimientos. Pero tal vez vaya dirigida también al Gobierno: ‘Pakito’ y los otros cinco no son los protagonistas de una escisión, sino las víctimas de una purga.

Mucho me gustaría, presidente, que ese cofrecillo mágico del que usted habla a sus visitas y cuyo interior no ha mostrado a nadie, contuviese una observación tan contrastada, razonable y poco discutible como la del capitán de la leyenda: estribor a la derecha; babor a la izquierda.