Gálvez en Somalia
Santiago González
Jorge Martínez Reverte publicó en los primeros años ochenta ‘Gálvez en Euskadi’. ETA (m) había secuestrado a un empresario, directivo de una multinacional sueca. Julio Gálvez, que era el jefe de Prensa de la empresa, se encargaba de la estrategia negociadora y acababa dando el importe del rescate a ETA (pm) la rama de la banda terrorista que no tenía al empresario.
Nuestro héroe ha dejado el periodismo y ahora es un agente del Centro Nacional de Inteligencia en el Cuerno de África. Recordará el amable lector, -y si no, para eso estamos, -que el Gobierno de España se dejó engañar por el simulacro de bajar a tierra a tres tripulantes del atunero vasco. El CNI pasó la información al mando, que, en el ejercicio de su responsabilidad, decidió mentir un poco para tranquilizar a la peña. “Sabemos exactamente dónde están y sabemos que están bien”, dijo el 5 de noviembre la ministra de Defensa con un aplomo extraordinario, dadas las circunstancias. Moratinos, ese Buda feliz de la diplomacia española, acreditó la leyenda al día siguiente a partir de fuentes distintas. Y privilegiadas, claro. Su información tenía la garantía del primer ministro de Somalia, una autoridad: "Los tres secuestrados que fueron trasladados a tierra han regresado a bordo”. Eran dos gallegos y un vasco, llegaron a decirnos, en un alarde de precisión hasta en el bulo.
Dirán ustedes que estamos ante un episodio nacional difícilmente mejorable. Falso. Tres agentes de nuestros servicios de inteligencia que operaban en Djibuti, haciéndose pasar por antropólogos, entraron en territorio somalí con la ayuda de los servicios secretos franceses. Una vez en el teatro de operaciones, tomaron contacto con un alto cargo del Ministerio de Defensa, que se les ofreció para mediar con los secuestradores. Él creía que con un millón de dólares se podía conseguir la libertad de los tres pescadores españoles en peor situación. Hasta hoy. Nuestros espías le habían dado la pasta a un poli-mili.
El asunto, imaginarse a nuestros hombres desarrollando su misión en esa Nowhere land que es Somalia, y siendo estafados por cualquier catarriberas, produce un poco de alipori, sin contar con que el importe real del rescate ha subido a 5 millones de dólares. No pasa nada. También vamos hacia esa cifra de parados y a escote nada es caro.
El palo del poli-mili somalí, toma ya aliteración, no tuvo peores consecuencias, prueba de que era ajeno a los secuestradores. De otra manera, éstos se habrían enterado de que los españoles pagaban un millón por cada tres rehenes y el rescate se nos habría puesto en 12 millones.
Hoy comparece De la Vega en el Congreso. Como este periódico suele hacer sus preguntas por adelantado para animar el debate y éstas pueden ser aprovechadas por la oposición, voy a echar mi modesto cuarto a espadas en favor del Gobierno. La viceprimera podría encararse a la bancada popular y reprocharles: “mientras ustedes discuten nuestro prestigio internacional, el Gobierno está trabajando por la imagen de España. Nueve de cada diez somalíes piensan ya que somos un país de gente muy rica y muy generosa y que merecemos estar en el G-20”. De nada, a mandar.
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