11 marzo 2011


Un pasito palante
Santiago González
Hay en la nota de prensa de los legalizandos algunos aspectos curiosos. No se debe negar el derecho que reclaman en el punto primero del comunicado a encauzar los proyectos “independentistas y socialistas” a través de una oferta electoral. Nuestro sistema no contempla esa limitación. Ahí están para demostrarlo Aralar, EA, ERC y los que pudieran venir. No es la ideología socialista o la aspiración independentista lo que choca con la Ley de Partidos, sino la muy documentada presunción de que Sortu es la continuación de Batasuna.

Aceptamos como animal de compañía que el rechazo de Sortu a la violencia no es equidistante “entre distintas vulneraciones de derechos humanos”. Cierto que no lo son. Veamos cuántos librillos de papel de fumar emplean al cogerse el calificativo en los planes del comando Otazua para atentar contra el lehendakari: “Desde el respeto a la presunción de inocencia (…) y ante la filtración de supuestas y presuntas planificaciones”, entre las que, “al parecer”, figura la de López, “nos reafirmamos en nuestro rechazo de cualquier acto de violencia”. Si están hablando de un acto de violencia concreto, el asesinato de López, afortunadamente en grado de tentativa, ¿por qué no rechazan el acto preciso, en lugar de un genérico “cualquier acto”?

Veamos que la distancia para hablar de las presuntas torturas a los miembros del comando, no es, efectivamente, la misma, las “supuestas” y “presuntas” dejan paso a la esplendente convicción moral: “las nuevas y graves denuncias de episodios de tortura y el mantenimiento de la persecución política y judicial contra militantes independentistas”. Volvamos al punto 1º: los miembros del comando Otazua no han sido detenidos por independentistas, sino por terroristas y asesinos, presuntos por ahora, naturalmente.

Digamos ya que sí es un paso ese rechazo  de un hecho del pasado, porque a él se encadenan otros de manera irremediable. Es muy raro que rechacen el atentado que no ha llegado a materializarse y que no digan ni Pamplona sobre los que sí perpetraron (presuntamente) estos ‘militantes independentistas’: los del inspector Puelles y el brigada Conde. Y por supuesto, los otros 856 asesinatos consumados que tiene ETA en su debe, nada presuntos, por cierto. Deben hacer el esfuerzo. Ese paso positivo les obliga moralmente a dar otros 858 con la misma lógica. Que rechacen todos y cada uno de los crímenes perpetrados en el pasado. El relato democrático no puede basarse en la idea de que ni uno sólo de los asesinatos estuvo justificado ni pueden invocar una negociación sobre tanta sangre derramada.

Las almas bellas tendrán razón esta vez al decir que “es un pasito”, pero deberían reparar en este aspecto de la cuestión: sin la última advertencia de Zapatero, “Sortu no es viable si ETA sigue viva”, los responsables del nuevo ma non troppo partido no lo habrían dado. O sea, que el escepticismo ante sus buenas intenciones da mejores resultados que la credulidad. El presidente debería perseverar en su mensaje por razones  éticas y, si eso no le basta, por motivos prácticos.              

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