14 marzo 2011


Ah, las encuestas
Santiago González
Han pasado 14 meses desde que Zapatero inauguró el semestre de su presidencia europea, pero podrían haber sido 14 años, los mismos que necesitó Felipe en La Moncloa para recibir la carta de un joven que le decía desde que tengo uso de razón no he conocido a otro gobernante que usted. El tiempo que iba desde la asunción del poder en estado de gracia hasta aquella legislatura agónica 93-96; desde aquella promesa “el poder no me va a cambiar” hasta ver en qué más podemos cambiar para conservar el poder un poco más.

No hay que hacer grandes cálculos para entender la racionalidad de la supresión del mitin de Vista Alegre. Hace un año se lo habrían disputado y ahora los candidatos temen que la estrella acalle palmas y sofoque gritos de apoyo. Es el quinto líder mejor valorado, seis centésimas por encima de Cayo Lara, el sexto candidato a la presidencia en las preferencias ciudadanas, con el 7,3% de los votos. Rubalcaba le da un baño en honestidad y como defensor de los valores constitucionales en las creencias ciudadanas, no diré más. La oposición aventaja al partido del Gobierno en 16 puntos y medio. Y eso sin hacer nada, tal como se quejan los socialistas. ¿Qué sería si hubieran hecho ‘algo’?

Se lo ha ganado a pulso. Zapatero ha vivido de las rentas de un optimismo injustificado que en su día suscitó en once millones de españoles. Su gran mérito ha sido sostener el cascarón de su proyecto sobre una base inestable de palabras de significado errático. Hay algo de injusticia en que su partido y sus votantes se le rebelen ahora, cuando lo que revela el caso Zapatero es la falta de controles que la democracia española y sus partidos políticos, en este caso el socialista, tienen para que una selección de gobernantes como ésta se mantuviera durante ocho años en el poder con gran contento de una y otro.

Hoy los candidatos rechazan las ayudas de su líder mientras el PP paseará al suyo cuanto pueda. Tiene  cierta gracia la indignada impostación con que el PSOE culpa al partido rival de querer convertir unos comicios locales en un plebiscito a Zapatero. Fue el PSOE el que convirtió las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 en un plebiscito para la monarquía. Al día siguiente por la mañana, Benigno Bascarán izaba la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Eibar, el 14 se hacía lo propio en Madrid y Barcelona, ciudades en que la victoria de los candidatos republicanos sobre los monárquicos había sido aplastante, Alfonso XIII asumió públicamente que no tenía el amor de su pueblo y anunció su marcha hacia el exilio. La República había quedado proclamada.
Habría que remontarse a 1979 para encontrar unos resultados electorales como los que las encuestas predicen a los socialistas 2012, será en las municipales donde se juegue la continuidad de Zapatero, ese arcano de nuestra democracia que sólo conocen el presidente, su esposa y un socialista no identificado. En ningún caso la decisión puede pasar de mayo. Si hay relevo necesitará rodaje. Si finalmente es él, dará lo mismo, pero cada mes se pondrá todo un poco peor que el anterior.



1 comentario:

Carmen Quirós dijo...

¿Y si se debiera a que está previsto convocar elecciones generales en octubre o noviembre? Si se contempla ese escenario, es lógico que renuncien ahora a Vistalegre y lo reserven para el arranque de la campaña de otoño.

Ya sé que no habla nadie de esto; pero el PNV «intuye» que se convocarán elecciones generales en esas fechas.