04 noviembre 2006

Modelos para armar(la)
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Joseba Azkarraga, consejero de Justicia del Gobierno Vasco (habló) sobre las islas Åland, el nuevo modelo que propone para inspirar el futuro soberanista del País Vasco. Azkarraga ensalza una autonomía “que les permite disponer de bandera propia, gobierno, parlamento, fiscalidad, sellos y correo postal”.

Azkarraga tiene claro su modelo para nuestras relaciones en el futuro: “queremos mantener con España las mismas relaciones que con Madagascar”.

La lista de modelos es interminable. Nos hemos inspirado en irlandeses, palestinos, estonios, letonios, lituanos, checos y eslovacos, quebequeses, alemanes del Este, georgianos, nuevos caledonios, chechenos y alandeses.

Hubo una época, a principios de los 90 en que Georgia tuvo mucha fuerza como modelo. No la Georgia de “Lo que el viento se llevó”, por más que el título de la novela de Margaret Michell cuadraría a la perfección a las añoranzas melancólicas del nacionalismo vasco, sino a la ex república soviética. Los georgianos eran los vascos de la URSS, su idioma y el euskera tienen parecidas raíces y fruto de tan dichosas coincidencias, tres de sus más importantes ciudades están hermanadas con las capitales de la Comunidad Autónoma: Tiflis con Bilbao, Kutaisi con Vitoria y Batumi con San Sebastián. El hecho de que entonces fueran tres ciudades pacíficas y que después acabaran siendo escenario de un conflicto bélico no debe ser premonitorio. El alcalde de Tiflis participó en la Korrika[1] durante su estancia en el País Vasco. También hubo hermanamiento de Bilbao con la ciudad nicaragüense de Juigalpa a instancias de la izquierda municipal en las épocas del esplendor sandinista.

La izquierda abertzale también mostró querencias albanesas, aunque no sin contradicciones. Mientras Txema Montero, candidato de Herri Batasuna a Estrasburgo en el 97, explicaba que sus modelos eran “Albania, por su conciencia nacional y la República Democrática alemana por su alto grado de desarrollo”, Iñaki Esnaola matizaba que “no es nuestra intención convertir Euskadi en una Albania en el golfo de Vizcaya; nuestras miras se dirigen más bien a alcanzar el modelo sueco”.

¿Son las islas Åland un ejemplo en que inspirar el estatus de libre asociación, “un ejemplo de respeto hacia la libertad de un pueblo”, por decirlo con palabras de Azkarraga? Francamente, no parece. En las 6.554 islas de este archipiélago viven 25.000 habitantes que no quieren ser finlandeses, pero en modo alguno aspiran a la independencia. Ni siquiera quieren ser autónomos. Ellos quieren ser suecos, volver al útero de la madre patria del que fueron arrancados tras la guerra de 1808-1809.

La posición ålandesa parece harto razonable y no sólo por emparentar con la propuesta de Esnaola. A la luz del pensamiento Ibarretxe “los vascos y las vascas serán lo que quieran ser” el lehendakari debería de saber que si fueran preguntados al respecto sus conciudadanos, descubriría que a la inmensa mayoría le pasa lo mismo que a los ålandeses. También quieren ser suecos. En la sutil analogía de Arzalluz, entre ser sueco y ser zulú, es que no hay color, con perdón por las limitaciones descriptivas de la frase hecha.

No sé cómo sobrellevarían los nacionalistas vascos los plazos que se dan los ålandeses para llenar de contenido su estatuto. Por ejemplo, la radio y la televisión pública de Åland comenzaron a funcionar en 1996, setenta y cinco años después de haber aprobado su Estatuto de Autonomía, aunque como dice Azkarraga, tienen sellos de correos y eso sólo les costó veinte años. Lo que no dice el consejero es que en su modelo, el presidente de la República de Finlandia tiene derecho de veto sobre las leyes del parlamento alandés.

Sobre este ejemplo de respeto hacia la voluntad de un pueblo, el diccionario enciclopédico Larousse dice:

“Las islas fueron reivindicadas en 1920 por Suecia, que argumentaba que la población, en su mayoría de origen sueco, deseaba separarse de Finlandia y pidió al Consejo de la Sociedad de Naciones, de reciente creación, la organización de un plebiscito. El Consejo desestimó las razones suecas, aduciendo que la disposición del territorio nacional era una competencia discrecional del estado, por lo que nada obligaba a Finlandia a aceptar un desmembramiento de su territorio. Esta decisión ha sido considerada como la primera aplicación y una de las más claras, de la teoría de la competencia ilimitada o exclusiva del estado sobre su territorio.”

Pese a lo que diga el Larousse, hay un aspecto en que las islas Åland sí constituyen un referente para la propuesta de Ibarretxe. El de Puerto Rico era demasiado tropical, sureño y, lo que es peor, hispano. Es más adecuado el modelo sueco; se adapta más a la idiosincrasia. Hay en la comunidad que pastorea el lehendakari una predisposición natural, como un don colectivo; nadie en el mundo tiene tanta habilidad como el vasco medio para hacerse el sueco.
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Hoy, con la razón que nos asiste por la acumulación de argumentos, estamos en condiciones de denunciar como falsos algunos de los estereotipos que se han venido manejando durante décadas a propósito de este pueblo. No es cierto, por ejemplo, que la sociedad vasca tenga tendencia al ensimismamiento, a estar las veinticuatro horas del día pendiente de su propio ombligo, como frecuentemente se le reprocha desde fuera.

Nada más falso. No debe de haber ningún país en el mundo con tanta dependencia exterior a la hora de escoger el propio modelo para la paz, el diálogo, la autodeterminación. Cada vez que en alguna parte del mundo nace un país nuevo, aunque sea en circunstancias tan poco deseables como en las repúblicas bálticas o los Balcanes, cada vez que se negocia en alguna parte del mundo sobre algún conflicto, cada vez que alguien pronuncia la palabra “autodeterminación”, en Euskadi se empieza a soñar que somos georgianos, bosnios, lituanos, nuevos caledonios o chechenos, palestinos, quebequeses, checos y eslovacos, alemanes del este o irlandeses. Poco importa que el concepto de la autodeterminación, en los dos últimos modelos citados, se pusiera sobre la mesa con el fin de unir las dos Alemanias separadas o que nuestros inspiradores del Ulster propusieran como sujeto de la autodeterminación de Irlanda del Norte a toda la República de Irlanda.
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El 30 de octubre del 95 se celebró en Quebec un referéndum al que asistieron en calidad de observadores Joseba Egibar y Juan María Ollora y en el que se sometió a la consideración de los votantes la siguiente pregunta: “¿Aceptaría usted que Québec llegue a ser soberano tras haber ofrecido formalmente a Canadá una nueva asociación económica y política, en el marco del Proyecto de ley sobre el Futuro de Québec y del acuerdo firmado el 12 de junio de 1995?” La propuesta segregadora fue derrotada por estrechísimo margen, 49,44% frente a un 50,56% de respuestas negativas.
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El periodista José Luis Barbería, que publicó en 2003 un documentado y excelente trabajo de investigación sobre Québec en las páginas de El País, contaba en él que el catedrático de Relaciones Exteriores en la Universidad de Laval, Louis Balthazar, ha visitado Euskadi en más de una ocasión, invitado por la Universidad del País Vasco. Lo que el profesor canadiense recordaba mejor de una de sus visitas fue la entrevista que mantuvo con “el lehendakari Ibarretxe y el ministro de Exteriores” y que ambos “estaban entusiasmados con los resultados de nuestro referendo y querían saberlo todo, conocer todos los detalles del proceso” Lo primero que llama la atención es la súbita aparición de un “ministro de Exteriores” en el Gobierno Vasco. Es de suponer que sus anfitriones presentaron con esta denominación al comisionado para las relaciones exteriores, que depende del secretario general de acción exterior de Relaciones Exteriores, un cargo político de cuarto nivel en el organigrama del Gobierno Vasco.
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El futuro, en opinión de Ibarretxe, es quebequés, un modelo de autodeterminación concebido como una prueba de sucesivos ensayos para superar la barrera y acceder a la independencia. En el último referéndum no pudo ser por poco, qué lástima, pero volveremos a intentarlo más pronto que tarde, han dicho los independentistas de Quebec y esa es, precisamente, la estrategia que nos conviene, que no es tanto la independencia como la autodeterminación, la posibilidad de pedir una consulta cada cuatro o cinco años, hasta que las dos décimas caigan a favor de la separación y entonces el pueblo autodeterminado habrá dejado clara de una vez y para siempre cual es su voluntad irrenunciable. E irreversible, claro. En el modelo, la pérdida del referéndum fue la antesala de la pérdida de las elecciones y el gobierno para los soberanistas canadienses, pero esta parte de la historia se excluye de la analogía.
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O sea, que apartado el espejo en que contemplábamos con insuperable deleite nuestra propia imagen, nos asomamos continuamente al mirador para vernos en las aventuras autodeterministas de los otros, para sentirnos ex-yugoeslavos gracias a la mediación de Jimmy Carter, irlandeses con la visita de Albert Reynolds o palestinos cuando recibamos al próximo noruego.
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Es una verdadera lástima que entre tanta analogía no hayamos establecido ninguna con Resende, una localidad brasileña cercana a Río de Janeiro. Allí se va a ubicar la planta automovilística que José Ignacio López Arriortua quiso implantar en Amorebieta en los años noventa, cuando era vicepresidente de General Motors, y un poco después, cuando se pasó con armas y bagajes (las malas lenguas dijeron que también con algunos planos,) a Volkswagen. Todavía debe de haber algunos próceres locales que llevan en su muñeca derecha un reloj publicitario de Opel, (modelo Calibra) regalado por López de Arriortua con la petición de llevarlo a contramano hasta que la GM volviera a recuperar el nivel de beneficios y pudiera hacer la planta de Amorebieta.

¿Qué quieren decir las palabras? Pues lo que ustedes quieran. Ese plan que leyó el lehendakari el Parlamento vasco el 27 de septiembre de 2002 y volvió a leer el 26 de septiembre de 2003 y que en el año comprendido entre ambas fechas ha explicado de tantas maneras distintas, es, en su opinión, “un proyecto de convivencia amable con España”. Eso, traducido al inglés por su partido, quiere decir ‘Goodbye, Spain’.

El partido-guía no podía permitir que su socio de Gobierno hubiera encontrado un modelo exterior para el soberanismo en las islas Åland. Ellos habían propuesto en su día el modelo irlandés, que gozó de justo predicamento en todos los ámbitos nacionalistas durante un cierto tiempo, pero la cuarta vez que el gobierno de Londres suspendió la autonomía irlandesa debieron de pensar que quizá no era procedente insistir en el invento, que rara vez es una buena operación política sugerir ideas al adversario.

Había que buscar otro modelo y al tener noticia de aquella efímera y vaga propuesta de compartir soberanía respecto al Peñón, vieron la luz: Gibraltar es el modelo. Y allá se fue Joseba Egibar al frente de una cuadrilla de parlamentarios con dos objetivos claros: no ser recibido por el gobernador Peter Caruana y hacerse una foto institucional a la entrada de un bar.

¿Mejoraba Gibraltar el modelo propuesto el mes anterior por Eusko Alkartasuna? Sin lugar a dudas. Las islas Åland no era tan apropiado, con sus 26.000 habitantes y sus seis millones de pájaros. Por muy autocrítico y pesimista que uno sea, está obligado a llegar a la conclusión de que en Euskal Herria no hay tanto pájaro.

En cambio, Gibraltar con sus 28.683 habitantes, su colonia de monos y sus 70.000 empresas constituye un ejemplo que se adecua muy bien a la legendaria capacidad de iniciativa de los empresarios vascos. Cada soldado de Napoleón llevaba en su mochila el bastón de mariscal y cada gibraltareño, con sus 2,44 empresas de media es un presidente de holding en potencia. El único pero que puede ponérsele al modelo desde el punto de vista de la organización social es saber donde caben los obreros en un modelo tan cuajado de empresarios, qué hermosura. En cambio, tiene la enorme ventaja de proporcionar un eslogan pintiparado para su proyecto de convivencia en el terreno cultural: “leña al mono (de Gibraltar) hasta que aprenda euskera”.

La expedición de Joseba Egibar a Gibraltar y el moderado éxito diplomático de su gestión, tiene precedentes familiares. Su abuelo, Pablo Egibar, fue alcalde de Andoain, presidente del Gipuzku Buru Batzar y miembro del EBB del PNV en tiempos de la República. Formó parte de la delegación nacionalista que acompañó a José Antonio Agirre, Landaburu y Manuel Irujo a Roma, en tanto que partido confesional, para expresar al Papa Pío XI su posición en defensa las libertades y a favor la República, en contra del alzamiento franquista. Como hizo tantos años después Peter Caruana con su nieto, el secretario de Estado Pacelli, el futuro Pío XII, que no era amante de las fantasías, ni un antifascista furibundo, no recibió a la delegación nacionalista de Pablo Egibar, que se hizo una foto en la plaza de San Pedro, junto a un guardia suizo, y se volvió a casa, tal como hizo su nieto casi setenta años más tarde.

En 1994, tras la victoria de Mandela en las elecciones, Gerry Adams proponía a los negros sudafricanos como espejos en los que debían mirarse los pueblos vasco e irlandés. Mientras tanto, en Sudáfrica, el líder del Partido de la Libertad Inthaka reclamaba para los zulúes una solución autonómica como la vasca.

Cuánto desencuentro: un batasunero irlandés (eso sí, mejor vestido) enseña a los vascos mirar hacia Sudáfrica, mientras allí, los zulúes se miran en los vascos sin percibir que estos, en realidad, a quien se parecen de verdad es a los suecos.

¿Es Sudáfrica el ejemplo más conveniente? Si acudimos a los veneros doctrinales habría que concluir que no. Al término de la guerra de los boers, Sabino Arana propuso a la dirección de su partido enviar un telegrama al primer ministro británico, Lord Salisbury para felicitarle por el triunfo del ejército colonial:

“Representación Partido Nacionalista Vasco felicita Majestad Británica por terminación guerra sudafricana, deseando que aquellos pueblos hallen ventajas bajo suave yugo Gran Bretaña y esperando que soberanía inglesa sea para ellos antes protección que dominio como para otros igualmente afortunados. Arana y Goiri.”

(Palabra de vasco. Santiago González. Editorial Espasa, 2004)

2 comentarios:

Santiago González dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
indecible dijo...

Muy güeno el anterior. Es para partirse la caja de risa.