08 julio 2009

Una jugada habilidosa

Santiago González

El PNV ha dirigido a todos los partidos vascos y en especial al PSE una oferta de colaboración para dotar a la política vasca de estabilidad institucional, con un argumento difícilmente rebatible: "es imprescindible contar con unas instituciones fuertes y con unos presupuestos adecuados" para permitir "a las instituciones vascas hacer un esfuerzo inversor que reactive la economía, cree empleo y que redunde en beneficio de los ciudadanos y ciudadanas de este país y de su tejido económico".

Fiel a sí mismo, el partido-guía de los verdaderos vascos actúa como si tuviera plena validez la promesa de Ibarretxe: “seguiremos dirigiendo este país sea desde donde sea”. Se puede intentar, las cosas como son, lo que pasa es que el país no suele obedecerte si no lo haces desde el Gobierno. Por eso ha dirigido su oferta a todos los partidos vascos en lugar de dirigírsela al único que le interesa, al PSE.

Qué pueden haber visto los burukides en la evolución de la crisis durante la última semana para haber llegado ayer a la conclusión de que hace falta un pacto para la inversión, la reactivación de la economía y la creación de empleo, es cuestión muy misteriosa. Los datos del empleo en el pasado mes de junio son mejores que los de mayo y no digamos con respecto a los de abril.

¿Y si no fuera por la crisis? El PNV había asumido que en este mes de julio se iba a producir la moción de censura contra su diputado general de Alava, Xabier Agirre, y han hecho un movimiento inteligente, seguramente el primero desde la noche triste del 1-M. Los socialistas vascos estaban algo remisos a dar un paso como ese, aunque había división de opiniones. La idea contaba con más partidarios entre los socialsitas guipuzcoanos y vizcaínos que entre los alaveses, y aun entre estos había división de opiniones. La moción también tenía más urgencia para los populares alaveses que para el resto de sus conmilitones.

El PP debería haber ofrecido un papel estelar en la moción de censura al secretario general de los socialistas alaveses, Txarli Prieto. Él, artífice de la estrategia que dio la Diputación al tercer partido alavés, era el hombre adecuado para la estrategia contraria. El PNV, que es un partido confesional habría aceptado con mansedumbre creyente la deposición de su diputado general: “El señor (Prieto) nos lo dio; el señor (Prieto) nos lo quitó. Bendito sea su santo nombre”.

La oferta del PNV tiene para López el atractivo de la centralidad política, amén de las ventajas que verá en ella Zapatero, que ha aceptado la soledad en el Congreso por tener un lehendakari amigo, pero que verá una manera de hacer un trato ventajoso con el PNV: yo te acepto el pacto de estabilidad institucional y no te muevo de la Diputación, pero no sería lógico que si le apruebas los presupuestos a López, porque lo exige la crisis económica, te vayas a negar a aprobar los míos en el Congreso exactamente por la misma razón. Si hay que pagar algo se paga, que al presidente le gusta abonar con pasta las peculiaridades de la España plural y diversa.

De momento, el PNV ha hecho una maniobra de diseño fino y ha colocado la pelota en el terreno del Gobierno y su socio. No estábamos acostumbrados, Laus Deo.

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