04 enero 2010

La madrastra y el espejo

Santiago González

Las encuestas son el espejo espejito mágico en el que se miran cada noche todas las fuerzas políticas para preguntar si hay alguna otra más bella en los confines del reino. Las encuestas son elecciones sin cafeína, muestras inocuas de las preferencias ciudadanas que ayudan a las madrastras a tomar medidas cosméticas, aunque en primera instancia todas tiendan a dejar las cosas como están: si les son favorables, se regodean un poco en la suerte. Si desfavorables, depende de cuánto: en el caso de que el descontento haya crecido poco, se relativiza: “las verdaderas encuestas son las urnas”. Si el varapalo es contundente, se plantea alguna reforma en el equipo de comunicación: “hemos hecho una buena gestión, pero no hemos (léase ‘han’) sabido venderla”. A esto es a lo que la clase política tiende a llamar hoy autocrítica.

Es tradición que la madrastra acabe tomándola con el espejo, desoyendo la sabia advertencia de Quevedo: “Señoras, si aquesto propio/ os llegare a suceder/ arrojar la cara importa/ que el espejo no hay por qué”. Las encuestas han llegado a convencer al presidente del Gobierno de que no está en el momento más alto de su popularidad, pero él, aunque no soporta el desamor de su pueblo, no está programado para admitir que se equivoca o, por mejor decir, dada la elasticidad de su pensamiento, acierta hasta cuando se equivoca. Así, en su balance de fin de año, admitió que había cometido un error al empecinarse en sostener que estábamos en desaceleración, que no crisis: "En alguna ocasión he pensado que no estuve muy acertado con ese estéril debate" porque generó una "sensación equívoca en la ciudadanía". Lo malo de mí es que cuando no estoy muy fino se me equivoca la peña.

Eso es lo que pasa ahora, que la gente yerra y cree que la respuesta del Gobierno a la crisis ha sido regular, mala o muy mala en un 86%. El 72,1% de los votantes socialistas cree que ha sido regular o mala y el 40,9% de los de IU la considera mala o muy mala. Más de la mitad de los encuestados no creen que la Ley de Economía Sostenible vaya a sacar a España de la crisis, el 69% se teme que en este 2010 la economía vaya igual o peor que en 2009. Más del 70% considera que los sindicatos no defienden a los parados y el 75% piensa que el tamaño del déficit es un lastre para la economía española. Y en este plan, que diría el maestro Umbral.

Un par de tardes era un lapso muy breve para que Jordi Sevilla le enseñara los rudimentos de la cuestión. Haberse leído el manual de Paul Samuelson, (q.e.p.d.) con algún aprovechamiento le habría llevado algo más de tiempo. Por eso cree, quizá de buena fe, que él está obligado a sus análisis optimistas, porque le obliga la teoría de las expectativas autorrealizables. Se equivoca y equivoca a cuantos consideran que la obligación de un gobernante es mentir, si se tercia, porque el pesimismo o el optimismo de los agentes sociales determinan los acontecimientos de futuro. Siendo cierto esto último, los agentes sociales nunca apoyan sus estados de ánimo en las palabras de un gobernante. Se levantan con los resultados de las bolsas de Nueva York y Tokio, leen la prensa económica internacional y están al loro de las tristes previsiones que para nuestro país hacen el FMI, la OCDE, las agencias de rating y el gobernador del Banco de España. Mentir sólo le sirve para hacerle perder credibilidad. Se lo dirá el espejo cada que vez que le pregunte. Y si lo rompe, aún será peor.


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