15 noviembre 2010

El tío Pepe y el escribidor

Santiago González

Recreaba Mario Vargas Llosa en ‘La tía Julia y el escribidor’ sus amores juveniles con su madura tía Julia, contando en capítulos alternos el caso portentoso de Pedro Camacho, escribidor de folletines para la emisora en que el joven Varguitas trabaja y trata de convertirse en un escritor serio. Camacho era una variante de don Quijote: de tanto escribir y tan poco leer se le fue secando el seso y sus criaturas, desembridadas de una razón que las gobernara, acababan saltando de un folletín a otro, incluso habiendo fallecido unas semanas antes, en una precuela literaria de la mismísima resurrección de la carne.

En días como éstos, Pepe Montilla tiene que sentir parecido espanto al de Varguitas, al notar que los discursos mitineros de sus guest stars parecen escritos por un Pedro Camacho enloquecido que le recitan unos argumentos equivocados de tiempo y de lugar. El lector estará avisado por las encuestas y por su propio sentido común que a Montilla lo van a hacer papilla los votantes el próximo día 28; que su adversario, el convergente Mas no sabe si su victoria vendrá con mayoría suficiente para gobernar o tendrá que hacerlo en compañía de otros. ¿Con quiénes? Nada se puede saber hasta que termine el escrutinio, pero ya está demostrado que en este punto no se la hace ascos a nada y se atenderá a lo que indiquen las sagradas reglas de la aritmética: se optará por lo que sume y se desecharán las opciones restantes. Si la aritmética no proporcionara resultados fijos, el escribidor cambiaría de disciplina para apuntarse a la geometría variable.

No sabremos si Montilla mantendrá su promesa de no reconstruir el tripartito. Desgraciadamente, las matemáticas carecen de la elasticidad que tienen las palabras. Los números y las cuatro reglas conforman una realidad en la que no cabe la metáfora y no le van a dar ocasión. Está pues, CiU. Si puede gobernar con ERC lo hará, pero el montillazo que va a pegarse la Esquerra lo presenta como improbable.

Mas podría gobernar con apoyo del PP contra algún arreglo menor, probablemente de carácter municipal. Zapatero y Rubalcaba le emplazaban este fin de semana a no gobernar con el PP. Exige que no se mezcle con los parias de Cataluña a Mas, ese estadista, quien dio el placet a Patxi López para investirse lehendakari precisamente con el apoyo de la casta impura. Llegado el caso, afearán a Rajoy que pacte con los nacionalistas.

Fines de semana como estos son los que proporcionan la medida exacta de la tragedia de Montilla. Los suyos vienen a enterrarle. Ni Rubalcaba ni Zapatero le echan una mano contra su adversario electoral, sino a pelear por lo suyo. ¿Vas a pactar con el catalanófobo de Rajoy, pudiendo hacerlo con nosotros, que somos catalanistas? Él es culpable de que el Constitucional os arrugara un poco el Estatut. Este fin de semana, Zapatero y su hombre orquesta parecían personajes de los folletines del escribidor, recitando su papel en el territorio y el tiempo inadecuados. Ese doble equívoco es, precisamente, el que sustenta la tragedia, tal como la definió Caro Baroja en ‘El laberinto vasco’: “una falta de adaptación al espacio y al tiempo en que se vive”.

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