18 febrero 2011

La corte de Manhué

Santiago González

Es un misterio la afición de los humanos a dar explicaciones estrambóticas, cada vez que se les piden cuentas. Lo hizo el miércoles Rubalcaba cuando la intrépida Sáenz de Santamaría le preguntó por los ERE de Andalucía, un milagro de la transustanciación en que los amigos se jubilan con cargo a los fondos públicos, no sólo en empresas en las que jamás han trabajado, sino que las propias empresas estaban ya cerradas cuando seguían amparando sus vidas laborales.

Rubalcaba se arriscó ante la pregunta: “Es la segunda vez, señoría -usted lo ha hecho dos veces hoy- que usted trae el asunto este de los ERE de Andalucía”. En realidad había sido sólo una vez en la sesión. Sí le había preguntado por ello el miércoles pasado, pero Rubalcaba no respondió. El vicepresidente es el alter ego de Rufus T. Firefly, el primer ministro de Libertonia que encarnaba Groucho Marx en ‘Sopa de Ganso’. Cuando su ministro de Hacienda le propone tratar el tema de los aranceles, replica: “Ese es un asunto nuevo. ¿No hay asuntos viejos? ¡Hablemos entonces de los nuevos!”. “Pues los aranceles…” empieza el ministro, que es cortado inmediatamente por Groucho
: “Lo siento, pero ese ya es un asunto viejo”.

O sea que tampoco respondió. En su lugar propuso un bonito acertijo sobre la cantidad de salarios mínimos que podrían pagarse con el pillaje de la Gürtel. Si se hubiera atrevido sumar el saqueo de los EREs habría multiplicado por seis el número de salarios mínimos.

Ayer, en el Parlamento Andaluz, los populares intentaban crear una comisión de investigación. Era la segunda vez. Quiere la tradición que el cartero siempre llame dos veces y que las dos esté condenado a perder el viaje, porque le atiende el presidente Griñán. En diciembre de 1995, una comisión de investigación creada en el Parlamento andaluz a propósito de condonaciones de créditos por la desaparecida caja de Ahorros de Jerez, estaba a punto de presentar sus conclusiones. Eran tiempos de la dinastía de Manhué el Egipcio (© Carlos Herrera) y los socialistas andaluces llegaron a la conclusión de que esto de las comisiones parlamentarias es para líos. Eran los tiempos de la pinza entre Anguita y el PP, y Chaves, poniéndose en lo peor, disolvió el Parlamento. Nunca más desde entonces se ha vuelto a autorizar una. Cien veces las ha pedido la oposición y cien veces se las ha negado el Gobierno.

Se ha salvado la tradición y el honor, que ayer reivindicaba Griñán con un audaz quiasmo, en plan por quién nos toma: si su señoría no es capaz de valorar el honor de los demás, nunca tendrá el honor de ser el presidente de la Junta, le dijo al jefe de la oposición, que ya casi es como de la familia. El socialismo gobernante en el sur soporta mal que se le pidan cuentas y quienes lo hacen sólo pretenden “mantener la estrategia de la mentira con inmunidad parlamentaria”. Griñán y su Gobierno son hombres de honor y sólo aspiran a mantener el consolidado estatus que les garantiza la impunidad gubernamental.

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