19 febrero 2011

Un eterno retorno

Santiago González

Las paronomasias del presidente las heredan sus epígonos. Dijo ayer el lehendakari que “se han hecho demasiados autos de fe” respecto a ETA y Batasuna, que han acabado en “frustración para la sociedad vasca”. Tiene vagamente razón, pero eran actos. Los autos de fe eran los castigos públicos que el Tribunal de la Inquisición imponía a sus penados. El error no tendría más importancia que un castigo adicional de nuestros políticos a la lengua extraña, si no fuera porque proporciona a los batasunos una excelente metáfora para alimentar su victimismo: los autos de fe de la Inquisición española contra el akelarre vasco, las cárceles de exterminio, el genocidio.

Dijo, además, que le importaría poco dejar el cargo si esa fuera “la derivada del fin del terrorismo”. Estamos ante una impostación de altruismo lamentable. Tanto como aquella en la que incurrió Zapatero, antes de su llegada a La Moncloa, cuando le dijo a Aznar: “Nada me gustaría más que ver el final del terrorismo, siendo tú el presidente del Gobierno y yo el jefe de la oposición”. Forzosamente había otra que le gustaba más. Hablar por hablar, impostaciones buenistas, cosas que no pueden ser. Lo que esperamos de los políticos es que intenten hacerse con el poder y mantenerlo (con respeto a unas ciertas reglas) porque ese empeño en su propio beneficio supone que tratarán de conseguir el bien común para que la sociedad les vote. Igual que los empresarios crean empleo y aumentan la riqueza de un país, como el resultado natural de su ambición, del ánimo de lucro.

Patxi López, por lo demás, hizo un discurso contradictorio: advertía que son “ellos los que deben moverse”, no la democracia, para argumentar lo importante que sería para ésta que decidieran integrarse. O sea, no vamos a ponerles alfombra roja, pero aquí estamos esperándoles con los brazos abiertos. Una vuelta a los años 80, vamos. Para rematar, Egibar fusilaba sin citar autoría una de las amables sansiroladas con las que Zapatero empedró su error de 2006: “la política puede contribuir a acercar la paz”, olvidando la primera parte del enunciado: “la paz no tiene precio político, pero…”

Mientras el Parlamento vasco celebraba estos juegos florales se abría paso la noticia de que Egibar e Ibarretxe hacían para el Euskadi Buru Batzar el mismo papel que Txusito en la Ejecutiva del PSE antes del proceso de 2006 y ahora: se han reunido con el vicario Rufi Etxeberria a espaldas de la dirección de su partido. Las Ejecutivas no lo saben, pero consienten. La del PNV no convoca oficialmente a su peña a la manifestación de hoy, pero Arzalluz era un firmante de la declaración política que servía de base a la manifestapena y Zarraoa, ese intelectual, figuraba entre los promotores de la marcha. La dirección dará libertad a sus afiliados, que estarán sin haber ido.

Todo va encarrilándose como si las estrategias de los partidos las definieran sus más torpes afiliados. EA será el caballo de Troya para que los batasunos vuelvan a las instituciones, sin reparar en un pequeño detalle: en la misma operación se quedarán con el partido, si la cosa cuela, que yo creo que sí. Si tanta fe ha suscitado Sortu, cuánta no levantará un partido fundado en 1986 por el mismo lehendakari Garaikoetxea, que el 16 de mayo de 1982 se volvió hacia sus conmilitones de hoy, que en el Ibilaldia de aquel año le gritaban “¡faltan los presos!”, para replicarles con gesto categórico: “también faltan los muertos”.

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