12 febrero 2011

¡Qué Sortu!

Santiago González

El vicepresidente Rubalcaba ha dicho que exministro del Interior, o sea, él mismo, ha paralizado la inscripción de Sortu en el Registro de Partidos Políticos. No ha debido de impresionarle mucho el número de avalistas de buena fe que le han salido a este partido por doquier, dispuestos a presuponer la virginidad a la Veneno: si ellos dicen que sus estatutos son impecables así será.

Caamaño expuso una visión algo más compleja del funcionamiento de la justicia. No se trata sólo de una valoración de parte. Sus estatutos deberán ser contrastados con la Ley de Partidos, por supuesto, pero también todas sus actuaciones, un suponer, la presentación pública del lunes en Bilbao. Algo debieron sospechar las almas bellas cuando la criatura fue apadrinada por dos batasunos de raza y había entre el público más antecedentes penales de los que caben en el registro de Martutene.

Rubalcaba afirma que las pruebas recogidas por las Fuerzas de Seguridad demuestran que es Batasuna “la que ha presentado los nuevos estatutos. Es evidente que se trata de Batasuna y por tanto, hay lo que se llama continuidad”.

Las palabras del vicepresidente son de una lógica inatacable. Tanto, que llama la atención tan escandalosa ostentación de los padrinos para arruinar la fina pasamanería jurídica que adorna los estatutos. No es descartable que Sortu sea una liebre mecánica y tengan preparada una operación de marca blanca entre los partidos ya inscritos. Sobre esto admito no tener pruebas, sólo un montón de precedentes.

Así las cosas, resulta difícil comprender la extraña alegría del lehendakari. Patxi López ha dicho que “ojalá Sortu sea legal, porque eso significa etc.” No se si ha reparado que la presteza con la que ha anunciado una ronda de partidos contradice los mensajes de los ministerios de Justicia e Interior, y que sus palabras incurren en abierta confusión de sus convicciones con su responsabilidad (Max Weber, hace casi un siglo). Es también una torpeza porque puede inducir a Batasuna a la creencia de que la democracia tiene tanto interés como ella en su legalización. En esta tarea le ayuda con mucho entusiasmo el popular Oyarzábal, que tampoco descansa en la tarea de extender alfombra roja: la democracia será generosa y por ahí. Tal vez los dos son demasiado jóvenes para recordar los tiempos en que HB concurría a las elecciones para dejar vacíos sus escaños en los parlamentos y los partidos democráticos se empeñaban en convencerles de que su asistencia era la piedra angular del sistema democrático. Un día entraron y muchos años después tuvieron que hacer la Ley de Partidos para echarlos.

Produce, además, otros efectos secundarios. Iñigo Urkullu ha vuelto a repetir uno de sus reclamos favoritos en los dos últimos años: la ilegalización es de interés partidista para el PSE, porque eso les permite detentar la lehendakaritza, confesión paladina de que, durante los 31 años anteriores, el poder del PNV se asentó sobre los escaños batasunos, especialmente en aquellos viejos tiempos en los que no los ocupaban. Por eso es partidario de que, si Sortu es legalizado, se adelanten las elecciones, para que los escaños de los sucesores de Batasuna les ayuden a volver a Ajuria Enea. Como toda la vida del Señor, vamos.


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