En tres habitaciones del viejo Kremlin
vive un hombre llamado José Stalin.
Tarde se apaga la luz de su cuarto.
El mundo y su patria no le dan reposo.
Otros héroes han dado a luz una patria,
él además ayudò a concebir la suya,
a edificarla
a defenderla.
Su inmensa patria es, pues, parte de él mismo
y no puede descansar porque ella no descansa.
En otro tiempo la nieve y la pòlvora
lo encontraron frente a los viejos bandidos
que quisieron (como ahora otra vez) revivir
el knut, y la miseria, la angustia de los esclavos,
el dormido dolor de millones de pobres.
El estuvo contra los que como Wrangel y Denikin
fueron enviados desde Occidente para «defender la Cultura».
Allí dejaron el pellejo aquellos defensores
de los verdugos, y en el ancho terreno
de la URSS, Stalin trabajó noche y día.
Pero más tarde vinieron en una ola de plomo
los alemanes cebados por Chamberlain.
Stalin los enfrentó en todas las vastas fronteras,
en todos los repliegues, en todos los avances,
y hasta Berlín sus hijos como un huracán de pueblos
llegaron y llevaron la paz ancha de Rusia.
Molotov y Voroshilov
están allí, los veo,
con los otros, los altos generales,
los indomables.
Firmes como nevados encinares.
Ninguno de ellos tiene palacios.
Ninguno de ellos tiene regimientos de siervos.
Ninguno se hizo rico en la guerra vendiendo sangre.
Ninguno de ellos va como un pavo real
a Río de Janeiro o a Bogotá
a dirigir a pequeños sátrapas manchados de tortura:
ninguno de ellos tiene doscientos trajes:
Ninguno de ellos tiene acciones en fábricas de armamentos,
y todos ellos tienen
acciones en la alegría y el la construcción
del vasto país donde resuena la aurora
levantada en la noche de la muerte.
Ellos dijeron "Camarada" al mundo.
Ellos hicieron rey al carpintero.
Por esa aguja no entrará un camello.
Lavaron las aldeas.
Repartieron la tierra.
Elevaron al siervo.
Borraron al mendigo.
Aniquilaron a los crueles.
Hicieron luz en la espaciosa noche.
Pablo Neruda (Canto General)
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