Juez, cocinero y autor
Santiago González
A Garzón se le han amontonado los problemas en el trayecto entre el Supremo y el CGPJ. Es razonable que el Gobierno trate de buscarle una salida honrosa, como la de juez de enlace con la justicia de algún país, aunque es lógico que una oferta así se le quede estrecha al magistrado que más se ha trabajado la justicia universal en España. Ni el socialismo ni la justicia han funcionado adecuadamente en un solo país.
Buscar algo a la medida de las capacidades de Garzón es un acto de justicia, visto que en el campo estricto de la instrucción le pasa como a Anna Kournikova, una tenista guapa, modelo de éxito y con mucho tirón mediático, pero que no ha ganado nunca un torneo de cierta importancia. Es, también, un acto de prudencia, habida cuenta de los precedentes del caso GAL y su maña para tirar de cabos sueltos y despertar sumarios dormidos con el canto del faisán.
Más que por su vida social, los jueces deberían ser conocidos por sus autos, al igual que los cocineros por sus guisos. La vida moderna, sin embargo, es un ir y venir y un ajetreo. Antes, los cocineros estaban en sus fogones y los jueces en sus despachos, los primeros cocinando y los segundos escribiendo sentencias. El advenimiento de la nueva cocina hizo de los chefs unos relaciones públicas. En vez de guisar, paseaban por el comedor intercambiando parabienes y opiniones con los clientes. La perfección del asunto llegó cuando el cocinero se hizo autor y pasaba la semana impartiendo masters, dando conferencias y grabando programas y entrevistas para la televisión.
Algo parecido a la vida profesional del juez Baltasar Garzón, el juez cocinero que más veces se ha ausentado de su puesto en los fogones de la Audiencia Nacional.
Es tan buen relaciones públicas que desamores con el felipismo no han sido obstáculo para llevarse magníficmente con el nuevo presidente, tras la vuelta del PSOE a la tarea de Gobierno. Él fue testigo de la primera ocasión en la que Zapatero insinuó que iba a hacer tabla rasa de la política antiterrorista que había heredado de Aznar. Ambos participaban juntos en la clausura de un curso de verano en El Escorial: ‘La lucha contra el terrorismo y sus límites’. Era el 16 de julio de 2004, viernes, y el líder socialista anunció una ‘agenda progresista’ en la lucha contra ETA en particular. Sin Garzón a favor de obra, Zapatero no habría podido arrancar su ‘proceso de paz’, un fiasco que se habría ahorrado, por otra parte.
Cuenta el juez que buena parte de sus problemas se deben al caso Gürtel y a la enemistad que despierta entre los jueces de ideología conservadora. No es del todo cierto. La opinión negativa sobre muchas de sus actuaciones es bastante compartida en la carrera por izquierdas y derechas, pero aún si fuera así, su aventura equinoccial es la prueba del nueve de que tenían bastante razón los que sostenían que el paso de la carrera judicial a la política, esa gabardina de entretiempo, no debería ser reversible.
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