30 años es algo
Santiago González
La mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno vasco ha querido que coincidieran en las últimas 48 horas dos acontecimientos de relieve: la institución de una festividad política, el Día de Euskadi, en el 25 de octubre, fecha de aprobación del Estatuto, y la celebración del 30º aniversario del Parlamento vasco.
En nuestra mejor tradición, la celebración del 25 de octubre dividió a la cámara vasca. El festejo del 30º aniversario del Parlamento, también. Es el acreditado horror a los consensos del alma vasca, el cromlech de Oteiza, un vacío despojado de toda materialidad. Eguiguren lamentó la falta de acuerdo sobre la fecha, aunque no debería sorprenderse: él mismo había descrito hace veinte años la paradoja reveladora de que la primera sesión del Parlamento vasco, el 31 de marzo de 1980 se dedicara a “dilucidar si había que escribir ‘Euskadi’ con ‘s’ o con ‘z’”.
Hogeita hamar urte eta gero hau, treinta años después seguimos en las mismas. Tres botones de muestra: quien fue cuarto presidente de la cámara, Juan Mª Atutxa, no excusó, reivindicó su ausencia con una carta que tenía algo de regüeldo: sólo estuvo con el corazón, que con el alma no podía. Su razón era que el Tribunal Supremo del reino de España vulneró la separación de poderes. Al parecer, para este eximio jurista y esclarecido discípulo de Montesquieu, la esencia de dicha separación consiste en la inmunidad del Legislativo y el Ejecutivo frente al Judicial.
El primer presidente del parlamento, Juanjo Pujana, explicó las ventajas del diálogo frente a "las constituciones y estatutos que se encuentran tan sacralizados” que “no son fuente de derecho, sino herramientas", lo que parece entrañar una cierta confusión entre el Parlamento y el parloteo. Joseba Egibar, la tercera en el pecho, se negó a reconocer la fiesta porque el Estatuto “está degradado y ha perdido su función y su potencialidad”.
Contaba el historiador Juan Pablo Fusi en ‘El País Vasco: pluralismo y nacionalidad’ que con el Estatuto del 79 Euskadi tuvo por primera vez en su historia una autonomía para Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, un parlamento coexistente con las Juntas Generales de los tres territorios y un lehendakari elegido por ese parlamento: “En 1979 se aprobó un Estatuto infinitamente superior, por todos los conceptos, al de 1936. Comparado con el actual estado autonómico vasco, el régimen foral anterior a 1839 se reducía a esporádicas asambleas de aldeanos”.
Esto es lo más extraño de todo, que se nieguen a celebrar una catástrofe. ¡Pero si es su especialidad! Ellos eligieron el 25 de octubre para celebrar el referendum en recuerdo de una derrota: la del 25 de octubre de 1939 del célebre decreto de Espartero que ellos consideran la primera ley abolitoria de los fueros. Gran fecha para día de Euskadi por doble motivo, lo de Espartero y la incompletitud del Estatuto. Eso sin contar con que es precisamente el Estatuto, que permite la existencia del Parlamento, (arts. 25 a 28) el marco en que Joseba Egibar ha podido ganarse las alubias los últimos veinte años de su vida como parlamentario y cotizar para una jubilación decente. De bien nacidos es ser agradecidos.
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