Un fiscal jubilado
Santiago González
El Código Penal describe en su artículo 404 el delito de prevaricación como una resolución arbitraria adoptada por un funcionario a sabiendas de su injusticia. Ayer, en el homenaje que se rindió a Garzón en la Universidad Complutense, el que fuera fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, cometió lo que podríamos llamar un acto largo y ancho de prevaricación intelectual, que consiste en decir chorradas a sabiendas.
¿Por qué todas las lumbreras jurídicas, desde Leire Pajín a Jiménez Villarejo, insisten en la bondad del juez y en la ilegitimidad de unos querellantes a los que nadie ha denunciado con la Ley de Partidos en la mano? Misterios de la naturaleza humana. Ayer, entre el fervor de los asistentes que desbordaban el anfiteatro de Medicina, un fiscal jubilado hizo gala del desconocimiento de su oficio, al ignorar las razones que han llevado al TS a procesar a Garzón, a saber: 1) Ignorar el artículo 101 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que impide abrir un proceso penal a los difuntos. 2) Ignorar los límites de su competencia. 3) Ignorar la Ley de Amnistía aprobada en el Congreso de los Diputados (15-10-1977), que extinguió las responsabilidades por todos los delitos cometidos por franquistas y antifranquistas.
Quienes por razones de edad u otras no llegaron a ser antifranquistas en el tiempo adecuado, creen que la amnistía fue un autoperdón de la dictadura. Deberían consultar el gran discurso de Marcelino Camacho en el Congreso, reivindicándola como una bandera comunista. Un amigo mío, condenado a 20 años cuando entonces, me leyó el otro día su auto de excarcelación: "Queda en libertad por aplicación de la Ley de Amnistía que anula sus condenas impuestas por Consejo de Guerra Sumarísimo, y Tribunal de Orden Público, así como de todas las penas accesorias, y restituido en la plenitud de sus derechos, sin antecedentes penales...."
El fiscal Villarejo acusó a los magistrados del Supremo de ponerse en manos de Falange, en manos de los corruptos, haber sido cómplices hasta el último día de las torturas (del franquismo). No todos, dijo, pero va a ser que sí, que todos los de la Sala Segunda votaron sí al procesamiento de Garzón en las tres causas.
No como él, que ingresó en la carrera fiscal en 1962, justo a tiempo para denunciar las torturas y la defenestración de Julián Grimau, la iniquidad de su proceso y del que, también en 1963 condenó al garrote vil a los anarquistas Joaquín Delgado Martínez y Francisco Granados Gata, detenidos el 1 de agosto, condenados el día 13 y ejecutados el 17 por un atentado que no cometieron. Ninguno de los magistrados del TS estaba en la carrera entonces. Él sí. También pudo aprovechar el momento para explicar a los anfitriones, sobre todo a Toxo, cómo denunció el proceso 1001, que el 20 de diciembre de 1973, sentó en el banquillo del T.O.P. a la dirección de CCOO, que fue condenada a penas de hasta 20 años de cárcel. No lo hizo. Qué virulento, qué magníficamente insobornable, el antifranquismo sobrevenido. Y qué torpes los sindicalistas con el protocolo. Deberían haber invitado al acto a Felipe González Márquez.
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