10 mayo 2008

Analogías simples

Santiago González

El lehendakari Ibarretxe ha decidido conceder una oportunidad más al presidente Zapatero y le ha enviado una propuesta. En apenas tres folios ha resumido la hoja de ruta del plan que lleva su nombre. El “corta y pega” que facilita a todo quisque la informática ha favorecido la extensión de la moda patchwork, esa manera vistosa de aprovechar retazos para forrar cojines. El lehendakari, que es hombre apañado, se ha revelado como un virtuoso en el arte de reciclar descartes para confeccionar su almohadón soberanista.

Dos son los pilares que sustentan la oferta de Ibarretxe, según explicó en su comparecencia televisiva del jueves y los dos están enfermos de aluminosis: el anuncio de Zapatero del 29 de junio de 2005 en el que dio luz verde al proceso y las conversaciones que mantuvieron en Loyola el PSE, el PNV y Batasuna, que actuó a la vez como emisaria de ETA, en octubre de 2006. Ibarretxe ha forrado el punto 3 del documento con una transcripción prácticamente literal del borrador que se trabajaron en Loyola los citados y exige que el presidente firme ahora a requerimiento suyo lo que, según él mismo, estuvo dispuesto a firmar con Batasuna.

¿Es posible que un líder democrático intente sustituir ese modelo de consenso que fue el pacto estatutario por otro malamente armado por unas charlas de sacristía y un paripé en el recinto parlamentario? No es razonable que el lehendakari, representante ordinario del Estado en la Comunidad Autónoma Vasca, se vea a sí mismo como un alter ego de Batasuna para decirle al presidente: “¿Cómo no vas a negociar conmigo si lo hiciste con éste?”

He aquí una muestra del gusto de Ibarretxe por las analogías simples. Él mismo se reunió con “éste” en su ronda de conversaciones tras las autonómicas de 2005, otorgando por su cuenta carta de legitimidad democrática a quien la había perdido por la aplicación de las leyes. Son estas comparanzas las que todavía hacen colear lo suyo por los pasillos de los juzgados. Recientemente hemos sabido que el Gobierno español ha negociado con piratas somalíes que tenían como rehenes a los 26 tripulantes de un atunero vasco. De lo que sabemos podemos deducir que los piratas exigieron un rescate y que agentes del Gobierno entregaron la suma pactada a los secuestradores.

No parece que la resolución de este caso pueda integrar una nueva versión de los Episodios Nacionales, pero nadie se imagina a un baranda autonómico pidiendo al presidente que le envíe a unos agentes del CNI con 700.000 euros, “en billetes pequeños sin marcar o en billetes grandes marcados”, según decía Woody Allen metido a chantajista en ‘Misterioso asesinato en Manhattan’. “Si lo hiciste con unos piratas tercermundistas, ¿cómo no lo vas a hacer conmigo, que soy presidente autonómico?”

Es de esperar que Zapatero haya tomado nota del coste de las ocurrencias. Sentarse a charlar en Loyola no sirvió para que ETA abandonase las armas, sino para que los interlocutores del PSE tomaran nota de su oferta máxima y plantearan aquel techo como el punto de partida de la siguiente ronda negociadora. Mientras los terroristas asesinan a un antiguo concejal socialista y atentan contra las Casas del Pueblo, el lehendakari pretende que le ceda a él lo que antes le reclamaba Batasuna, sin que él haga otra cosa contra la violencia que dirigir exhortaciones éticas a los terroristas.

Hay que decir en su descargo que no tiene una vida laboral intensa a sus espaldas y nunca ha negociado un convenio para conocer los rudimentos de la lógica sindicalista. De otra manera sabría que cuando se rompen las negociaciones se rompen también las ofertas que las partes se habían hecho tratando de aproximar posiciones.

“Hay que ir paso a paso, no se pueden subir las escaleras de dos en dos porque te tropiezas”, dijo Ibarretxe en ETB, echando mano de una de sus inefables metáforas domésticas y del sentido de la concordancia que constituye su patrimonio sintáctico y es sello distintivo de la casa. George Orwell alertó hace 72 años sobre los peligros que entrañan las metáforas moribundas en un soberbio ensayo titulado “La política y la lengua inglesa” cuya lectura sería muy provechosa para el lehendakari, tan preocupado siempre por dar los pasos adecuados.

En todo caso, estas metáforas de pasos hacen de Ibarretxe un líder prudente, aunque no sé si es muy compatible con un dirigente político del siglo XXI. “Hay que andar por donde pisa el buey” es otra de las consejas con que su abuelo le preparó para el futuro, sin caer tal vez en la cuenta de que su estricto cumplimiento hace del buey el verdadero líder de nuestro tiempo. Nada hay de particular en ello. Todo pueblo elegido tiene ratos en los que se pone a seguir o adorar a un semoviente, sea un buey de caserío o el becerro de oro del Sinaí. Lo significativo en el hecho de seguir a un buey es el reconocimiento de que los caminos del lehendakari, no sé si los del Señor, además de inescrutables, están embarrados y corremos el peligro de meter la pata.

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