03 mayo 2008

Necesidad de cultivar nuestro jardín


(Palabras de Maite Pagaza durante la entrega del Premio a las Libertades de El Sitio)


No sé muy bien, la verdad, cómo expresar mi agradecimiento por la concesión de este Premio de las Libertades. Gracias a la Sociedad El Sitio y a todos ustedes por la compañía y el cariño.

Yo he pensado que sería conveniente realizar un breve elogio de la libertad y del sentido del humor.

Había pensado en el Cándido de Voltaire, y en la “necesidad de cultivar nuestro jardín”: el de las humanidades, el de la cultura, el del librepensamiento sazonado con una dosis generosa de sentido del humor y de la camaradería.

Los fanáticos, en su amplia gama, carecen de sentido del humor y odian la libertad. Los fanáticos tienen un sentido de la fantasía limitado a sus pensamientos recurrentes, maniáticos y victimistas. La cultura y el sentido del humor son pues, instrumentos eficaces primero para sobrellevar la relación con los fanáticos.

Santiago González, Fernando Savater, como lo hicieron Mario Onaindía y Luciano Rincón nos han ayudado a sobrevivir muchas veces en la ciénaga moral vasca con su inteligencia, su cultura y su sentido del humor. Pero si tuviéramos que dar un premio a la tenacidad en el cultivo del huerto vasco yo se lo daría a Florencio Domínguez. Vaya, por tanto, mi homenaje a todos ellos y permitan que exprese mi embarazo por compartir este galardón con Santiago González y con el resto de dignos premiados.

El sentido del humor además de ayudarnos a sobrellevar las dosis de hastío y espanto que nos causan los bárbaros locales, supone un poderoso disolvente de las palabras tramposas de los fanáticos, de su manipulación y coacción permanentes. Va de maravilla para un cierto sentido sicopático del poder que suele perseguir, cuando no puede comprar, la inteligencia libre. Pero no me quiero apartar en el discurso.

Me crié en Hernani, donde adquirí una cierta experiencia empírica sobre el fanatismo nacionalista vasco. Por el roce, digamos. En la noble y leal villa de Hernani, según rezaba al menos antes el escudo, hay un etarra que tiene un parque dedicado. Otro etarra, al que le estalló una bomba que estaba colocando, tiene el honor de ser hijo predilecto de la villa. No siempre las cosas fueron así, he de decir.

En Hernani nació y murió Juan de Urbieta y si la alcaldesa supiera por qué se destacó Juan de Urbieta le quitarían la calle dedicada, una de las principales arterias de la villa. Juan de Urbieta, soldado de infantería (arcabucero), tuvo la fortuna de hacer prisionero en la batalla de Pavía a Francisco I, Rey de Francia. El emperador Carlos V lo ascendió y lo colmó de honores. Hernani fue un importante sitio liberal durante las carlistadas. Como Bilbao.

Yo salí de Hernani hace unos dos lustros, aunque mentalmente me marché de allí en cuanto tuve uso de razón, debido a la acumulación de fanáticos que me hacía sentir que me faltaba el aire. Dedico, por tanto, este premio a los concejales no nacionalistas de Hernani, pero también a algunos nacionalistas que conozco allí, del PNV y EA, y que son dignos de admiración y respeto.

Me he acordado durante estos días de José Antonio Rekondo, militante de EA, ex alcalde de Hernani, de Iñaki Arratibel, actual concejal de Eusko Alkartasuna, y de Estefanía Morcillo, José Ramón Chica y José Perez, concejales socialistas a los que conozco desde hace muchos años y de la concejal del Partido Popular a la que no creo conocer, pero respeto profundamente por ser concejal, precisamente allí, en Hernani.

Para hablar de las dos miradas más antagónicas sobre el País Vasco, Pio Baroja recurrió al tamaño de la Chapela. Los chapelaundis y los chapelchikis. Los de la boina grande para expresar la amplitud de miras. La boina pequeña para simbolizar a integristas, carlistas, paleonacionalistas y demás gente aborrecedora del pensamiento libre de sus convecinos. El Mementum catastroficum de Pio Baroja es un monumento al pensamiento libre, al sentido del humor con un punto de ternura con los localismos euskaldunes.

Yo, cuando pienso para mí, cosas de la libertad vasca, suelo imaginar más bien la anchura de las calles. Bilbao tiene calles mucho más anchas que las de Hernani, y más anchas que las de San Sebastián. Algunas de París son más anchas, pero me parecen un poco un placer prohibido. Y está la “grandeur” que yo no sé si tiene que ver en lo profundo con los verdaderos chapelaundis.

No quiero distraerme. Lo cierto es que Bilbao me gusta cada vez más. Xabier Garmendia me comentaba hace pocos días que ahora, tan reluciente, Bilbao parecía San Sebastián y yo le dije que no. Que a lo mejor Bilbao no le parece el Bilbao de su juventud, que es otra cosa.

Las calles anchas que miraba con admiración cuando conocí esta ciudad están donde solían, pero parecen más anchas, por toda la regeneración urbanística y de ocio y tiempo libre de la zona del Gughenheim. A mí, me parece que parte de esa zona es muy del siglo XXI, como de parque temático posmoderno. Pero hay que decir que la zona del centro, la de las calles anchas, que es lo que me gustó cuando era una adolescente, luce mucho más ahora por el contexto y por la limpieza de las fachadas.

Bilbao no es perfecto, sin embargo, queridos amigos, queridas amigas, vascos y vascas, hacen falta más cabezas que se acomoden a la medida de las calles anchas que me gustan tanto a mí, o de las chapelas grandes que le gustaban a Baroja, tanto da. Lo comento porque cuando vengo a las manifestaciones de Gesto Por la Paz, las calles están más anchas que los compromisos y las cabezas de muchos bilbaínos por la libertad. Pero al menos tienen las calles. Hernani está constreñido y envuelto en ceniza, pintadas y odio en muchas cabezas estrechas.

No puedo terminar sin expresar lo que me resulta más emocionante. Aunque por dentro me he sentido siempre muy libre, no poseo una valentía especial. La fuerza la tiene Pilar, la tenía Joxeba con una nobleza de espíritu que he conocido en pocas personas. Ellos son los espejos donde suelo procurar mirar, con mayor o menor fortuna, si he de ser sincera.

Gracias por tanto, a mi familia y a los amigos. Por la libertad, por la amistad, por el buen humor, brindemos en cuanto sea posible y tanto como nos permitan los análisis clínicos y el decoro socoial. Un beso.

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