Todo se pega
Santiago González
El sábado, 16 de febrero de 1991, la Mesa de Ajuria Enea convocó en San Sebastián una manifestación multitudinaria en defensa del trazado oficial de la autovía de Leizarán. A muchos de los asistentes todavía les queda un resto de estupor den la cara cuando ese mismo año, el diputado general de Guipúzcoa, el peneuvista Eli Galdos, recibió el apoyo del PSE-PSOE para negociar con la asociación Lurraldea un trazado de síntesis entre el que proponían las instituciones y las objeciones de ETA. El secretario general de Lurraldea, un antiguo concejal batasuno, aplicó aquel know-how de las obras públicas a los caminos hacia la paz, al frente de Elkarri. Desde hace unos años, Jonan ha encontrado el verdadero camino, camino verde que va a la ermita como asesor del lehendakari Ibarretxe, junto a monseñor Setién y algunas celebridades del ámbito local.
Las declaraciones de Miguel Sanz al Diario de Navarra, mostrándose dispuesto a negociar el apoyo de sus dos diputados a los presupuestos del Estado han debido de llevar parecido estupor a las decenas de miles de manifestantes que el 17 de marzo de 2007 llenaron las calles de Pamplona tras una pancarta en la que podía leerse: “Fuero y libertad. Navarra no es negociable”. Cien mil personas, según los convocantes, algunas decenas de miles menos, según el Gobierno, salieron a la calle convocados por el PP y su varietal navarra para evitar un peligro que entonces parecía muy cierto: que Zapatero estuviese negociando el futuro de Navarra en aquel despropósito que fue bautizado como “el proceso de paz”.
En la entrevista que Esther Esteban hizo al presidente en esta páginas, Zapatero recordaba aquella manifestación para descalificar el alarmismo: “Se dijo que íbamos a entregar Navarra a ETA y lo que pasa es que gobierna la UPN, ¡así es la vida!"
Ciertamente la derecha tiene alguna querencia profética que, a veces, la lleva a enfrascarse en cábalas y augurios, pero hay que decir que en aquella ocasión había señales más que sobradas para la desconfianza. El propio presidente la abonó con declaraciones, como las que le hizo a Carles Francino en una entrevista en la SER el 18 de abril de 2006, apenas un mes después de entrada en vigor la tregua de ETA. El periodista preguntó si de la tregua podría resultar algún cambio en el status jurídico-político de Navarra. Zapatero empleó exactamente 395 palabras, unos dos minutos de discurso para subirse al guindo y no responder a lo que se le preguntaba. No pronunció una sola vez la palabra 'Navarra' y se refirió en ocho ocasiones a Euskadi. El entonces secretario de Organización del PSOE escribía en su blog el 18 de junio de 2007: “En todo caso, UPN no gobernará en Navarra con los votos ni con la abstención de los socialistas”. Fue la ruptura de la tregua de ETA lo que trastocó los planes socialistas.
“Pero el voto no sería gratis”, ha explicado Sanz, como un nacionalista más en esta subasta de favores, inversiones e infraestructuras en que se ha convertido la política española. Todo se pega. Como si el precio redimiera la fechoría. El Código Penal considera circunstancia agravante de cualquier delito la existencia de precio, recompensa o promesa. Sanz está dispuesto a aprobar unos presupuestos cuyas líneas generales no conoce. Sus dos diputados dejan al PSOE como estaba: no le basta sumar al PNV, ni a ERC-IU por separado. Lo único que puede vender Sanz es una cuña en el PP. Si le pagan, claro, que no están los tiempos como para deshonrarse por amor. Que sea por dinero o, al menos, por un programa en televisión.
Las declaraciones de Miguel Sanz al Diario de Navarra, mostrándose dispuesto a negociar el apoyo de sus dos diputados a los presupuestos del Estado han debido de llevar parecido estupor a las decenas de miles de manifestantes que el 17 de marzo de 2007 llenaron las calles de Pamplona tras una pancarta en la que podía leerse: “Fuero y libertad. Navarra no es negociable”. Cien mil personas, según los convocantes, algunas decenas de miles menos, según el Gobierno, salieron a la calle convocados por el PP y su varietal navarra para evitar un peligro que entonces parecía muy cierto: que Zapatero estuviese negociando el futuro de Navarra en aquel despropósito que fue bautizado como “el proceso de paz”.
En la entrevista que Esther Esteban hizo al presidente en esta páginas, Zapatero recordaba aquella manifestación para descalificar el alarmismo: “Se dijo que íbamos a entregar Navarra a ETA y lo que pasa es que gobierna la UPN, ¡así es la vida!"
Ciertamente la derecha tiene alguna querencia profética que, a veces, la lleva a enfrascarse en cábalas y augurios, pero hay que decir que en aquella ocasión había señales más que sobradas para la desconfianza. El propio presidente la abonó con declaraciones, como las que le hizo a Carles Francino en una entrevista en la SER el 18 de abril de 2006, apenas un mes después de entrada en vigor la tregua de ETA. El periodista preguntó si de la tregua podría resultar algún cambio en el status jurídico-político de Navarra. Zapatero empleó exactamente 395 palabras, unos dos minutos de discurso para subirse al guindo y no responder a lo que se le preguntaba. No pronunció una sola vez la palabra 'Navarra' y se refirió en ocho ocasiones a Euskadi. El entonces secretario de Organización del PSOE escribía en su blog el 18 de junio de 2007: “En todo caso, UPN no gobernará en Navarra con los votos ni con la abstención de los socialistas”. Fue la ruptura de la tregua de ETA lo que trastocó los planes socialistas.
“Pero el voto no sería gratis”, ha explicado Sanz, como un nacionalista más en esta subasta de favores, inversiones e infraestructuras en que se ha convertido la política española. Todo se pega. Como si el precio redimiera la fechoría. El Código Penal considera circunstancia agravante de cualquier delito la existencia de precio, recompensa o promesa. Sanz está dispuesto a aprobar unos presupuestos cuyas líneas generales no conoce. Sus dos diputados dejan al PSOE como estaba: no le basta sumar al PNV, ni a ERC-IU por separado. Lo único que puede vender Sanz es una cuña en el PP. Si le pagan, claro, que no están los tiempos como para deshonrarse por amor. Que sea por dinero o, al menos, por un programa en televisión.
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