05 mayo 2010

La visita

Santiago González

Los precedentes no son como para echar cohetes. Las nueve ocasiones en las que el jefe de la oposición ha sido llamado a La Moncloa han seguido el mismo protocolo, o, por decirlo con un tópico actual, la misma hoja de ruta. Llegaba Rajoy, se hacían la foto y la viceprimera lo despedía con uno de sus maliciosos torniscones.

Resumen de lo actuado en los últimos seis años: Rajoy no arrima el hombro. No es una metáfora adecuada. En sus dos primeras visitas, 24 de mayo y 7 de septiembre de 2004, hizo aportaciones razonablemente críticas sobre las reformas estatutarias: recordó a Zapatero que esa era una cuestión de Estado, la necesidad del consenso y que los límites eran los de la Constitución. Mire vuesa merced que son molinos, pero Zapatero consideraba que la España plural y diversa estaría más unida que nunca. No hay más que buscar en Google declaraciones de Montilla para comprobarlo.

A la última reunión mantenida hasta hoy, el 11 de noviembre de 2008 en el Congreso, Rajoy entregó al presidente una propuesta con medidas económicas. Diez meses más tarde, el 9 de septiembre de 2009, le prometió convocarle para hablar de economía. Y hasta hoy.

Ha perdido grandes ocasiones para hacer algo que la gravedad de la crisis pedía a gritos: un gran pacto de Estado por la economía, por la austeridad en las administraciones públicas, supresión de carteras y consejerías inútiles, una reforma laboral. Como el que supieron hacer en 1977 unos políticos novatos en democracia: unos porque venían del franquismo y otros de la clandestinidad. O el que han puesto en marcha nuestros vecinos, “los pobres portugueses”, como decía con su ironía característica el inolvidable Felipe Mellizo en sus telediarios.

Han pasado siete meses desde que prometió citar a Rajoy, pero la agenda de un presidente europeo no es una página en blanco y, además, nunca es tarde si la dicha es buena. Por otra parte, el presidente parece convencido de que su misión frente a la crisis es irradiar optimismo. En una lamentable digestión de la teoría de las expectativas, considera que él puede modificar las expectativas de los agentes sociales y predisponerles para la recuperación, de la que ya se encargarán terceros. Debería reflexionar sobre el hecho de que su comparecencia de ayer denunciando especulaciones y rumores, y expresando su confianza en la economía española, iba acompañada del desplome de la Bolsa, hasta un 5,41%. Con toda seguridad, fue un ataque perverso, pero la cuestión es por qué estos movimientos no cuajan en la bolsa alemana o la francesa. ¿La credibilidad, quizá?

Mientras, el pobre Rajoy (© F. Mellizo) está condenado a no acertar: por no arrimar el hombro, o porque, si lo arrima, está empujando para despeñarnos. El mensaje de Zapatero va a ser muy simple, cuatro palabras nada más: Mariano, tú la llevas.

No hay comentarios: