La señorita Trini
Santiago González
Después de tan largo silencio, Alfonso Guerra podría haber elaborado algo más sus primeras declaraciones. Veamos: “Ganó el señor Gómez y los que le apoyaban y no ganó la señorita Trini y los que la apoyaban”. Una apreciación correcta del fondo de las cosas, deslucida por unas formas impresentables.
Llama la atención la asimetría. ¿Es la soltería lo que determina el tratamiento? ¿Por qué el primero es Gómez y la segunda Trini? Cierto que los partidarios de Jiménez no estuvieron finos con el eslogan “Trini Puede”, aunque nada justifica ese despectivo ‘señorita Trini’. Nadie llamaba ‘señorito Pedro’ al señor Zerolo mientras era célibe. Nadie se atrevería a llamar ‘señorita Tere’ a la vicepresidenta De la Vega.
Las mujeres socialistas han acusado la injuria y han respondido adecuadamente. O casi; estuvo oscura la ministra Corredor al decir que las palabras de Guerra recuerdan a la Enciclopedia Álvarez. Todos los idiomas tienen estas reminiscencias del pasado, antiguallas: mistress, miss; madame, mademoiselle; frau, fräulein; signora; signorina y así sucesivamente, pero después solía ir el apellido, no un hipocorístico.
Alfonso Guerra debe de creer que el insulto está redimido por el amparo literario. De ahí que su especialidad sea la injuria culta y polisémica. Sabe que sus correligionarios andan justitos de lecturas y acertarán a quedarse con lo gordo: A la que fue ministra de Cultura de UCD, Soledad Becerril, la motejó de “Carlos II vestido de Mariquita Pérez”. A Rajoy lo tachó de ‘mariposón’ en Rodiezmo (31-08-2003) con palabras del aria de Fígaro escritas por Lorenzo da Ponte en su libreto para ‘Las bodas de Fígaro’, de Mozart: “No irás más, mariposón (farfallone) amoroso,
día y noche rondando alrededor
de las bellas…”
Nadie protestó entonces en las filas del PSOE: Alfonso era de los nuestros y el agredido les era ajeno. Zapatero celebró el chiste con carcajadas. El señor Zerolo no protestó, pero es que tampoco hace grandes protestas cuando a los homosexuales iraníes les cuelgan de una grúa. Ni hubo protestas entre el feminismo oficial por las ofensas a las mujeres policía de Melilla.
Guerra presumía de haber visto 23 veces ‘Muerte en Venecia’, por oír el cuarto movimiento de la quinta sinfonía de Mahler, con lo barato que le resultaba comprarse el disco y ahorrarse el empalagoso manierismo de Visconti. Probablemente en esta ocasión se creía Strindberg, por ‘la señorita Julia’, pero quedaba mucho más cerca del casticismo alcanforado de Arniches y la zarzuela madrileña, quizá con aromas de Paco Martínez Soria: “la señá Paca, la señorita Trini”. Da la impresión de que hace pagar a la señora Jiménez las cuentas que no se atrevió a exigir a Zapatero en aquella sesión del Congreso en que él y sus 40 votaron pastueñamente un Estatut que consideraban un desastre. Su ajuste de cuentas parece ahora muy pequeño y cabe reprocharle lo mismo que Caracol, el del Bulto, a la locomotora que había venido renqueante hasta Madrid a través de Sierra Morena, cuando soltó a su paso la última vaharada, ya en el andén de Atocha: “¿ahora me vas a venir con un roneo de vapor? ¡Esos cojones, en Despeñaperros!”
1 comentario:
Dice el amigo del Sr. Abadía que hay que echar democráticamente (guillotinar virtualmente) a Zapatero y a otros cuantos. Me parece que el Sr. Guerra debería entrar en la lista, por fullero y revenido. Los partidos socialdemócratas que dominan el cartel electoral deberían limpiarse a fondo. Pero a ver quien es el Hércules que se pone a ello, porque esto está más sucio que las cuadras de Augias... No sé yo si Rosa 10 dará la talla.
Publicar un comentario