19 julio 2008



Referéndum, consulta, encuesta



Santiago González

Es un titán. Hay algo en la determinación de Ibarretxe que produce un sentimiento a medio camino entre la admiración y el pasmo. En tiempos pasados habría sido un héroe de tragedia, que es el formato en que los acontecimientos se estrenan en la historia, según el célebre aforismo de Marx en ‘El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte’. Y la tragedia consiste, según nos dejó escrito Julio Caro Baroja “en una falta de adaptación total al tiempo y al espacio en que se vive”. Quizá por eso, el lehendakari es un personaje que está a medio camino entre el mito de Sísifo y el personaje de Paco Martínez Soria en ‘Don Erre que Erre’. Con este último le emparenta una noble tenacidad, pero tan extrema que roza la nobleza baturra, dicho sea sin ánimo de ofender.

Más evidentes son las conexiones con el mito de Sísifo, que después de mosquear a los dioses con trucos y engaños, fue condenado a subir una piedra de forma imprecisa, pero de gran tamaño, ladera arriba de un monte. Una vez en la cima, la piedra rodaba ladera abajo hasta el valle y vuelta a empezar. Poco nos han dicho nuestros antropólogos sobre la cuestión, pero Sísifo fue el primer campeón de levantamiento de piedras de la Antigua Grecia, el primer harrijasotzaile en nuestros 7.000 años de historia. Ni siquiera tenemos datos fehacientes sobre el pedrusco. ¿Era la cúbica o la redonda? No lo sabemos, aunque la acreditada capacidad vengativa de los dioses inclina a pensar que muy probablemente se tratara de la segunda, dada su mejor disposición a rodar cuesta abajo.

El problema de Ibarretxe es que no ha sabido evaluar correctamente la situación. Desde el 27 de septiembre de 2002, fecha en la que anunció en el Parlamento vasco el plan que lleva su nombre, no ha parado de insistir en el mismo asunto con levísimas variaciones. Su partido le debía una victoria electoral en aquellas autonómicas de 2001 en las que todos esperaban la derrota. Incluso el incombustible Arzalluz, que había llegado a cantar la gallina en el mitin de cierre de campaña: “y si los resultados no son justos, que no lo van a ser…” El caso es que llevamos seis años durante los cuales el partido-guía ha secundado sus quimeras, le ha visto jubilar a dos presidentes del EBB y empecinarse en unos objetivos soberanistas llamados a estrellarse una y otra vez. En el Congreso de los Diputados el 2 de febrero de 2005 y el pasado jueves, cuando el Tribunal Constitucional admitió el recurso del Gobierno en aplicación del artículo 161 de la Constitución, lo que paraliza con carácter cautelar la Ley de Consulta aprobada por el Parlamento vasco el pasado 27 de junio.

Una de las leyendas urbanas que los ciudadanos vascos hacen circular de boca a oreja es, desde hace seis años, el malestar que respecto a los planes de Ibarretxe expresan en privado dirigentes cualificados de su partido. La única discrepancia que ha llegado a alcanzar la letra impresa ha sido la del alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, que ha expresado tres quejas muy razonables y bien fundamentadas en una entrevista publicada en El Correo esta semana. Desde los principios: “meterse en un referéndum con muertos encima de la mesa es una barbaridad”; desde la estrategia: el PNV debe recuperar la centralidad que siempre había tenido, “los soberanistas han creído que iban a resolver las cosas con cuatro órdagos, y en política con cuatro órdagos no se hace nada, y desde la táctica: “mira, chico, si te das tres veces contra la pared, pues dale la vuelta a la pared y no vayas la cuarta. Por lo tanto, si el Gobierno central recurre la consulta, se acabó, vete por otro camino”.

Pese a que la oratoria de Azkuna es de amplio espectro, fácilmente comprensible, no parece tener muchos adeptos en su partido. No se trata ya de las escasamente razonables analogías del lehenadakari entre la admisión del recurso por parte del Tribunal Constitucional y el despotismo ilustrado, sino de la incapacidad de entender la función del citado tribunal como árbitro que debe velar por la aplicación de las reglas del juego.

Hay, también, un cálculo electoral en el rebote de Ibarretxe contra el presidente del Gobierno, a cuya “decisión personal” hace responsable de la suspensión cautelar de lo que él llama ‘la consulta’, que es, a todos los efectos, lo que la Constitución considera “referéndum consultivo”. Ibarretxe no comprende qué hay de malo en ello. ¿Preguntar es ofender?, preguntaba cautelarmente un tipo a una moza y, cuando ésta le respondía que “en modo alguno”, replicaba: “¿Por un casual es usted puta?” Los jelkides que rezongan inquietudes, deberían hacer uso de su capacidad de persuasión para convencer a Ibarretxe de que encargue a su Gabinete de Prospecciones Sociológicas una encuesta sobre el tema. Es mucho más barata y no causa estropicios en la convivencia.


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