23 julio 2008



Once meses tras las huellas de Arkaitz

Santiago González

El ministro del Interior no da puntada sin hilo. Por eso sonaron algo raras sus palabras del domingo a mediodía, mientras hacían explosión cuatro artefactos en las localidades cántabras de Laredo y Noja: “Cada vez transcurre menos tiempo desde el día en que un malhechor de ETA pone una bomba y su ingreso en prisión”. Faltaban 36 horas para que diera comienzo la operación de la Guardia Civil en que fue prácticamente desmantelado el comando terrorista más activo, el que, al parecer, ha cometido la mayor parte de los atentados desde que la organización rompió oficialmente la tregua el 5 de junio de 2007.

Era, con toda probabilidad, una profecía autocumplida, por más que los dos liberados que montaron el comando, hayan desarrollado un periodo de activismo más largo que el de algunos antecesores suyos. La Guardia Civil llevaba once meses tras las huellas de Arkaitz Goikoetxea y Jurdan Martitegi, -el segundo de los cuales no ha sido detenido,-desde que el 24 de agosto de 2007 colocaron un coche-bomba contra la casa-cuartel de la Guardia Civil de Durango. Desde entonces, repitieron en dos ocasiones los ataques a dicho cuerpo mediante coches bomba: el 21 de marzo pasado, contra el cuartel de Calahorra, y el 14 de mayo contra el de Legutiano, en el atentado que costó la vida al guardia Manuel Piñuel.

Hay un dato sorprendente: el hecho de que Arkaitz Goikoetxea fuera detenido en el mismo piso de la bilbaína calle de Iturribide en el que fue detenida Aitziber Sagarminaga el 12w de noviembre de 2004, la antevíspera del ya famosa propuesta de Otegi en Anoeta. Este detalle y el hecho de que la dueña del piso, también detenida ayer, fuese la novia de un dirigente batasuno, permite hacerse una idea bastante acabada del estado de la cuestión dentro de la organización terrorista, aunque no estén todos los que son y siempre pueda temerse un atentado de respuesta.

La operación de la Guardia Civil fue perfecta, ejemplar y es un golpe duro para ETA. Debilita su estructura y seguramente nos ahorra la continuidad de la campaña de bombas en las playas, a juzgar por los mapas que le fueron ocupados a Goikoetxea.

Ningún partido nacionalista le ha sacado defectos y con eso está dicho casi todo. Ni la portavoz de Ibarretxe, ni el portavoz de Madrazo, dicho sea sin ánimo de señalar. A falta de que el consejero de Justicia ponga algunas pegas a la operación, Aralar ha pedido al Gobierno que respete los derechos y la integridad de los detenidos y ha aprovechado el viaje para exigirle que "derogue tanto las leyes como la jurisdicción de excepción, que son estructuras que no concuerdan con los principios democráticos". O sea, la Ley de Partidos y la Audiencia Nacional.

El presidente de la organización vizcaína del PNV (Bizkai Buru Batzar) Andoni Ortuzar, expresó sin complejos su “satisfacción” por la detención de unas “personas que cometen atentados y traen mucho sufrimiento al país”. También dijo que “ETA es el mayor freno que tiene el nacionalismo vasco para conseguir avanzar en las cotas de autogobierno” y es aquí donde su capacidad descriptiva comienza a hacer aguas. El último avance en las cotas de autogobierno que ha encabezado briosamente su partido ha sido posible, gracias, justamente, al voto del desdén que la marca de Batasuna PCTV-EHAK dejó caer como un salivazo doblemente decisivo sobre la ‘Ley de la Consulta’ de Ibarretxe. Fue la marca de la infamia al mismo tiempo que el voto necesario para que el proyecto fuese aprobado en el Parlamento vasco e Ibarretxe de un paso más hacia el desastre. O hacia el ridículo.


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