21 noviembre 2008

20-N, memoria y desvarío

Santiago González

Sostuvo Zapatero el 20-N que Franco está “enterrado en lo más profundo de la memoria colectiva (…) la mayoría de los españoles ya ni nos acordamos de lo que representa el 20 de noviembre como el día en el que murió el dictador Franco, y quienes así lo recuerdan pertenecen a un sector marginal y testimonial de la sociedad”.

¿Marginal? ¿Testimonial? Ayer mismo, los intelectuales y artistas se dieron cita en el Círculo de Bellas Artes para promover un manifiesto de apoyo al juez Garzón. En aquel acto, Cristina Almeida sostuvo que su auto de inhibición “debería convertirse en un anexo de la Constitución española”, al tiempo que expresaba los deseos que le entran de quemar una estantería de libros cuando ve en El Corte Inglés la obra de historiadores como César Vidal: “Estamos ante una fosa común de lo peor de la historia”.

El mismo 20-N, Gaspar Llamazares, el increíble hombre menguante de la política española, anunció su intención de presentar una proposición no de ley para que los juzgados continúen con la obra puesta en marcha por Baltasar Garzón. Increíble contrasentido, tal como apuntó ayer la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña: "Si los autores [de los crímenes] están muertos para Madrid, también lo estarán para Barcelona, Tarragona, Lleida o Girona". La misma causa que obligó a Garzón a inhibirse llevará a idéntica actitud a los juzgados territoriales. La Ley de la Memoria no autoriza a juzgar a Franco, tan desmejorado en estos 33 años.

En el mismo día, y tampoco por casualidad, Esquerra Republicana y los Foros de la Memoria pretenden revisar una Ley de Memoria que les parece insuficiente. El representante de los Foros, José Mª Pedreño, anunció que la democracia seguirá siendo muy imperfecta mientras siga vigente “el franquismo ideológico”: “Franco murió en la cama, lo hizo de risa y sus carcajadas aún se oyen”. Es lo que tiene la memoria histórica, ese oxímoron que sintetiza la historia, narración desapasionada y objetiva, y la memoria, el relato subjetivo de unos hechos tal como los vivimos y recordamos.

Quienes seguimos con avidez los partes del equipo médico habitual y recordamos la larguísima agonía de El Pardo, solo podemos entender la frase de Pedreño, si era muy niño entonces y tiene prestada la memoria de los casi dos meses que pasaron entre los fusilamientos del 27 de septiembre y el 20 de noviembre en que aquel equipo médico certificó su defunción. Si tenía edad para tener recuerdos estamos ante la persona más incompetente para presidir unos foros llamados “de la Memoria”.

Probablemente, muchos de los congregados ayer en el Círculo de Bellas Artes no sepan que unos metros bajo sus pies, en el sótano del edificio, se creó el 4 de agosto de 1936 la checa de Bellas Artes, también llamada de Fomento, porque el 25 de octubre fue trasladada al número 9 de la calle de Fomento. El Comité Provincial de Investigación Pública, que tal era su nombre, constaba de 30 miembros, propuestos por los partidos que integraban el Frente Popular. Sus seis tribunales decidían sumariamente sobre las vidas y las muertes de los detenidos.

¿Sector marginal y testimonial, dice Zapatero? Ninguno de los reunidos pensó que la democracia debería acoger con idéntica piedad a las víctimas de la España franquista que a los desgraciados que salían de Bellas Artes con la palabra ‘libertad’, seguida de un punto en la sentencia, para ser llevados en coche hasta las tapias del cementerio del Este. Lo malo de seleccionar sólo un bando de las víctimas, es que se elige también un bando de verdugos.

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