08 noviembre 2008

Una campaña de negros

Santiago González

Admirable lehendakari, permítame que excepcionalmente vuelva al género epistolar para hacerle algunas consideraciones sobre la intensidad con que Euskadi ha vivido las elecciones que han llevado a Obama hasta la Casa Blanca. Salvando lo del tamaño, (que no lo es todo) no había razón para que EEUU no fueran nuestro modelo. O nosotros un modelo para ellos. Al fin y al cabo, América tiene sus orígenes a la vuelta de la esquina. ¿Qué son los 232 años transcurridos desde su Declaración de Independencia comparados con nuestros 7.000 años de existencia como pueblo? Es verdad que aún no hemos conseguido nuestra independencia, pero es indudable que empezamos a reivindicarla antes.

He seguido con mucho interés su reciente encuentro con los empresarios vascos, en el estilo del que su contrincante, Patxi López, mantuvo en Bilbao hace mes y medio. Mucho nombre repetido en ambos actos. Es normal. En un país que bajo su dirección aspira a la soberanía compartida, es muy lógico que los agentes sociales también estén sujetos a fidelidades compartidas.

Me llamó mucho la atención su reivindicación de Obama entre tan distinguida concurrencia. Los empresarios vascos debieron de quedarse muy sorprendidos al enterarse por sus labios de que el “Yes, we can, fue inventado por la sociedad vasca hace muchos años, ya que es una traducción de ‘querer es poder’. En los 300 años (sic) que llevo en Euskadi siempre he oído esa expresión”.

Es impresionante lo suyo, lehendakari. También lo de los empresarios, a los que imagino haciendo gala de una contención gestual digna de los legionarios romanos que están junto a Pilatos y su amigo ‘Pijus Magníficus’ en ‘La vida de Brian’. En todo caso, lo de los 300 años es muy compatible con la posibilidad de que el 4 de julio de 1776 en el que Thomas Jefferson redactó la Declaración de Independencia para las 13 colonias que pasaron a llamarse Estados Unidos, ya hubiera pastores vascos apacentando sus ovejas por las praderas de Idaho.

Pero va a ser que no. Ni usted lleva 300 años en Euskadi, por muy largo que se le haga, ni ‘Yes, we can’ fue inventado por la sociedad vasca, ni significa ‘querer es poder’, expresión que difícilmente ha podido ser una locución de uso común en euskera. El juego de los infinitivos en ‘er’ sugiere un origen castellano de la expresión. Tal vez usted recuerde que su partido, ya con usted de lehendakari, hizo una campaña con el lema “Queremos. Podemos”. Nahi dugu. Ahal dugu, creo recordar, pero, si me perdona el apunte, el estribillo del himno del Logroñés lo dice desde antes: “¡Aúpa, aúpa el Logroñés, chuta, que chuta, que chuta! ¡Aúpa, aúpa el Logroñés, aúpa, querer es poder!”

Permítame decirle, además, que ambas expresiones no sólo no quieren decir lo mismo, sino que son antitéticas en su espíritu, si usted trata de dotar de significado político ese ‘querer es poder’, más allá de una amable apelación a la fuerza de la voluntad. Trataré de explicárselo: “Yes, we can”, (Sí, podemos) es un eslogan que presupone la aceptación de las reglas del juego. No parece casual que su Constitución sea la primera del mundo que pone el acento en los derechos del individuo y deposita la soberanía en el conjunto de los ciudadanos y no en un monarca. Mientras, aquí aún echamos de menos el Antiguo Régimen y el Pacto con la Corona de cuando el esplendor foral.

Aquel eslogan hubiera sido correcto con sólo invertir el orden de sus términos: “Podemos. Queremos”. El primero anteponía nuestros deseos a la Ley. El segundo, los somete. Montesquieu ya había sentenciado esto en ‘Del espíritu de las leyes’, escrito muy pocos años después de que usted habitara entre nosotros: “La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esta facultad.”

Se cae de su propio peso, pero si no le basta, contrástelo con su experiencia. Usted quería organizar una consulta, o eso nos pareció a la mayoría, pero no ha podido. Esa ha sido desde sus orígenes, la función de las leyes, lehendakari: encauzar nuestros deseos y, ocasionalmente, contenerlos. Tengo entendido que Patxi López brindó ayer en el Parlamento por la victoria de Obama, como si fuera su hermano americano. Para su consuelo, lo hizo con ‘txakoli’ y tampoco él es Montesquieu, aunque aquí muy bien podría pasar por catedrático de Derecho Constitucional. Yo creo que en las próximas autonómicas, deberían competir por ver quién de ustedes nos parece más negro. Uy, perdón, quise decir ‘afroamericano’.

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