03 noviembre 2008

Euskadi: patria y paraíso ¿fiscal?

Santiago González

El presidente del PNV se hallaba reunido en Vitoria con los participantes en la tarea de definir la estrategia nacionalista para los tiempos venideros a la misma hora en que el encargado de la llamada telefoneó a la DYA para anunciar el coche bomba que habría de hacer explosión una hora más tarde en la Universidad de Navarra.

Eran las dos caras de una realidad. No era la primera vez que una acción terrorista ‘tapaba’, informativamente hablando, un acto político de cierta relevancia organizado por el nacionalismo incruento. La coincidencia con el primer paso para la fusión de la BBK y la Kutxa también contribuyó a eclipsar un discurso muy notable desde el título.

La ponencia leída por el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, llevaba por título “Euskadi: patria y paraíso” y luego bajaba de lo simbólico a lo descriptivo, iba del corazón a los asuntos para explicar vagamente el contenido: “Identidad, cohesión y bienestar en un mundo abierto”. La ponencia y su correlato temporal de la bomba también habrían permitido titular el texto ‘El tormento y el éxtasis’, gran película de Carol Reed sobre las broncas de Miguel Ángel y el Papa Julio II a propósito de la Capilla Sixtina.

Euskadi, patria y paraíso, esperemos que fiscal. Suena bien y permite desarrollos muy gratificantes. ‘Euskadi es la patria de los vascos’, según el gran hallazgo de Sabino, aunque ya sabíamos que patria y paraíso son sinónimos en vasco. Juan Bautista de Erro publicó en 1815 ‘El mundo primitivo’: “este idioma primitivo creado por Dios y hablado en el Paraíso fue el euskera, mantenido tras la confusión de las lenguas en Babel, salvado del diluvio universal por Noé y traído al País Vasco por Túbal…” Patria, paraíso y nación, en una sola obra. Sólo faltaba ponerle el nombre. Lástima que la lengua de Adán sea reivindicada también para el gaélico, el gótico, el flamenco, el sueco y el hebreo.

La intervención de Iñigo Urkullu fue un totum revolutum en el que definió el Concierto Económico como “el cauce por el que discurre el potencial de Estado vasco”. Gracias a ese potencial, se han asumido competencias y se han adelantado inversiones, hemos puesto en marcha ETB por la brava, la Ertzaintza, el TAV, las oficinas vascas en el mundo y tantas otras cosas, en una exaltación predemocrática de la política de hechos consumados.

El Concierto será el cauce, pero la acequia por la que distraemos el agua para regar tantos jardines, -el último, las prejubilaciones de la Ertzaintza,- se llama Cupo. El Concierto es una simetría fiscal y no tiene por qué constituir un privilegio. El truco está en el Cupo y en el cálculo del índice que se viene aplicando desde la restauración del Concierto. Gracias al cupo, “Euskadi paga al Estado la mitad de lo que debería”, dijo hace una semana en Bilbao Angel de la Fuente, subdirector de Estudios Financieros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Y si tenemos un Concierto Económico, lo adecuado será dotarnos ahora de un Concierto político que defina la bilateralidad de nuestras relaciones con el Estado, “un sistema de garantía recíproca”, aunque por muchas veces que se lea el papel no hay una sola muestra en el discurso de lo que Urkullu entiende por ‘reciprocidad’. La nueva relación será “un pase foral en positivo”. La esencia del pase foral, “se obedece, pero no se cumple” es un oxímoron solo comprensible en el Antiguo Régimen. ¿Qué quiere decir “en positivo”, se obedece, pero se cumple? Si entendemos que la formulación clásica del pase es en negativo, tal vez habría que invertir los términos de la proposición: no se obedece, pero se cumple. Aquí, deberían tener cuidado, que el Gobierno de Madrid es también un artista del relativismo y puede que le interese más la adversativa que ninguna otra cosa: ‘pero se cumple’.

Anunció el presidente que el Partido guía sabrá leer los cambios sociales y actuar en consecuencia: Lucha contra la crisis, derecho a decidir, Think gaur, el evangelio de la globalidad explicado a los jóvenes, la búsqueda de la paz y el rechazo de la Ley de Partidos. “Hace 30 años supimos anticipar la importancia de Europa para nuestro futuro”, dijo, cargándose de razones. ¿Se acuerdan de la 13ª estrella que reclamaban entonces? Se ha duplicado el número de las que había en la constelación europea, sin que ninguna de ellas se llame Euskadi o Euskal Herria. Un cocido de tres vuelcos para “un nuevo tiempo en el que todo sea posible”, un eslogan que es incompatible con el Estado de derecho. Todo no es, ni puede ser posible. La función de la Ley es precisamente limitar nuestros deseos. Ese es nuestro cauce, no el Concierto.




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