Jurar por duplicado
Santiago González
La tradición, en contra de lo que cree el pueblo llano, ya no es cosa que requiera el paso y el poso de los siglos sobre la costumbre. El efecto paso del tiempo se consigue desde hace mucho con técnicas artesanales. Esto ya lo sabía el nacionalista Juan de Ajuriaguerra en 1936, cuando escribió la fórmula de juramento que dio en llamarse tradicional. El burukide de Otxandio escribió un texto que ya era antiguo cuando lo leyó por vez primera el primer lehendakari del Gobierno Vasco, el 7 de octubre de 1936. La sintaxis y el lenguaje produjeron en la fórmula el mismo efecto que el betún de Judea para dar aspecto de arcón centenario al mueble que nos hizo el carpintero del barrio.
“Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca, bajo el árbol de Guernica, con el recuerdo de los antepasados, juro desempeñar fielmente mi mandato”. Cualquiera que lo lea creerá que es una transcripción del fuero viejo de Vizcaya y que así juraban los lehendakaris en la Edad Media.
El segundo lehendakari de nuestra historia, Carlos Garaikoetxea, recuperó la tradición en 1980, aunque debió de darle apuro un texto comprometido con Dios, la tierra, un árbol y los muertos, y lo matizó en 1984 con una invocación postiza que escribió Gorka Knörr: “ante vosotros, representantes del pueblo”. La fórmula usada ayer por Patxi López procede del ajuriaguerrismo, enriquecida por el gorkaknörismo y otras aportaciones posteriores, que, con buen criterio, suprimieron la humillación ante Dios, introdujeron una referencia a la Ley, y cambiaron “representantes del pueblo” por “representantes de la ciudadanía vasca”.
El acto contó con la dirección artística de José Ibarrola, o sea que estuvo bien. Cambió el txistu por el oboe, y el crucifijo y la biblia por un Estatuto encuadernado para la ocasión, pero no se rompió nada más. Se mantuvo la curiosa costumbre de jurar (o prometer) por duplicado, aunque se cambió el orden: la primera vez en el interior de la Casa de Juntas, ante los parlamentarios. La segunda, bajo el roble, en la calle.
Éste es un pueblo de tradición muy juradera: aquí se hacía jurar a los Fueros los Reyes de Castilla y los aborígenes no paraban de jurar. El primer documento del nacionalismo, un discurso de Arana tras una cena en Begoña en 1893, se llama ‘el juramento de Larrazábal’. Las encendidas invocaciones a Dios del texto de Sabino no fueron del agrado de todos los comensales. Uno de ellos, Ramón de la Sota, dijo: “Dejémosle a Dios, que está muy alto para que se ocupe de nosotros”. Dos veces juró nuestro primer lehendakari, Aguirre, como se ha contado ya, dos veces juraron los demás y dos ha prometido Patxi López.
No hubo aplausos nacionalistas para el nuevo lehenkari, ni la mínima cortesía parlamentaria. Tampoco los tuvo Ibarretxe en su día. Ni siquiera Basagoiti recibió el martes el aplauso agradecido de los socialistas a los que entregaba su voto para que formaran Gobierno. Hubo una diferencia entre las juras ‘old fashion’ y la promesa de ayer. El público era distinto ahora: aplaudieron a su lehendakari, pero no insultaron a la oposición, como la claque de 2001 y 2005. Menos da una piedra.
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