Presidente en campaña
Santiago González
Zapatero va a arrimar el hombro y a tirar del carro al mismo tiempo, por usar las dos metáforas más caras a la secretaria de Organización de su partido. En la próxima campaña intervendrá cuatro veces más que en las europeas de 2004, que resolvió con tres mítines aquí y uno en Francia. Durante las pasadas autonómicas vascas y gallegas intervino en siete mítines en dos semanas, un puente aéreo Madrid-Bilbao-Santiago.
Ahora va a participar en diez o doce, como si fuera el candidato, aparte de convertir el Debate sobre el Estado de la Nación en un acto más de la campaña. “Será que tiene mucho tiempo libre”, dirán algunos resabiados ante este riguroso ejercicio de responsabilidad. Después de convertir la lista en un desván, en el que se amontonan: amables cantamañanas, como el primero de la lista, desechos de tienta, como la tercera, o favores a terceros, como la sexta, con políticos razonables y decentes, pero descatalogados, como el segundo y el séptimo, ha decidido echar una mano para evitar lo peor.
Es verdad que tanto mitin quita tiempo a las tareas de Gobierno. Habrá quien vea en esto una ventaja, que prefiera viajar al desastre a velocidad de crucero, como antes del cambio de Gobierno, a esta NEP, (Nueva Economía Política) que anunciaba la vicepresidenta primera con palabras temibles: “no se trata de cambiar el rumbo, sino el ritmo”, lo que hizo escribir a Rosa Díez: “no corran, que es peor”. A velocidad de crucero, también acabaríamos llegando, pero más tarde que a toda máquina y ahorrando combustible.
Además, quienes así opinan, no valoran la versatilidad del presidente, acostumbrado a anunciar grandes acciones del Gobierno en actos estrictamente partidarios: la OPA a Endesa en el mitin de Rodiezmo, la negociación con ETA en un encuentro con concejales socialistas y así, convirtiendo el muro que separa lo público de lo privado en una membrana peligrosamente permeable.
“Le gustan las campañas electorales”, ha dicho Pajín muy fundamentadamente. Zapatero se lo había contado a Suso de Toro en tono épico: “En el mitin lo importante no son los discursos, sino los aplausos (…) Y creo mucho en el mitin. El mitin es: «Yo le convoco a usted aquí. Y usted viene a escucharme»”. Poder hablar de economía y de política a gente de tu misma sensibilidad y compromiso... Es como maximizar funciones, como la renta, el empleo o el gasto público sin necesidad de someterlas a restricción alguna. La economía sin problemas y las medidas sociales sin límites.
¡Que tiempos aquellos en los que un gobernante podía reducir el Banco de España a una máquina de hacer billetes!¡Qué argumento para salir de la Unión Monetaria! El mitin es devolver la libertad a la política y la economía, secuestradas por el principio de contradicción. El Parlamento es otra cosa, claro, lleno de gente que en lugar de ayudar a los pobres quiere hacer más ricos a los poderosos y liberar el despido para aumentar el paro. El mitin sobre el estado de la Nación no va a tener tanta gracia, porque sólo le aplauden los suyos. Menos mal que no tiene límite de tiempo y sí, en cambio, la última palabra.
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