Vídeos de primera
Santiago González
Los candidatos en campaña se dirigen a la parte más estúpida de sus votantes, a los que, una de dos: o bien los consideran sus semejantes, sus iguales o, simplemente, los desprecian. Tuvimos un primer clarinazo el sábado pasado, con Zapatero en Canarias: “Después de 30 años de democracia, a la derecha de este país aún le queda un largo camino para parecerse a la derecha europea”. Y ya, recreándose en la suerte, remató: “la derecha de aquí es la derecha más de derechas de toda la Unión Europea”.
El gran Carandell contaba en ‘Celtiberia Show’ que en los primeros años sesenta, el que fue primer director de RTVE, Jesús Suevos, tuvo que viajar a Italia por razón de uno de sus cargos. Eran tiempos de los gobiernos de centro-sinistra y a su vuelta se expresó maravillado: “hay que ver cómo son los socialistas en Italia. Unos caballeros, y no como los de aquí”. La hierba del jardín de nuestro vecino siempre es más verde, es ley de vida.
Zapatero clasifica a las derechas con la misma guía taxonómica que aquel falangista usaba para clasificar socialistas, pero la fugacidad es el signo de los tiempos. Eso era la semana pasada. Cuatro días después, todos los fachas de la vieja Europa eran iguales que el nuestro en el vídeo que ha presentado el PSOE con siete reaccionarios de atrezzo, siete enanitos para Blancanieves Pajín.
Un credo de siete artículos en el que siete derechistas de Cornejo entonan un credo a varias voces sobre el fondo del 4º movimiento de la 9ª: “Creo que los inmigrantes nos roban el trabajo, creo que en Europa sólo hay sitio para una religión, creo que la sanidad debería ser privada, creo que el cambio climático es una gran mentira, creo que la homosexualidad es una enfermedad, creo en el despido libre, creo en la pena de muerte.” Amén. Habría un video alternativo, claro: militantes de CCOO quejándose de la subcontratación de inmigrantes en La Naval de Sestao, porque son más baratos; un homosexual diciendo que prefiere vivir en un país donde son predominantes estas religiones europeas que en el Irán de Amadineyad; el secretario de Estado Campa y qué piensa de la reforma del mercado de trabajo o Clinton y Obama opinando sobre la pena de muerte.
El siete es un número muy acreditado en la teología numeral: en siete días dividió la semana el Señor, según el Génesis; siete eran los brazos del célebre candelabro; siete los pecados capitales, las vueltas a las murallas de Jericó, siete las palabras del Sermón (de las siete palabras, de ahí su nombre) y siete los fachas que se oponen a la Europa del futuro.
El decálogo tiene menos tradición, aunque más relevante: los Mandamientos en sus tablas, la Zarza que ardía y no se consumía y la voz que clamaba en el desierto: “Yo Soy el que Soy”. Un Tipo humilde, junto a nuestro Zapatero, Raúl del Pozo contó en una hermosa columna una gran confidencia del presidente: “He escuchado -me dijo- en mi despacho a las víctimas. Me ha conmocionado. He hablado con Pilar Manjón para decirle: «Me ha hecho usted mejor de lo que soy»”. (El Mundo, 16-12-2004) Fue aquella la primera vez en que nuestro presidente superó ontológicamente a la Divina y Ardiente Zarza. No será la última.
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