09 octubre 2010


El aniversario
Santiago González
La Audiencia Nacional absolvía ayer a cuatro miembros de la comparsa Txori Barrote, procesados por delito de enaltecimiento del terrorismo a partir de una denuncia de Daniel Portero. El denunciante paseaba por el espacio festivo de la Aste Nagusia el 21 de agosto de 2008, cuando acertó a ver en la txozna de la comparsa citada su habitual decoración hecha con las fotos de terroristas presos.

Entre los retratos, estaban los de Igor Solana y Harriet Iragi, los tipos que asesinaron a su padre, el fiscal Portero, tal día como hoy hace diez años, en Granada. Antes habían hecho lo propio con el concejal popular José Mª Martín Carpena y justo una semana después del asesinato de Portero acribillaron en su consulta de Sevilla a Antonio Muñoz Cariñanos. Cuando huían fueron denunciados por los viandantes y detenidos por la Policía Nacional. Supimos entonces que a Harriet Iragi se le aflojaron el lagrimal y los esfínteres y la policía tuvo que hacerse cargo del ‘gudari’ cubierto de lágrimas y empapado en sus propias orina y heces.

Se descarta en la sentencia que los hechos juzgados constituyan delito de enaltecimiento del terrorismo o de humillación de las víctimas. No hace falta un derroche de empatía para ponerse en la piel de Daniel Portero y sentirse escarnecido junto a él al ver como iconos del santoral terrorista a los asesinos de su padre. Uno es lego en derecho y no sabe, por tanto, si los hechos constituyen delito de humillación para el Código Penal, pero no le cabe la menor de que es una humillación a las víctimas para el DRAE y para el sentido común. Hoy, diez años después del asesinato, los hijos de Portero recordarán a su padre y quizá sientan un poco más de amargura y un poco más de humillación.

Hay entre los considerandos de la sentencia una errata que muy bien podría ser una interesante polisemia: en los Fundamentos Jurídicos del fallo se llama en dos ocasiones ‘Txori garrote’ a la comparsa que se llama en realidad ‘Txori barrote’. Un psicoanalista le echaría la culpa al subconsciente; un periodista, al corrector automático de los modernos procesadores de textos y otras personas a la cercanía de la ‘G’ y la ‘B’ en el teclado. En todo caso, se puede colegir que la de la sentencia no ha sido leída por nadie capacitado después de una redacción que se dio por definitiva.

Es también notable que el tribunal dé por buena la versión de los procesados: no se trataba de enaltecer a ETA ni a sus activistas presos, sino lamentar su lejanía. Si de eso se tratara, entre los exvotos falta la foto del preso vasco más alejado de su tierra: Pablo Ibar, que espera un destino incierto en una cárcel de Florida.

No se me alcanza que nadie pueda exhibir en algún establecimiento público alemán un poster con la foto de Rudolf Höss, el comandante del campo de exterminio de Auschwitz. Antes bien, parece muy razonable que, al contrario, sus nietos vivan hoy bajo otro nombre, tratando de olvidar tan lamentable antecedente en el árbol genealógico.

Esta es la cuestión. La diferencia es que algunas víctimas de ETA han ocultado aquí a sus hijos cómo, quién y por qué mató a su padre, mientras los familiares de los asesinos pueden exhibir con orgullo las fotos de los victimarios. Mientras esto sea así no podremos soñar con la derrota del terrorismo.


1 comentario:

Grunentahl dijo...

"Gudari" llegará a convertirse en un término despectivo, algo así como "sicario", o "esese" (en acróstico "SS"). Tipo cobarde y alienado que mata por la espalda o a gente desarmada, todo lo contrario que un "sherif, solo ante el peligro"...