19 abril 2008

del País Vasco


Coalición Azkarate

Santiago González

La portavoz Azkarate no atraviesa por sus momentos más felices. El descubrimiento de un agujero de medio millón de euros que director financiero del Guggenheim había ido produciendo poco a poco, entre pellizquitos y torniscones, la interpelaba en su doble condición de consejera de Cultura y portavoz del Gobierno vasco. Y se expresó al respecto con una de esas frases que piden mármol para lección de generaciones venideras, la expresión de un deseo que es toda ella anacoluto entre las dos comillas: «(que esto) no empañe la trayectoria del museo, de un proyecto que ha sido brillante y que seguirá siendo uno de los buques insignia en nuestro país». La trayectoria es un discurrir que puede ser interrumpido, pero no empañado. Por otra parte, bien se ve que Azkarate es consejera en un país de duplicidades. Si tenemos dos orquestas sinfónicas, ¿por qué no habría de tener nuestra escuadra varios buques insignias? Seguramente Carme Chacón está en condiciones de explicarle que buque insignia, como madre, sólo hay uno en cada flota.

El problema es que el Gobierno vasco lleva los asuntos del Guggenheim como si se tratara de las contabilidad B de una logia. No hubo manera de que los ciudadanos vascos, lo que ampulosamente llamamos la opinión pública, supiera cuánto les ha costado la compra de unas esculturas de Serra. El oscurantismo es lo que tiene, que se convierte en celestina de todo comportamiento licencioso.

Pero el oscurantismo no se manifiesta siempre con silencios. A veces, la portavoz del Gobierno ha llevado la confusión a las mentes simples por emplear más palabras de las justas, especialmente cuando las declaraciones son contradictorias entre sí.

Miren Azkarate es la portavoz de un Gobierno tripartito que sólo pedalea para no caerse de la bicicleta. En su rueda de Prensa de hace dos semanas, tras el consejo de Gobierno del martes, 1 de abril, defendió la posición de Egibar, contraria a la moción de censura contra la alcaldesa de Mondragón, por la indignidad democrática de no condenar el asesinato de un vecino del pueblo que había sido concejal del ayuntamiento presidido por ella.

Dos semanas después, el martes, 15, se escudó en las posiciones clásicas: Ese es un asunto que no compete al Gobierno vasco, sino a los partidos que lo integran. Pero algo debió de remover en su rica y polifacética personalidad el secretario general de los socialistas vascos al calificar con bastante propiedad de ‘impresentable’ el hecho de que el lehendakari no haya expresado opinión alguna sobre la necesidad (o no) de desalojar a Ino Galparsoro de la alcaldía de Mondragón. Y ha salido a poner en su sitio a Patxi López, recomendándole "que se tranquilice un poco" y deje de "zurrar" a los partidos del Ejecutivo de Ibarretxe, "a no ser que desee perder los apoyos que tiene en Arrasate" de PNV y EA para la ya fracasada moción de censura.

Durante la misma mañana de ayer, la portavoz de Ibarretxe fue desautorizada en estéreo: por el aparato del partido y por el presidente del EBB. Esta mujer es mucho más que una portavoz: constituye una coalición en sí misma. Superada la metáfora del péndulo, ella encarna al mismo tiempo las dos almas de su partido, la encrucijada entre el posibilismo y la tentación soberanista que en algunos momentos tiene al partido-guía tan indeciso que se arriesga a perder el Gobierno, no ya por no acertar en la elección, sino por ser incapaz de elegir. Morir de hambre y de sed como el asno de Buridán, por no saber optar entre el montón de avena y el cubo de agua.

Todo hace pensar que la semana que viene va a vivirse una jornada de vergüenza democrática en el Ayuntamiento de Mondragón. Se veía venir. Decisiones como la de desalojar a una alcaldesa indigna deben tomarse en las primeras horas después del asesinato. Un par de días después ya están en alivio de luto y todo se hace mucho más difícil. Los concejales han interiorizado el miedo y sus dirigentes la capacidad de cálculo. Mientras, ETA volvía a atentar contra los socialistas vascos con la bomba en la Casa del Pueblo de La Peña, cumpliendo rigurosamente el vaticinio que a comienzos de semana hacía el portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, al instar a la unidad de los partidos, “porque ETA va a zumbar”. Recomendación muy razonable, no porque la unidad de los partidos sirva en sí misma para combatir a ETA, sino porque ahorra a nuestros representantes democráticos el espectáculo de la indignidad y a nosotros el peor de los ejemplos.

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