La niña del clavel
Santiago González
Tenemos por primera vez un Gabinete paritario y paritorio. Es la primera vez que el Gobierno, del que naturalmente forma parte el presidente, ‘primus inter pares’, está formado por tantos hombres como mujeres, empate a nueve. Alcanzada esta cota y con la necesaria humildad, proponemos desde aquí a la ministra de Igualdad que proceda a normalizar la terminología y el Consejo de Ministros pase a llamarse oficialmente ‘Consejo de Ministros y Ministras’.
El golpe mediático de Zapatero, lo nunca visto, es el nombramiento de una mujer joven, catalana, pacifista y embarazada para dirigir a los Ejércitos. Vayamos por partes. La foto de unos soldados desfilando ante una ministra con bombo va a dar la vuelta al mundo por insólita, pero no tiene nada de risible. Compárenla con la toma de posesión de Bono, un error de casting de Zapatero, quizá en la creencia de que sus maneras algo antiguas le hacían un buen interlocutor de las Fuerzas Armadas. En mayo de 1985 deshizo cualquier duda sobre su idoneidad para el cargo, al decir durante una conferencia en Washington sobre el Terrorismo Internacional y la Defensa: “Soy un ministro de Defensa y prefiero que me maten a matar como convicción moral personal”.
Carme Chacón, “la niña de Felipe”, tal como dijo ella misma se definió en campaña, es, en realidad, la niña de la revolución de los claveles. Recordarán ustedes aquel poster: tres manos masculinas empuñaban un fusil de asalto y una niña rubia y rizada, con camiseta amarilla, se empinaba para colocar un clavel rojo en la bocacha. La niña portuguesa de la foto debía de tener la misma edad que entonces tenía Carme Chacón y hay entre ambas un nexo generacional. Aquella niña ya ha crecido y se prepara para adornar con flores al “Ejército, ese coloso triste” como acertó a definirlo Paco Umbral.
Algunos medios han saludado su condición de mujer, su juventud y el hito histórico. El 1 de noviembre de 1986 era sábado y todos los periódicos se hacían eco de un nombramiento histórico: la Guardia Civil tenía por vez primera en sus 122 años de historia, un mando civil. Los momentos inaugurales de la vida, de las cosas, son muy del gusto de la izquierda y a los periodistas nos encantan. Los diarios saludaron como avance progresista el nombramiento del nuevo director general. Se llamaba Luis Roldán Ibáñez.
Por muy adanistas que seamos, la novedad no lo es todo. La nueva ministra es también catalana y pacifista. Quienes creemos en la igualdad de los españoles ante la ley, jamás la discriminaríamos por lo primero. Catalán del PSC fue también Narcís Serra y fue un ministro más que aceptable. Otra cosa es el pacifismo de la debutante. Convengamos, de entrada, que ser pacifista es megaguay, pero no supone una cualificación interesante para la gestión de la Defensa. Gandhi es uno de los hombres públicos más admirables del siglo XX, pero no habría sido un buen jefe de Estado Mayor. El mundo moderno es un fenómeno complejo que requiere cierta especialización, así es la vida.
La gestión de la ministra es un cuaderno sin escribir. Tiene por delante una tarea compleja para cualquier lego y hay que desearle toda la suerte del mundo. Como la crítica ha de ser de naturaleza constructiva, he aquí una modesta proposición que quizá encuentre razonable. Tal vez pudiera estrenarse en sus nuevas tareas organizando el próximo desfile de las Fuerzas Armadas en Barcelona, circunscripción de la que salió sobrada de legitimidad y votos el pasado 9 de marzo. Otro día hablaremos del Gobierno.
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