06 marzo 2009

La chica de la gabardina

Santiago González

El escaño que hace el número 25 de los socialistas vascos va a ser ocupado por Esozi Leturiondo, la viuda de Mario Onaindía, la chica de la gabardina. Ella protagoniza las páginas más emocionadas de las memorias de Mario, ‘El aventurero cuerdo’. Cuenta el autor que un consejo de guerra, una pena de muerte y ocho años de cárcel después de haberla conocido, caminaba hacia su encuentro hecho un mar de incertidumbres, mientras evocaba su figura en una noche de lluvia: “Del día que la vi por primera vez, lo que más fijamente había quedado grabado en mi memoria era su imagen bañada por la luz de la farola, envuelta en su gabardina blanca sin abrochar que sujetaba con sus brazos cruzados”.

Esozi se ha hecho con el 9º escaño de su partido en Álava (había ocupado el 5º durante la legislatura pasada) y ésta es una de esas hermosas paradojas de la vida, un acto de justicia poética que viene a alcanzar por caminos colaterales lo que el constitucionalismo vasco no pudo conseguir en 2001.

Resulta aleccionador que ese 25º escaño, que provisionalmente estaba atribuido a Rafa Larreina, haya sido para Esozi Leturiondo, viuda de un hombre que ha sido referente para toda una generación. Mario, ya enfermo, fue uno de los promotores del movimiento contra el nacionalismo obligatorio. El 29 de marzo de 2001 se manifestó frente a Ajuria Enea con la cabeza cubierta con un capuchón naranja, que es el color de la indumentaria en el corredor de la muerte del sistema carcelario estadounidense. Él estuvo también en la manifestación convocada por ¡Basta Ya! frente a la residencia del lehendakari tras el asesinato de Joseba Pagaza, para gritar: “ETA, culpable; Gobieno vasco, responsable”. Era febrero de 2003 y le quedaban seis meses de vida. El 5 de febrero de 2004, cinco meses después de su muerte, vi a Esozi recoger la medalla al Mérito Constitucional que el último Gobierno de Aznar había concedido a su marido a título póstumo. Se la había ganado a pulso.

Este escaño acerca un poco más a Patxi López a Ajuria Enea, mientras Iñigo Urkullu, que es hombre razonable, va asumiendo la advertencia de su amigo y correligionario Josu Jon Imaz: los partidos que se radicalizan pueden ir a la oposición. Su propuesta, un gobierno estable para un país en crisis, habría sido aceptable en un país normal, pero es imposible después de la década Ibarretxe. Llama la atención que ahora proponga el PNV “elevar el listón ético: la paz se trabaja, no sirve con enunciar la demanda de desaparición de ETA”.

No es menos sorprendente que Ibarretxe se proponga para gestionarla, después de haber sido el campeón de las jaculatorias patéticas: “¡ETA, desaparece de nuestras vidas!” La propuesta es un turbador reconocimiento de que el listón ético no ha estado a la altura. Todavía campea en la fachada de las instituciones gobernadas por el partido-guía, no ya una demanda, sino una rogativa amarilleada por el tiempo: “Bakea behar dugu” (Necesitamos la paz), una invitación expresa a que quien nos la niega ponga el precio: pues se os va a poner en tanto.

Tampoco es cierto, como responde el comunicado del PSE, que el candidato socialista sea la garantía del cambio, pero representa una posibilidad, mientras Ibarretxe no. López debe extremar la prudencia y huir del sectarismo. Y que no se le ocurra confiar la negociación a Txarli Prieto, que ayer explicó el escaño de Esozi así: “los votos de UPyD no sirven para nada”. Lo dice el negociador que entregó la Diputación de Alava a la tercera fuerza, al mismo partido que ahora tratan de desalojar de Lakua. Parlamentaria Leturiondo, enhorabuena.

Pie de foto.-Esozi Leturiondo y Nora Onaindía, su hija. (Foto Santos Cirilo)

No hay comentarios: