23 marzo 2009

Todos a casa

Santiago González

“La misión ha sido completada”, dijo la ministra Chacón a los soldados españoles destacados en Kosovo. “Es hora de volver a casa”. Ésta es una expresión muy del agrado de la tropa. ‘Todos a casa’ se titulaba una gran película de Luigi Comencini. Cuando el capitán Alberto Sordi y su compañía iban de retirada, se les rinde un soldado alemán. Sordi rechaza al prisionero y, ante su insistencia en seguir al destacamento con los brazos en alto, acaba corriéndolo a cantazos.

A la hora de volver a casa, Chacón ha considerado más urgente informar a los soldados que al mando internacional del que formamos parte. Hasta cierto punto es natural, les habrá hecho más ilusión, pero no parece que la pacifista Chacón conozca las implicaciones de formar parte de una misión militar conjunta.

Es verdad que al presidente no pareció moverle su competencia en asuntos militares a la hora de nombrarla; le bastó pasar al Guinness por la primera ministra de Defensa embarazada. Lástima que la preñez dure menos que lo otro y haya desairado al mismo tiempo a la OTAN y la UE, a Francia, que acababa de anunciar su vuelta al mando militar de la OTAN después de más de 40 años de ausencia y a Obama, que ha demostrado una capacidad de mosqueo no inferior a la de Bush. El problema no era el fondo de la cuestión, sino esta consideración de los ejércitos como soldados sin fronteras, pretender que la pertenencia a un club militar, al que nos afiliaron ellos, por cierto, puede resolverse de manera asamblearia, sin observar el minucioso protocolo que rige en estas organizaciones.

Contra la opinión de Zapatero, la retirada de las tropas españolas de una misión internacional no es “una decisión sólo de España”, o, para ser más precisos, es una decisión de España que debe contar con el beneplácito de nuestros socios. Los contratos nos obligan más que nuestros buenos sentimientos, así es la vida.
¿Quiso Zapatero mostrar lo mejor de su repertorio y repetir la espantada de Irak? No se daban las condiciones: el PP no estaba en contra y en la Casa Blanca vive Obama en vez de Bush. Vistas las cosas retrospectivamente cabe pensar que el anterior presidente de EEUU podría haber mantenido otra actitud si Zapatero: a) hubiera respetado el plazo que él mismo se dio de esperar al 30 de junio, para que la ONU emitiera una resolución, que finalmente emitió el 8 de dicho mes, la número 1546. b) que hubiera llamado a Bush para explicarle su compromiso electoral y ofrecerse a negociar la forma y los plazos de la retirada. En lugar de eso, se propuso como modelo a todos los países y les invitó a imitarle en la dudosa elegancia social de la espantada. No eran maneras, claro, Ni con Bush ni con Obama.

Los buenos oficios diplomáticos han servido para recuperar la compostura, pero aunque sus interlocutores hayan “pasado página”, como dijo León, les quedará en la memoria un recuerdo de la página leída. Las espantadas de Zapatero se estudiarán en West Point, junto a la gesta de los italianos en Guadalajara. Chacón no tiene la culpa. Su nombre suena mucho para el relevar al líder y la mujer hace lo que puede para imitarle. Estamos llamados a hacer el ridículo. Es como un don.

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